¿La guerra fría tecnológica?

Nuestros países no tienen posibilidad de incidir en los conflictos en curso, pero ello no obsta para analizar como el poder del mundo digital está cambiando la política y las relaciones sociales, y encontrar una forma propia de sostener la autodeterminación, un modo de ser nacional y global.

¿La guerra fría tecnológica?
Las grandes potencias están en una especie de guerra fría tecnológica que tiene impacto mundial.

La humanidad enfrenta inagotables riesgos: la polarización política; brechas sanitaria, educativa, económica, hasta el cambio climático. Las amenazas de Internet y de Inteligencia Artificial General son aún más grandes y cercanas; otras residen en la articulación de la ciencia y la tecnología con la lucha por el predominio mundial dentro de un marco de competencia global, que nos recuerda la guerra fría. Donde vivimos bajo la amenaza de la destrucción termonuclear, por la fragmentación del mundo de posguerra con 2 superpotencias, enfrentadas por el predominio de ideologías emergentes de la revolución industrial.

Varias razones explican su fin: la Cumbre de Helsinky, que consagró la inviolabilidad de las fronteras europeas; rechazando todo uso de la fuerza e injerencia en asuntos internos. Como contrapartida 35 Estados firmantes, incluidos EE.UU. y la URSS se comprometieron a respetar los derechos humanos.

En 1984 EE.UU y el Vaticano establecieron relaciones diplomáticas. Esto, y el reconocimiento de los derechos humanos, favoreció las relaciones entre Reagan y Juan Pablo II quienes compartieron su gran interés en expulsar a los soviéticos de Polonia.

La ruptura chino-soviética facilitó a EE.UU establecer relaciones con China y usar esta como un contraataque a la Unión Soviética y su influencia. A fines de los 80 se precipitan los acontecimientos con la caída del muro de Berlín, la disolución de la URSS y el final de la guerra fría.

La Iniciativa de Defensa Estratégica estadounidense para construir un sistema de armas espaciales capaz de prevenir un ataque con armas nucleares estratégicas, generó inversiones en campos como la física de altas energías, computación y supercomputación, materiales avanzados y muchas otras disciplinas críticas de ciencia e ingeniería. Años después ante el Senado se reconoció que la tecnología disponible al momento de su anuncio distaba varias décadas en poder concretarse. Pero su política del uso dual de los avances tecnológicos, que volcaba al mercado desarrollos derivados de esas inversiones, totalmente distante del secreto total de la URSS, fue lo que llevó a terminar con la carrera armamentista que tanto hambre imponía a su pueblo.

Tras la pandemia emerge una nueva globalización; la carrera por la supremacía tecnológica entre EE.UU. y China en los ámbitos económico, geopolítico y militar, resulta un desafío por el predominio mundial en una competencia estratégica, fundamentalmente tecnológica, que podríamos llamar “guerra fría 2.0″, una confrontación permanente que cabalga la tecnología y la geopolítica. La competencia por las próximas generaciones de infraestructura tecnológica, como redes 5G y 6G, computación cuántica, inteligencia artificial, cobra cada vez más intensidad. Es un curso de alto riesgo y los países que regulan estas tecnologías podrían lograr ventajas económicas dominantes, como EE.UU. que usufructuó décadas de liderazgo en computadoras e Internet.

La política de acoplar el desarrollo de CyT con sus empresas “nacionales” de EE.UU y China lleva a la división del mundo real (comercio, movilidad laboral, inversión) y el mundo digital (p.ej.: plataformas y estándares tecnológicos).

El último informe Tendencias Globales 2040, estadounidense, extiende su horizonte temporal de 15 a 20 años; visualizando un mundo hiperconectado con 8 áreas básicas: redes de comunicación, interfaz hombre-máquina; nuevos materiales; procesamiento informático avanzado; realidad virtual; inteligencia artificial: Internet de las cosas y robótica. Para Biden EE.UU. enfrenta como adversarios a: China, Rusia, Irán y Corea del Norte y desafíos de otras potencias emergentes hasta el cambio climático. Apunta a nuevas tecnologías, particularmente el ciberespacio y las 5G. Propone una estrategia de promoción a determinadas industrias, como: inteligencia artificial, materiales livianos, automoción eléctrica y redes 5G a las que se destinaría U$S 300 mil millones.

China proponía convertirse en 2020 en una “sociedad orientada a la innovación” y en líder mundial en CyT al 2050. Focalizada en 17 tecnologías y plataformas tecnológicas como la inteligencia artificial, la biotecnología, las comunicaciones avanzadas y las tecnologías cuánticas como motores de la innovación y el crecimiento económico. Pero lo relevante es que ve la C&T como un espacio global artificial, o “tierra de nadie”.

Nuestros países no tienen posibilidad alguna de incidir en los conflictos en curso. Pero ello no obsta para analizar cómo el poder del mundo digital está cambiando la política y las relaciones sociales, y encontrar una forma propia de sostener su autodeterminación, un modo de ser nacional y global.

El gran desafío de los países periféricos es reconocer la dinámica de las grandes fuerzas humanas y naturales, para minimizar la incertidumbre sobre la dirección del mundo, y del poder, para en ese escenario, construir su autonomía, y capacidades alternativas de proyectar su propio futuro. Una política basada en soluciones para resolver problemas reales. Una estrategia para el futuro, ofrecer a la nación la posibilidad de reinventarse: una educación tecnológica de alto nivel intergeneracional, una infraestructura de información continuamente actualizada, una Agencia de Estrategia Tecnológica Público-Privada puede preparar las bases interdisciplinarias que contribuyan a forjar nuestro camino.

*El autor es director del Centro Latinoamericano de Globalización y Prospectiva

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