La historia pide más diálogo, y no menos, entre Brasil y Argentina

Desde la vía diplomática ambos gobiernos deberán superar las diferencias, independientemente del pensamiento ideológico de cada presidente.

La historia pide más diálogo, y no menos, entre Brasil y Argentina
Milei fue el gran ausente. Foto: La Voz

Los presidentes Lula y Milei no deben perder de vista que la historia de los conflictos y armonías entre Argentina y Brasil puede remontarse a 1498, cuando el Papa dictaminó la división de América del Sur entre las coronas de España y Portugal. Desde entonces quedó planteado un conflicto por la frontera entre ambas Américas, la lusitana y la hispana, siendo el Río de la Plata un área en disputa.

La creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 es una medida de España en dirección a dominar la llamada “región platina”, en un momento en que la diplomacia británica no estaba en capacidad de impedirlo, dada la situación que se vivía en Norteamérica por la insurrección de las colonias que concentraba las energías militares del Reino Unido.

La relación con Brasil siempre ha sido una prioridad para Argentina, impulsada no solo por la geografía, sino también por la historia. A lo largo del tiempo, los conflictos entre ambos países se han encapsulado primero y resuelto después, prevaleciendo los sectores dialoguistas sobre los confrontacionistas. Un conflicto notable ocurrió en la segunda parte de la primera década del siglo XX, protagonizado principalmente por los ministros de Relaciones Exteriores de ambos países.

En noviembre de 1906, el presidente argentino José Figueroa Alcorta nombró a Estanislao Zeballos como canciller. Zeballos, un hombre de gran prestigio político e intelectual, sostenía posiciones nacionalistas. Enfrente tenía al Barón de Río Branco, una figura central en la diplomacia brasileña, que ocupó el cargo durante tres gobiernos sucesivos. La relación entre ambos no era buena, influenciada por una disputa previa sobre el territorio de las Misiones, fallada en 1893 a favor de Brasil.

Dos factores hicieron escalar la tensión entre ambos países: la decisión del gobierno brasileño de encargar dos grandes acorazados a astilleros británicos, generando alarma en Argentina, y una disputa por la jurisdicción sobre el Río Uruguay entre Argentina y Uruguay. Zeballos propuso la teoría de la “costa seca”, declarando todas las aguas de soberanía argentina, lo cual llevó a Uruguay a buscar y obtener el respaldo de Brasil.

En respuesta, el gobierno argentino inició gestiones para adquirir dos acorazados adicionales a astilleros estadounidenses. La prensa nacionalista en ambos países exacerbó el conflicto, y en Washington y Londres había preocupación. El Barón de Río Branco vio una oportunidad para distender la situación y decidió invitar al ex presidente argentino Julio A. Roca a visitar Río de Janeiro. Roca, que había terminado su segundo mandato en 1904, aceptó la invitación y fue recibido calurosamente en Brasil, donde abogó públicamente por la paz entre ambos países, contrastando con la postura de Zeballos.

Este evento aumentó las críticas contra Zeballos en Argentina y fortaleció la distancia entre Roca y el presidente Figueroa Alcorta, adversarios políticos. En 1908, las críticas nacionales e internacionales llevaron al presidente a reemplazar a Zeballos. Sin embargo, la carrera armamentista continuó, con Brasil ordenando su tercer acorazado y Argentina considerando hacer lo mismo, a un gran costo económico.

En 1910, durante la celebración del primer centenario de Argentina, no hubo delegación oficial brasileña. Ese año, Roque Sáenz Peña fue electo nuevo presidente de Argentina. Nuevamente, el Barón de Río Branco tomó la iniciativa y, a través del representante diplomático brasileño en Roma, invitó a Sáenz Peña a visitar Río de Janeiro en su viaje de regreso a Argentina. Sáenz Peña aceptó y, en la capital brasileña, acordó con Río Branco bajar la tensión y frenar la carrera armamentista. Envió a Ramón J. Cárcano como su delegado personal para negociar en secreto con Río Branco. Ambos propusieron suspender el tercer acorazado encargado por los dos países, acuerdo que fue apoyado y hecho público.

En 1912, el Barón de Río Branco falleció. Ese mismo año, los ex presidentes Roca y Campos Salles reeditaron sus visitas de más de una década atrás, cerrando el ciclo de conflictos abierto en 1906. Este caso histórico subraya la importancia de que aquellos que abogan por la diplomacia y la distensión tengan un mayor protagonismo en la relación bilateral entre Argentina y Brasil, especialmente frente a las tensiones actuales.

En el plano diplomático, la ausencia del presidente argentino Javier Milei en la Cumbre de Presidentes del Mercosur realizada en Asunción, fue una “desatención”, como afirmó el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou. La presencia de Milei en un acto de respaldo a Bolsonaro en el sur de Brasil fue un desafío político innecesario a su colega brasileño. Para el presidente paraguayo, el reemplazo de Milei por su canciller en la Cumbre fue una decepción.

Pero se ha evitado lo peor: que el presidente argentino reiterara su negativa a disculparse por los ataques a Lula -al que calificó dos veces de comunista y corrupto-, lo cual probablemente hubiera llevado al retiro del embajador brasileño en Buenos Aires, en una decisión análoga adoptada recientemente por España.

Le toca a la diplomacia ahora, sin prisa pero sin pausa, reconstruir canales de comunicación que permitan llevar la relación bilateral al nivel que ha tenido hasta no hace mucho tiempo, pese a las diferencias ideológicas entre los presidentes.

*El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

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