Este año, ante la presencia de la gripe aviar en el país, el gobierno de Mendoza instruyó al ISCAMEN (Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria de Mendoza) reforzar los controles en las barreras sanitarias, instruyendo a su personal técnico evaluar los riegos del ingreso de estiércol aviar y, si fuera necesario, impedir la entrada del material a la provincia.
Una mirada histórica nos muestra que los cordones sanitarios fueron estrategias practicadas por el Estado no solo para proteger la sanidad de cultivos y animales sino, también, para frenar brotes epidémicos como también se vivió con el COVID.
Justamente, a principios de los años 30, el diario Los Andes anunció la existencia de un foco de neumonía pestosa en el departamento de Ayacucho, al norte de la provincia de San Luis. Las personas podían contraer esta enfermedad si eran picadas por alguna pulga portadora de la bacteria “Yersinia Pestis”, que solía alojarse en los roedores. Cuando la peste bubónica presenta la neumonía como síntoma más claro, se la conoce como “neumonía pestosa”. Además del contagio por vía de las ratas y las picaduras de las pulgas, cualquier persona contagiada de la peste podía transmitir la enfermedad a través de gotículas respiratorias, lo que la transformaba en una enfermedad muy contagiosa y hasta mortal.
En la vecina provincia, los primeros casos fueron atendidos por médicos del lugar como el Dr. Juan José Miguez Iñarra, tanto en su consultorio en San Francisco del Monte de Oro (poblado cabecera del departamento de Ayacucho) como visitando ranchos de los infectados, y proporcionando algún tipo de auxilio. Lo destacado de aquel médico fue que realizaba estas tareas en silla de ruedas debido a la parálisis que afectaba sus piernas. Dado que los contagiados morían rápidamente y que el médico del lugar no lograba un diagnóstico certero (había coincidencia con los síntomas de la neumonía gripal), fue enviado al lugar el bacteriólogo del Departamento de Sanidad de la Nación (Sección San Luis), Dr. Eduardo Pardall, y el Doctor Gutiérrez, miembro del Consejo de Higiene de la Provincia, para realizar un informe que pudiera confirmar la enfermedad. Una vez constatada la neumonía pestosa, se procedió al aislamiento de la población del departamento y en particular del pueblo de San Francisco del Monte de Oro. También otros facultativos entraron al barrio infectado y quemaron muebles, ropas, etc. Desgraciadamente, una de las víctimas fatales fue el propio médico Miguez Iñarra, quien se contagió al visitar los pobres ranchos de aquellas personas enfermas.
Desde el Departamento Nacional de Higiene, el Dr. Ignacio Allende, acompañado de una guardia sanitaria, llegó a San Luis y logró apagar paulatinamente el foco pestoso en las localidades del norte provincial. Aplicó diversas medidas, como vacunaciones, aislamiento de las personas (cuarentenas), trabajos de desratización para ahuyentar y eliminar a los roedores y el incendio de ranchos y de pertenencias de las víctimas fatales.
Respecto de la provincia de Mendoza, el objetivo principal era evitar el ingreso de personas infectadas desde San Luis. La población, asustada reclamaba una inspección severa en el departamento de La Paz y una vigilancia permanente de la policía en el camino interprovincial sobre el puente del Desaguadero. Al igual que en la provincia vecina, los facultativos tuvieron un papel fundamental ya que fue establecido un cordón sanitario a cargo del Dr. Enrique Dussel, encargado de controlar a toda persona procedente de San Luis, como así también de la aplicación de medidas de emergencias tales como el accionar de cuadrillas de desratización, el reconocimiento de toda persona que transite por el carril Desaguadero hacia Mendoza, el aislamiento (cuarentena) de casos sospechosos, desinfecciones y vacunación intensiva. También a modo preventivo y secundado por la policía fue instalado un cordón sanitario en el departamento de Santa Rosa.
Rápidamente, comenzaron a llegar novedades desde la provincia de San Luis. La labor realizada por la comisión médica liderada por el Dr. Allende, conjuntamente con los trabajos propios de los médicos de la provincia (algunos murieron infectados), redujo el número de muertes y la cantidad de focos infectocontagiosos. Ante esto, la Dirección General de Salubridad de Mendoza decidió levantar el cordón sanitario en La Paz y ordenó, además, el regreso de la cuadrilla de desinfección que estaba actuando en esa zona.
Puede decirse que la labor del Dr. Dussel en la localidad paceña no acabó tras desaparecer el foco infeccioso, ya que se radicó en aquel departamento, formó familia y se convirtió en el médico del Ferrocarril Inglés y un personaje relevante y recordado en el lugar.
Permanece en este departamento el grato recuerdo del Doctor Dussel, aquel que atendía a los enfermos aún en horas de la madrugada, entraba en caballo hasta en los ranchos más perdidos del desierto y que atendió con toda su dedicación todas las necesidades sanitarias de este pueblo pobre.
* IHAA-FFyL. UNCuyo