La lógica televisiva de “Intratables” no sirve en política

“Intratables” fue un programa televisivo exitoso porque supo farandulizar la política. Donde todos se peleaban con todos y nadie escuchaba al otro. Fue la plataforma de lanzamiento mediático de Javier Milei. El hombre llegó a la presidencia con esa lógica televisiva pura y le sirvió mucho para ganar. Pero no le servirá para gobernar, como se vio esta semana, donde su protegido, el joven maravilla Santiago Caputo le armó un clima “intratable”, confundiendo batalla cultural con agresiones e insultos mediáticos generados por una banda de impresentables. Por lo que el Congreso, en parte como respuesta a esa actitud, les votó todo en contra, incluso sus aliados.

La lógica televisiva de “Intratables” no sirve en política
Nicolás Maduro, Alberto Fernández y Santiago Caputo.

“Intratables” se inició como un programa de chismes del mundo artístico, como esos tantos que aún hoy abundan en la televisión de la tarde, pero tuvo la originalidad en su tiempo de darse cuenta que la política podía ser un espectáculo tan o más atractivo que el de romances entre famosos o peleas entre divas o vedettes y entonces devino un programa de panelistas políticos que se gritaban entre sí todo el tiempo, donde uno de ellos fue Javier Milei, quien luego llevaría -con absoluta coherencia- la lógica de “Intratables” a la política de verdad, lo que tuvo un resultado inimaginablemente exitoso.

Ese estilo televisivo le fue clave para ganar la elección, pero ya como presidente -cuando lo retoma, bastante seguido por cierto- no le sirve para gobernar. Quizá esa lógica le siga cayendo simpática a algunos de sus seguidores pero no le permite lograr resultados concretos. Por otro lado, no está demás recordar que quienes lo votaron, incluso los que lo hicieron con mayor entusiasmo, no lo eligieron por su ideología sino porque suponían que ante el fracaso de todo tipo de política debido a la prolongación por décadas de la crisis, cada vez con mayor decadencia, la respuesta tendría que venir de la antipolítica. Pura acción y reacción. Aunque a la larga, a nadie le interesa tanto la antipolítica, sino en todo caso, la supuesta respuesta que ésta le puede ofrecer a la crisis de la política. Pero no parece estar sirviendo de mucho solamente seguir despotricando contra la casta. Por ende, lo que se debería hacer, es buena política en contra de la mala que es la que sigue abundando. Quizá lo único novedoso por ahora ocurra en economía donde estamos en una incógnita porque se han tomado medidas durísimas que de dar resultado podrían ofrecerle un espaldarazo enorme al gobierno de Milei. O acabar con él si no se logran los objetivos, porque la gente no ha dejado de sufrir ni un milímetro comparado con los gobiernos anteriores, e incluso han aumentado sus pesares. Aunque, justo es reconocerlo, también sus esperanzas, ante la novedad disruptiva que representa el anarcolibertario. O sea que todo está por verse.

