Históricamente la Argentina se debate entre dos modelos de desarrollo y esto suscita una profunda discusión en el empresariado nacional, constituyendo una verdadera “grieta”. Siempre se planteó la necesidad de contar con “reglas de juego claras”, pero sin acuerdo sobre cuáles debían ser. Definir un modelo de desarrollo significa abordar la discusión sobre el tipo de cambio, la función del Estado, la función de la banca y la tasa de interés, el poder adquisitivo de los salarios, el nivel de ocupación, entre otros debates.
Las grandes empresas, representadas en las instituciones del G-6, con intereses en el mercado externo y las finanzas internacionales como los bancos, la gran industria y los grandes agroexportadores (3% de las empresas argentinas) tienen claridad sobre el modelo productivo que pretenden: Dólar alto, “sueldos competitivos” (bajos), mínima tributación, liberalización del mercado de capitales y un Estado mínimo.
Con una intensa actividad política y de lobby, el establishment impuso políticas públicas regresivas como fueron la quita de retenciones, y de subsidios, liberalización de importaciones, mega-devaluaciones, salida del “cepo” vía Lebacs y un fenomenal proceso de valorización financiera.
Del otro lado, están las empresas vinculadas al mercado interno como el comercio, la industria, pequeños productores, en síntesis, la mayoría de las pymes del país (97% del empresariado nacional y responsables del 70% del empleo). Pero ya sea por su nivel de atomización empresaria y gremial o por falta de conciencia histórica, no cuentan con el mismo nivel de organización ni de definición sobre el modelo productivo y terminan siendo conducidos políticamente por las grandes entidades mencionadas en el párrafo anterior.
El sector vinculado al mercado interno, necesita de sueldos con alto poder adquisitivo para tener un mercado pujante, tasas de interés bajas para invertir, una banca pública que apalanque su crecimiento y un Estado que acompañe el desarrollo integral de todos los sectores con valor agregado y que ayude a abrir mercados para la exportación.
Pensar el desarrollo de la Argentina en toda su potencialidad requiere integrar a ambos sectores a un plan de desarrollo nacional.
Mendoza no es ajena a este debate nacional. La falta de acuerdos mínimos respecto de qué matriz productiva queremos, ha profundizado el estancamiento en la que se encuentra sumida desde hace ya mucho tiempo.
Mientras el G6 imponía su agenda en la política económica nacional de los últimos años destruyendo el tejido pyme del interior, las entidades empresarias que representan a las pymes de Mendoza no estuvimos a la altura de las circunstancias. No nos expresamos de forma firme sobre las tasas de interés al 120%, sobre un endeudamiento externo que financió la transferencia de riqueza al exterior, sobre mega devaluaciones que destruyeron el mercado interno, sobre los beneficios fiscales a los grandes agroexportadores y ninguno para los productores del interior. A pesar de dichos silencios y en contradicción de sus propios intereses, semanas atrás, 33 entidades empresarias de la provincia suscribieron en conjunto un documento que era una réplica de la posición del G6 sobre la intervención de Vicentin. Desde el punto de vista del G6 es totalmente entendible, Vicentin es parte de ellos; las pymes mendocinas no.
Otra manifestación mendocina de la debilidad institucional de las pequeñas y medianas empresas, es el caso de Portezuelo del Viento. Es probable que la “obra del siglo” se construya, pero con una participación ínfima o muy minoritaria de nuestras pymes.
En Mendoza, donde deberíamos profundizar el debate sobre la ampliación de la matriz productiva para salir de una crisis histórica, se impone el desopilante e inconstitucional debate sobre el Mendoexit promovido por nada menos que nuestro ex-gobernador. Por el contrario, muchos de nosotros pensamos que deberíamos estar discutiendo cómo nos integramos mejor al país, ya que hace décadas que Mendoza viene decreciendo en comparación con nuestras provincias vecinas y el país en general.
La cruda realidad se impone. Mendoza, con un Estado sobre-endeudado, pasó de representar el 3.8% al 2.8% del PBI. Llegó la hora que las pymes de Mendoza construyamos nuestra propia agenda, que se articula con los intereses de la mayoría de los mendocinos. Profundicemos el debate en términos de desarrollo, y rápidamente pasemos a la acción.
* Licenciado en Ciencia Política y Administración Pública. Miembro FEM_y AEM. Las opiniones aquí expresadas son de carácter personal y no representan la posición de ninguna institución.