La ruta K del dinero chavista

El mecanismo que se hizo visible en la valija de Antonini Wilson podría explicar la reticencia del gobierno argentino para reclamar por los presos políticos venezolanos.

La ruta K del dinero chavista
Imagen ilustrativa / Gentileza

¿Por qué el gobierno argentino no pudo acompañar en la OEA un reclamo para que sean liberados los candidatos apresados y Nicaragua tenga elecciones limpias y sin proscripciones? ¿Por qué no acompaña los reclamos por la liberación de presos políticos en Venezuela? La respuesta podría estar en la lista que reveló Hugo “el Pollo” Carvajal.

La credibilidad de su declaración a la Justicia española no radica en su historia personal. Carvajal fue discípulo de Hugo Chávez desde que lo tuvo como instructor en la academia militar. Lo acompañó en el intento de derrocar a Carlos Andrés Pérez en 1992. También estuvo en prisión por aquella asonada golpista. Después colaboró en la campaña que Chávez inició ni bien fue indultado por Rafael Caldera. Y su llegada al poder lo convirtió en jefe de inteligencia y contrainteligencia.

Desde esa posición, jugó roles neurálgicos en la construcción de vínculos con las FARC, el Cartel de los Soles y las mafias rusa, iraní y turca que explotan de manera ilegal la minería en la Cuenca del Orinoco.

Romper con el poder en el 2019 mediante un twit reclamando el ingreso de ayuda humanitaria por Cúcuta, resulta tardío. Carvajal es un personaje turbio con historia oscura. A la lista que dio de mandatarios y dirigentes que recibían pagos millonarios del chavismo, la hace creíble el silencio de los receptores ante la represión y los encarcelamientos políticos.

En el caso del kirchnerismo, figurar en la lista de “El Pollo” se condice con los dólares sin declarar que traía Guido Antonini Wilson en el vuelo privado de funcionarios chavistas y kirchneristas. También se condice con la “embajada paralela” que denunció el ex embajador Eduardo Sadous. Y como en todos los demás casos latinoamericanos señalados por Carvajal, hace más entendibles tantos actos funcionales al régimen que reprimió protestas dejando cientos de muertos y de encarcelados.

Ese blindaje de complicidad que Caracas extiende a su protegido nicaragüense Daniel Ortega, se explica en los millones de dólares que repartieron Chávez y Maduro. No fueron los primeros venezolanos en hacer lo que siempre hicieron las potencias. Carlos Andrés Pérez envió dinero a Nicaragua para la campaña de Violeta Chamorro en 1990. Pero lo que Pérez hizo de manera excepcional, Chávez realizó de manera sistemática con el objetivo de financiar desde las arcas de PDVSA con dinero negro y con petróleo subsidiado, la construcción de liderazgo personalista a escala continental.

Maduro continuó enviando dinero, esta vez para comprar complicidades y silencios. Con PDVSA ya desahuciada, el dinero provino del narcotráfico y de la explotación ilegal del Arco Minero.

La funcionalidad al régimen que tuvieron las mediaciones del ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, así como las defensas del chavismo que hizo Podemos, también podrían explicarse en esos pagos secretos que reveló Carvajal.

El pago millonario al Movimiento 5 Estrellas no resulta tan claro porque ese partido que forma parte del gobierno italiano no registra declaraciones ni gestiones a favor del régimen chavista. Quizá lo que explica esa falta de correlación entre pagos y acciones del sobornado es la muerte de su cofundador, Gianroberto Casaleggio, que según el ex jefe del espionaje venezolano fue quien recibió en el 2010 casi cuatro millones de dólares enviados por el entonces ministro del Interior Tareck el Aissami.

Pero en todos los casos latinoamericanos hay correlación entre la lista mencionada por “El Pollo” Carvajal y las actitudes cómplices de los mencionados en ella.

Las potencias siempre compraron lealtades financiando dirigencias en otros países. Estados Unidos lo hizo por razones de Guerra Fría y también para facilitar inversiones y negocios. Chávez lo hizo para crear un bloque bajo su liderazgo, proyectándose como un Bolívar de este tiempo. Y Maduro utilizó aquellos pagos secretos que hacía su mentor como instrumento de presión sobre los gobiernos y dirigencias que los recibieron.

El mecanismo que se hizo visible en la valija de Antonini Wilson podría explicar la reticencia del gobierno argentino para reclamar por los presos políticos venezolanos. El mismo presidente, Alberto Fernández, y la misma fuerza política, el kirchnerismo, que reclamaron con razón la libertad de Lula cuando fue encarcelado por Sergio Moro, el juez que luego se convirtió en superministro de Jair Bolsonaro, se abstuvo de reclamar lo mismo para Cristiana Chamorro y los demás candidatos encarcelados por Ortega.

Reclamar por Lula y pronunciarse sobre el gobierno de Jeanine Añez en Bolivia tuvo razones lógicas. Pero esos pronunciamientos desmienten el argumento de la “no injerencia” con que se justifican silencios inexplicables respecto a Venezuela y Nicaragua.

La dificultad para exigir liberación de presos políticos venezolanos y nicaragüenses, restitución de la división de poderes y elecciones creíbles, no se explica por afinidades ideológicas. Los ideologismos son el camuflaje de una razón oscura, suculenta, contante y sonante.

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