Hay momentos en que las ilusiones en un gobierno democrático y republicano que pueda encauzar a todos los políticos que no son la casta corrupta en un dirección consensuada y positiva, se muestran visibles como lo fue por ejemplo en la firma del Pacto de Mayo o en el segundo intento (el primero fue horrible y por culpa del gobierno) del tratamiento de la ley bases donde se logró aprobarla con cordura y razonabilidad a través de negociaciones serias. Todos puntos a favor de Milei, que lamentablemente duraron el tiempo de un suspiro, porque ahora otra vez volvimos a las andadas. A la lógica de “Intratables” de todos contra todos. Que eso fue exactamente esta última semana política donde volaron por los aires las tan difícil pero precariamente construidas alianzas que llevaron a votar en conjunto leyes claves. Semana donde el jefe del radicalismo partidario se alió con el kirchnerismo (adelantándose a la probable alianza entre mileismo y kirchnerismo por el tema del juez Lijo), donde en una reunión surrealista los diputados de La Libertad Avanza se gritaron entre sí al estilo manicomio. Y en particular, con la planificada intencionalidad de crear ese clima de locura y desvarío con los guerrilleros mediáticos, los trolls mileistas que utilizan las redes como Galimberti y Firmenich usaban los “fierros”, aunque, claro, no para matar físicamente pero sí para exterminar simbólicamente al enemigo (que son todos los que no se inclinan reverencialmente hacia Milei) insultando por doquier incluso a los suyos propios. Generando así un clima político enrarecido, profundamente violento en lo mediático con la convicción de que eso es batalla cultural. La puteada como batalla cultural. Y así como a las armas las carga el diablo, la violencia mediática de los trolls puede llegar a ser el prolegómeno de violencias físicas. Hay que tener mucho cuidado con eso. Tanto cuidado tenemos que hasta queremos en esta nota preservar -aunque seamos ingenuos- la investidura presidencial y considerar como responsable principal de estas agresividades no a Milei sino a ese personaje sacado de los villanos de la guerra de las galaxias, el joven maravilla Santiago Caputo, que como en la película de Capusotto cuando hace de policía freak, ha creado una banda de marginales y chiflados para generar terror mediático. Queremos creer que Milei, pese a haber recontraconfirmado el viernes al agresivo joven, es alguien solo equivocado en elegir sus combatientes, que ya se dará cuenta como le dice todos los días Mauricio Macri. Caputo y su banda atacaron esta semana a Macri, supuestamente el principal aliado político del presidente incluso con sus diferencias en estas horas de soledad o a Victoria Villarruel, la vicepresidenta. Y en general a medio mundo. Con una violencia verbal muy superior incluso a los peores momentos de La Cámpora, absolutamente innecesaria, o peor, generadora de exactamente lo contrario de lo que se quiere lograr, porque nunca como en esta semana hasta sus anteriores aliados le votaron todo en contra. La lógica de “Intratables”, reiteramos, no sirve para gobernar. Pero lo que estamos viviendo es algo más que la transcripción al poder del estilo de un programa televisivo, es su multiplicación por mil en agresividad y ofensa. Es la conversión de las redes utilizadas en meras cloacas, cosa que ya existía entre marginales, pero no desde el centro mismo del poder político. Habría que tener mucho cuidado si no queremos hacer de lo que queda de la institucionalidad argentina (luego del avasallamiento kirchnerista) un pandemonio. Incluso, permitiéndolo crecer políticamente al kirchnerismo pese al momento que están viviendo internamente, ya que ahora todos lo necesitan: Lousteau para presidir (a cambio de compartir con ellos) la comisión bicameral de inteligencia y Milei para imponer al juez Lijo. No vaya a ser que al final todos terminen agradeciéndole al kirchnerismo por ser quien le otorga sus deseos tanto a mileistas como a radicales. Y no estamos bromeando, estamos simplemente describiendo qué ocurre cuando se lleva a lo más alto de la política la lógica de un programa televisivo como “Intratables”.

Y todo eso ocurre justo en el momento que el mejor sketch del actual “Intratables” está siendo protagonizado por Alberto Fernández, este sí con violencia concreta y con variados romances al peor estilo de chismes televisivos, todos relacionados con el abuso del poder.

Es como que el gobierno, en vez de aprovechar inteligentemente el affaire del rival político (como parecía estarlo haciendo hasta hace un par de semanas) con un discreto silencio o una gestión adecuada o una búsqueda de consensos quisiera pelearle al kirchnerismo el ver quién impone más protagonismos mediante mayor vulgaridad. A ver quién faranduliza más a la política, que eso representó “Intratables” en el momento en que el rating televisivo impuso que las peleas entre políticos rendían más que las de los miembros de la farándula clásica. Hasta, que como pasa en todo programa televisivo, la gente se cansó de la reiteración de lo mismo y volvieron los viejos programas con las figuras del espectáculo. La política de grieta divisoria devenía antipolítica y a la gente todo lo relacionado con ella le resultaba insoportable. Ya no producía rating la política. Pero uno de los protagonistas del programa accedía a la cima del poder político con toda la lógica de ese tipo de televisión, a la manera de una especie de salvador que venía a vengar a los ciudadanos espectadores de las maldades de la casta política infame. Todo muy bien hasta que llegó la hora de gobernar cuando las cosas se deben hacer de modos más convencionales porque, por lo menos hasta ahora, nadie de los “nuevos” que llegó con Milei parece ser mejor que los “viejos” que ya estaban. Y los que son más o menos nuevos, tal cual el Caputo joven, están demostrando una competencia para generar el caos, a nivel tal que son capaces de sacarle protagonismo a Alberto Fernández en su sketch televisivo de pésimo gusto pero de excelente rating.

