Mendoza vuelve a ser el caballito de batalla de la dirigencia política pampeana, a la que demoniza y usa como argumento electoral. La agresiva relación de La Pampa hacia nuestra provincia -que llegó a su punto máximo con la frustración de Portezuelo del Viento-, ahora va por un nuevo hito: frenar el proyecto del dique El Baqueano.
Es hora de revisar nuestra relación con la provincia de La Pampa. Tenemos que dejar de ser “los vecinos tontos del barrio” y hacer valer nuestros derechos.
A Mendoza, le corresponde una cuota de agua del Río Grande de 34 m3 por segundo, que no se utiliza al no contar con obras de aprovechamiento hídrico. Esa agua desemboca en el río Colorado, donde más abajo, La Pampa la usufructúa desde el año 1996, para generar energía con el dique Casa de Piedra. Entonces, habría que pensar si no cabe demandarla judicialmente para cobrar el uso de esos 34 m3 que son de Mendoza y que no podemos aprovechar debido a los constantes bloqueos pampeanos.
También debemos exigir la derogación del decreto de 1973, que obliga a compartir con La Pampa las regalías percibidas por la generación hidroeléctrica de las presas de Los Nihuiles, ubicadas en el Cañón del Atuel, en San Rafael. Y el pago de las sumas incorrectamente percibidas por La Pampa, ya que las regalías son de la provincia donde se genera el salto de agua.
Estas agresiones llegaron a tal punto, que acusaron a nuestra provincia de haber corrido 12 kms. el límite de La Pampa con Malargüe para apropiarnos de 200 mil hectáreas. No es una imputación casual, en esa franja está el yacimiento petrolífero de El Corcovo. Es decir, nos achacan que les robamos el petróleo. Incluso -en una acusación insólita-, se llegó a responsabilizar a Mendoza por la extinción de la rana Pehuenche, consecuencia provocada por la construcción de la ruta 145, obra proyectada, financiada y ejecutada desde la órbita nacional.
No siempre fue así esta relación con La Pampa. Existía un conflicto por el río Atuel, pero no teníamos una guerra. Durante la gobernaciónes de Rodolfo Gabrielli en Mendoza y de Rubén Marín en La Pampa, se establecieron acuerdos mediante los cuales, nuestra provincia empezó a dotar de agua potable a varias localidades pampeanas a través de acueductos.
Uno de ellos es La Escondida – La Humada, que desde Gral. Alvear provee agua de mejor calidad que la que tienen en esa zona. También está el acueducto de Punta del Agua, San Rafael, de 190 km., que llega hasta Santa Isabel y Algarrobo del Águila, en La Pampa, entregando agua para 6.000 habitantes en un área donde viven unas 3.000 personas.
Actualmente, Mendoza sigue proveyendo esa agua potable. A los reclamos anteriormente señalados, podríamos agregar entonces, el cobro de los derechos por esa agua que hoy suministramos de forma gratuita a ciudadanos pampeanos, en desmedro de habitantes y productores de nuestro sur provincial.
A partir de la primera gobernación de Carlos Verna en 2003, esta política de buenos vecinos fue reemplazada por el ataque continuo a Mendoza, “malvinizando” la relación entre ambas provincias. Así, con el tiempo, la dirigencia política de La Pampa ha venido construyendo a Mendoza como un enemigo perfecto para su sociedad y su política partidaria.
Llegó el momento de que empecemos a mirar las cosas de otro modo y de replantear, en un esquema de provincias vecinas y hermanas, cómo debemos reaccionar a los sistemáticos ataques de La Pampa. Esta relación, en la que Mendoza es agredida y posterga oportunidades de desarrollo, se tiene que acabar ya. No podemos seguir siendo el vecino tonto del barrio.
El autor es diputado provicial