La grieta se está corriendo

A simple vista, a la grieta la corrió Javier Milei, pero en realidad empezó a correrla Sergio Massa para resolver la ecuación estadística que le daba como resultado una segura derrota en las urnas.

La grieta se está corriendo
Gerardo Morales criticó a Javier Milei, Mauricio Macri y Patricia Bullrich con indirectas al oficialismo.

La grieta se está corriendo. Ahora divide a los que estaban en una misma vereda. Los que optaron por votar a Javier Milei atacan a los que dudan entre votar en blanco o a Sergio Massa. El desprecio podría tornarse oscuro y viscoso.

De un lado, los cruzados que poseen la verdad revelada acusando de “neutrales” a los que “no se la juegan”, esos “tibios” a los que “vomita Dios”.

La grieta se corre y el tablero político cambia. Ahora parece un ajedrez por el poder entre dos personajes que se odian: Massa y Mauricio Macri.

Massa usa las ventajas que le otorga su cargo y mueve las piezas sin respetar reglas de competencia leal. Pero Macri lo sorprendió con la jugada menos pensada y, cuando su destino era la intrascendencia, volvió a situarse en el centro de la escena.

A esa altura, la trama política ya se parecía a una novela de intrigas y traiciones. En las urnas de la primera vuelta, el escenario se modificó de golpe, descolocando a los que hasta hace poco creían tener el triunfo asegurado por el calamitoso gobierno que encabezan, al menos formalmente, Cristina Kirchner y Alberto Fernández, pero que desde hace más de un año maneja Massa.

Parecía imposible que el hombre fuerte de un gobierno con inflación de tres dígitos, pobreza creciente, inseguridad y escándalos de corrupción, pudiese pasar al ballotage. Sin embargo, no sólo pasó al ballotage, sino que además fue el más votado.

En el amplio espacio donde se reunían los que veían en el kirchnerismo un personalismo ideologizado y sectario, se está produciendo un sisma. Hasta aquí, Juntos por el Cambio (JxC) era un espejo que reflejaba la diversidad de esa vereda de la grieta. Pero apareció Javier Milei y sacó del closet a la dirigencia ultraconservadora que habitaba esa coalición centrista.

También salieron del closet muchos votantes de JxC que se creían centristas pero vibraron de excitación política al escuchar lo que vociferaba con el rostro desencajado en tribunas y sets de televisión, el exponente de un ultra-conservadurismo estridente, que no aboga por la economía de mercado sino por la “sociedad de mercado”, dimensión en la que todo es mercadeable, incluido los niños y los órganos del cuerpo humano, como lo postula Murray Rothbard, el matemático y economista norteamericano que fundó el Partido Libertario.

El resultado de la primera vuelta dejó a los centristas ante una disyuntiva atroz: elegir entre un extremista que niega el cambio climático y reivindica a la más criminal de las dictaduras militares que tuvo la Argentina, y un camaleón político que lleva un año manejando sin escrúpulos morales ni éxitos económicos un gobierno baldío.

La disyuntiva quita el sueño a los auténticos liberales y a los demócratas de centroizquierda y centroderecha. Se sienten atrapados en una pesadilla electoral. O se infectan llevando al poder un ultraderechista rodeado de personajes desmesurados que dicen cosas desopilantes y oscuras; o se contaminan coronando presidente a un advenedizo serial cuyo último salto político lo dejó en la misma vereda de la líder a la que tanto había criticado y denunciado hasta el día anterior: Cristina Kirchner.

A simple vista, a la grieta la corrió Javier Milei, pero en realidad empezó a correrla Sergio Massa para resolver la ecuación estadística que le daba como resultado una segura derrota en las urnas.

Claramente es mayoritaria la Argentina que siente al kirchnerismo como un sectarismo asfixiante, con sobredosis de ideologismo y culto personalista. Pero en esa mayoría hasta ahora coexistían centristas con conservadores de derecha dura.

Massa entendió que su única chance está en dividir la mayoría que aglutinaba anti-kirchneristas y no-kirchneristas de diferente graduación. Por eso aportó a Milei instrumentos para dotarlo de competitividad electoral: candidatos en las listas sábana, fiscales de mesa, aparato político etcétera.

El candidato ultraconservador estaba seguro que ganaría en primera vuelta o, en el peor de los casos, pasaría ballotage, pero encabezando la votación inicial.

Schockeado por el inesperado segundo puesto, Milei empezó a entender lo que le falta para llegar a presidente y para poder gobernar. Por eso al otro día empezó a desdecirse de sus propuestas extremas, a silenciar a sus desbocados allegados y a ofrecerle a Macri ser su caballo de Troya.

Con muchos de sus exponentes silenciados y sabiéndose en riesgo de ser desplazados por macristas, La Libertad Avanza entró en ebullición. También el oficialismo sentirá el impacto del sismo. Y el principal afectado será el kirchnerismo, de por sí relegado bajo la conducción de Massa aunque, en virtud del piso de votantes que aporta, obtuviera muchos lugares en las listas.

El kirchnerismo seguirá empequeñeciéndose a la sombra de Massa, quien no tiene pensado hacerlo revivir sino, a lo sumo, brindarle un final con cuidados paliativos.

* El autor es politólogo y periodista.

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