Agustín Álvarez nació en nuestra ciudad dos años antes del terremoto que en 1861 la destruyó. Esta catástrofe se llevó a sus padres. Entre los pocos sobrevivientes de la familia estaba Jacinto Álvarez, su gemelo.
Tras adquirir las primeras letras, Agustín y su hermano realizaron estudios secundarios en el Colegio Nacional de Mendoza, motivo por el cual hoy lleva su nombre.
Hacia 1876 ingresó en el Colegio Militar de la Nación, su deseo de estudiar medicina se vio truncado: debido a la falta de fondos sólo uno de los gemelos pudo estudiar la carrera. Así fue como Jacinto se transformó en uno de los grandes galenos provinciales, mientras nuestro protagonista llegó al grado de general de brigada del Ejército Argentino.
En 1888 se recibió de abogado y poco después se casó, teniendo media docena de hijos.
Además, Agustín escribía y llevaba una vida intelectual muy nutrida. Terminó publicando y convirtiéndose en un autor muy leído.
Llegó a ser valorado por eruditos de la talla de José Ingenieros –quién era su amigo personal- y Leopoldo Lugones.
Su vida fue una sucesión de experiencias profundas, que lo llevaron desde embarcarse en la filosofía hasta hacer pie en la política, sin dejar de plasmarlo en brillantes textos.
Murió en febrero de 1914, en plena actividad y con el máximo reconocimiento social.
El día 21 de dicho mes Diario Los Andes escribió al respecto: “En la noche del sábado falleció en Mar del Plata el doctor Agustín Álvarez. Fecunda fue la vida de este hijo de nuestra provincia que en las múltiples faces de sus actividades reveló siempre virtudes especiales y talento. Como escritor deja hermosas páginas que han enriquecido la literatura nacional y como maestro la huella de sus enseñanzas desde la cátedra. Fue también legislador, juez y soldado. Actualmente desempeñaba el cargo de vicepresidente de la Universidad Nacional de la Plata, que pierde con él uno de los más valiosos miembros. Así como los círculos intelectuales del país, especialmente las letras, uno de sus elementos más ponderables”.
El funeral se llevó a cabo en la Recoleta, siendo sus restos depositados en la bóveda de su suegro: Agustín Verzano.
Durante el acto uno de los discursos fúnebres estuvo a cargo de un joven Ricardo Levene.
Los honores oficiales no faltaron. El Senado de la Nación se puso de pie en su honor durante una sesión, misma actitud tomó la cámara de Diputados que, además, envió una carta de condolencias a su viuda.
Por otra parte, el presidente ordenó que en todo el país se izara la bandera nacional a media asta.
*Historiadora