Sergio Massa hizo en uno de los spots que se vieron y escucharon hasta la madrugada del viernes una suerte de imploración a los argentinos: que vayan a votar “en defensa de la patria”. El mensaje tiene un público objetivo claro, más allá de la generalidad discursiva. Son los peronistas desilusionados con el presente que les ofrece su gobierno. Esos que votan peronismo o nada. Y en todas las elecciones provinciales que hubo eligieron “nada”, o sea no ir a votar. Por eso, el candidato los convoca especialmente.
Los estudiosos de los circuitos electorales detectaron que fue en los barrios populares donde el ausentismo más se profundizó. O sea en zonas tradicionalmente identificadas con el PJ. En algunos puntos del Gran Mendoza, en las primarias provinciales, llegó a casi 50%, un porcentaje típico de países con voto voluntario.
Es en esas barriadas donde crece justamente la figura de Javier Milei, sobre todo entre los menores de 30 años, quienes no han abrazado al peronismo de la misma manera que sus padres y abuelos. Pero también hay muchas dudas sobre si ellos finalmente irán a votar.
La abstención es el primer gran interrogante de las PASO presidenciales que hoy se celebran en la Argentina. La sensación, más que los datos concretos, indica que será alta. Y es el principal temor entre los candidatos.
Esta rebelión es contra todo el sistema político y atraviesa a todos los estratos socioeconómicos. Así, con su indiferencia, que primero fue enojo y luego resignación, buena parte de la sociedad parece vengarse de la dirigencia política. Ya no alcanza con cambiar de partido gobernante cada cuatro años.
Está cansada de las promesas reiteradas de un futuro mejor que, lejos de llegar, se aleja cada vez más, no sólo en el a veces engañoso terreno de las percepciones individuales. Esa sensación está respaldada por las estadísticas oficiales: más inflación, más trabajo en negro, menos poder adquisitivo y, consecuentemente, más pobreza.
Por eso los pronósticos de las encuestas son apenas un indicio en el que ni los propios encuestadores confían demasiado. De hecho, los números que arrojan los distintos estudios de opinión son de una disparidad tal que sólo llevan a la incertidumbre.
Tantas son las dudas que algunos empiezan a pensar que ya no sirven como herramienta predictiva del resultado en este contexto y su uso debería limitarse a investigar tendencias, perfiles y reclamos puntuales de la sociedad para definir las campañas.
Roberto Stahringer, que conduce la consultora Sociolítica, sostiene que empieza a verificarse aquí un fenómeno del que ya hablan algunos autores extranjeros hace tiempo: la multitud dispersa. “Se diluye el interés colectivo y prima el individual”, explica. El voto es, en definitiva, una transacción en la que cada individuo espera obtener a cambio un beneficio personal.
La incertidumbre sobre la asistencia de hoy tiene que ver con que las encuestas tampoco pueden anticipar los faltazos. Hubo, cuando se interrogó puntualmente, una predisposición alta a ir a votar. Pero el análisis posterior y el contraste con la abstención de las elecciones pasadas lleva a preguntarse a quienes hacen los estudios si no se está ante una respuesta políticamente correcta.
“Si le preguntás a la gente, el 80% dice que sí va a ir a votar. Ahora ¿va a ir?”. duda Elbio Rodríguez, que lleva varias décadas encuestando en Mendoza. “Cuesta mucho que respondan, la tasa de respuesta ha bajado sensiblemente”, suma Martha Reale, de la consultora Reale Dalla Torre, y se esperanza en que en la elección general, con las internas de los frentes ya definidas, esa apatía dé paso a un mayor interés de la sociedad.
“Donde más se manifiesta el enojo es en la votación nacional y es donde más indecisos hay, en torno al 21/22%”, define Stahringer, que en las últimas semanas ha relevado datos en Mendoza para las elecciones presidencial, provincial y municipales.