En fin, que Milei no debería confiar tanto en que con las redes transformará a sus audiencias en votos y que con sus killers como Caputo (o ese seudoperiodista que exportó de España para que lo asesore en su guerra santa contra los medios) ganará la batalla cultural. La batalla cultural, en caso de existir, se gana con ideas profundas y debates serios, no con insultos, procacidad y difamaciones.

Si además se insinúa que el joven genio Caputo manejará a control remoto la central de inteligencia, será difícil que alguien le crea (aunque sea verdad) que el país (como dice con razón Patricia Bullrich) se necesita una poderosa y costosa agencia de ciberseguridad y apuntar contra el narcotráfico. Y por ende más recursos. Todos creerán que si Caputo tiene que ver con ello, lo que hará es utilizar los recursos para averiguar la vida privada de los que considera sus enemigos y así difamarlos o chantajearlos, igual a lo que hicieron gobiernos anteriores. Lo del DNU de la SIDE se votó en ese clima y sea verdad o no lo que suponen los que votaron en contra, lo cierto es que fue un gravísimo error del gobierno tratar de imponerlo de ese modo.

Lo mejor sería que siga el gobierno atacando al asesino criminal de Maduro que acaba de ser proclamado dictador plenipotenciario de Venezuela por sus secuaces jurídicos y con el apoyo de las cúpulas militares que, junto con los motonetistas armados bolivarianos, están produciendo en ese país un genocidio y un exilio, el primero de magnitud creciente y el segundo de proporciones bíblicas. Siga Milei apoyando, aunque sea a su peculiar modo, la libertad en Venezuela en vez de hacer política en su país con un ejército de trolls que todo lo que tocan ensucian y que en nada contribuyen a su promesa política de convertir a la Argentina en un país como los desarrollados, que son en general institucionalmente serios.

Por otro lado, recién empieza el plato fuerte de “Intratables”, que no protagoniza el mileismo, sino el peronismo. El de las andanzas de ese personaje llamado Alberto Fernández que, aunque hoy ya nadie lo puede creer (pero en su momento le creyeron y simpatizaron demasiados) supo ser presidente de nuestra Nación mientras golpeaba y pateaba a su mujer y seducía damas a granel ofreciéndolo a cambio jugosos cargos en el Estado. Delitos e inmoralidades de un psicópata mentiroso e irresponsable que nunca debió estar en ese puesto que jamás hubiera ganado por sí mismo, pero que alguna hada con su varita mágica se lo concedió. Y así nos fue.

Debería, en síntesis, Milei, seguir repudiando el asalto golpista al poder de Maduro, mientras realiza en la Argentina un gobierno absolutamente diferente (no sólo en ideología y en economía, sino también en ética y transparencia) a los del kirchnerismo. Y reconstruir las instituciones con los mejores dirigentes en vez de agredirlos inventando batallas culturales mediante guerrillas mediáticas, que sólo generan nuevas grietas, nuevos odios y para colmo le hacen perder posibles aliados y casi todas las votaciones. Y ni aún imponiendo a Lijo, mediante alianzas non sanctas, podrá cambiar esa realidad si él no decide volver al mejor Milei, al que supo convocar a casi todos los gobernadores para firmar un Pacto de Mayo, que está esperando cumplirse cuando desde el poder se decida abandonar de una vez por todas la lógica de “Intratables”.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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