El próximo jueves 6 de junio se cumplen ochenta años de la Operación Overlord, el nombre en clave del desembarco en Normandía también conocido como el día D, cuando en la operación anfibia más importante de la historia 160 mil soldados, en su mayor parte estadounidenses y británicos, junto a canadienses y un pequeño destacamento francés desembarcaron en la playas normandas, entre ellos 24 mil paracaidistas lanzados detrás de las líneas alemanas enfrentando a la “Muralla del Atlántico” construida con todo tipo de obstáculos y baterías de artillería de grueso calibre.
Simultáneamente Rusia lanzaba la operación Bragatión para expulsar a los alemanes de su territorio y penetrar en Polonia y Rumania. Dos días antes del Dia D el ejército aliado al mando de Colin Clark entra en la ciudad de Roma, después de meses de duro combate penetra la línea Gustav donde se libra la famosa batalla de Monte Cassino.
Alemania estaba retrocediendo en todos los frentes después de la batalla del Alamein en Egipto ante los ingleses concluida el 11 de noviembre de 1942, fecha en que el ejército de los Estados Unidos desembarca en Marruecos iniciando la liberación de los territorios del norte de África bajo el dominio del régimen títere francés de Petain y que confluirán con el ejército británico para cruzar en 1943 a Sicilia y la península italiana.
En Stalingrado el sexto ejército alemán se rinde el 2 de febrero de 1943, luego de meses de combates que costaron la vida de setecientos mil militares y civiles ante el ejército ruso. Solamente en agosto de 1943 logra intentar una ofensiva en el frente oriental librando una batalla, la de Kurs, en la que se utilizan seis mil tanques que termina en derrota para el ejército nazi.
El 11 de noviembre, cuatro días después de Pearl Harbor, Hitler le declara la guerra a los Estados Unidos que contesta horas después con similar declaración. El 8 de noviembre de 1941 el Congreso americano solo le había declarado la guerra al Imperio del Japón, luego de ese ataque sorpresivo. Curiosamente Japón y la Unión Soviética mantuvieron relaciones diplomáticas hasta mediados de1945. Esto le permitió a Stalin traer de Siberia más de veinte divisiones que sirvieron para impedir la caída de Moscú en diciembre de 1941 en poder del ejército alemán.
El presidente de los Estados Unidos trataba de ayudar desde 1940 a Inglaterra con el sistema de préstamos y arriendos y el control del Atlántico Norte, también le dio apoyo a Rusia pero con las limitaciones que imponía la neutralidad y el frente interno ya que en el partido republicano imperaba una corriente aislacionista que se negaba a colaborar con el esfuerzo de Inglaterra y menos con la Unión Soviética. Unas horas antes de Pearl Harbor el líder republcano Williams Taft vociferaba “ni un dólar para la guerra europea y menos para Moscú”.
Esta guerra contra la agresión y el totalitarismo nazi fascista fue posible ganarla por la entereza, la voluntad, el carácter, la habilidad política de Winston Churchill, la personalidad más fascinante del siglo pasado. Este estadista siguió la guerra después de la caída de Francia, en soledad ya que los dos lideres totalitarios Hitler y Stalin se aliaron para repartirse Polonia. La agudeza de Churchill para entender que entre esos dos canallas que tanto sufrimiento le dieron al género humano, era prioritario terminar con Hitler por su mayor peligrosidad es admirable y muestra la importancia de conocer historia que facilita comprender los escenarios a afrontar en el presente y los futuros.
Churchill, además, logró convencer al liderazgo político y militar estadounidense de la prioridad de frente europeo con relación al del Pacífico y comprendió que con el inmenso poder industrial de los Estados Unidos la guerra estaba ganada y era cuestión de tiempo el final victorioso.
De las fábricas y astilleros de los Estados Unidos convertido según palabras de Roosevelt en el “Arsenal de la Democracia” saldrán decenas de miles de aviones y tanques, centenares de buques y submarinos. Abastecimientos en largos convoyes a Inglaterra y a Rusia y a las bases del Pacífico. Rusia suele disimular su alianza con Hitler en 1939 y que sus tropas, que derramaron mucha sangre para liberar su patria del invasor, pudieron avanzar hacia Alemania gracias a los camiones fabricados en Detroit.
Superadas las dudas sobre el punto de ataque al continente, Churchill prefería hacerlo en costas mediterráneas junto a los avances en Italia al imponerse el criterio del general Marshall y su estado mayor americano de penetrar en la costa atlántica de Francia, camino más fácil de abastecer y más directo a Berlín. Un formidable ejército anglo americano con aportes de los países ocupados y canadienses se concentró, entrenó y preparó para la invasión del continente al mando del general Dwight Eisenhower, un notable oficial de estado mayor que preparó con meticulosidad sus planes junto al vencedor del Alamein, Bernard Montgomery.
La cabecera de playa lograda y consolidada en pocas horas abrió el frente occidental que junto al que venía del oriental acabaría a principios de mayo con un régimen infame que degradó hasta lo impensable la condición humana.
* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia y miembro del Instituto Argentino de Historia Militar.