A diferencia de las primarias provinciales de junio, la gente tiene claro hace rato que hay elecciones este domingo y quiénes son los candidatos. Pero el hartazgo puede más. Por eso, los candidatos que más sufrirían la abstención son aquellos que tienen mayor proporción de “voto blando”, o sea no politizado. Particularmente, Horacio Rodríguez Larreta y Milei.
Despolarizados
Mendoza no escapa, en cuanto a números, a la tendencia nacional: no habrá, como en las PASO de 2019, una elección polarizada. Aquella vez, Alberto Fernández fue el más votado en la provincia con 40% y Mauricio Macri terminó en 37%. Roberto Lavagna no llegó a los 10 puntos. La de hoy, todo indica, será una elección de tercios desiguales que van del 20 al 35%.
En todas las encuestas hay una coincidencia cuando se computa por frentes: el peronismo llega tercero. Después, hay diferencias en el primer lugar. Para la mayoría, Juntos por el Cambio está primero, pero hay una que ubica al tope a La Libertad Avanza, aliada al Partido Demócrata. De cumplirse este escenario, sería todo un batacazo.
Cuando se baja al nivel de candidatos, Patricia Bullrich gana en Juntos por el Cambio y Massa en Unión por la Patria. Ahora bien, no hay coincidencias en el orden que tendrá cada uno de ellos en la grilla final, si segundo o tercero. Sólo parece no haber dudas en que Milei será el más votado individualmente.
Esto anticipa que seguramente la distribución de las cinco bancas de diputados nacionales ya no será 3-2 o 3-1-1 como fue en algún momento. Ahora, será 2-2-1 para el primero, segundo y tercero. Claro, hasta las generales del 22 de octubre puede haber cambios en el orden de los frentes. Pero nada indica que ese 2-2-1 pueda modificarse.
Cambia Mendoza deberá resignar una de las bancas que renueva y probablemente también deba hacerlo el peronismo, si todo sigue igual. Pero en el proceso electoral nacional que inicia hoy, las filiales provinciales de los frentes ponen en juego más que la posibilidad de perder una banca.
Alfredo Cornejo ha apostado política y públicamente por Bullrich (secundada por Luis Petri) en la interna de Juntos por el Cambio y sólo un triunfo de la ex ministra de Seguridad le asegurará influencia y poder en el próximo gobierno nacional. Esa victoria interna también le daría un espaldarazo en la final provincial.
El candidato a gobernador de Cambia Mendoza igual se cuidó en toda la previa electoral de quedar bien con Rodríguez Larreta: cada vez que vino a hacer campaña, estuvo junto a él en las recorridas.
Además, Cornejo tuvo otros “gestos” que le facilitaron al porteño dar la pelea en la provincia. La primera fue la lista única de diputados nacionales y la segunda, la fiscalización unificada que aporta la UCR local para los dos candidatos presidenciales.
Estos son favores que seguramente serán recompensados si el jefe de Gobierno gana la interna, aunque nunca el líder radical tendrá la influencia que tendría con Bullrich. En Mendoza, Rodríguez Larreta tiene un referente y es el intendente de Capital, Ulpiano Suárez, la única figura de peso de la UCR que apostó por él públicamente.
El peronismo también quedará marcado provincialmente por lo que ocurra hoy. Su esperanza es que el porcentaje que sumen las dos listas nacionales de Unión por la Patria, la de Massa y la de Grabois, suba el techo de lo que podría obtener en la final por la gobernación. Es, más que un deseo, una necesidad. Así, dará algo de esperanzas a la militancia para salir a pelear por el segundo lugar.
Por eso, desde mañana, los frentes locales volverán a formatearse, con dos objetivos en la mira. El primero, las elecciones en los siete municipios opositores el 3 de setiembre. El segundo, y más importante, la general provincial del 24 de setiembre.
Los candidatos deberán pensar en este tiempo en la interpelación que hoy les haga la sociedad. El hartazgo, está demostrado, es con todos, los de acá y los de la Nación. Y su representatividad quedará dañada si los que deciden rebelarse con su indiferencia son más que los votantes que terminan apoyando a los ganadores.