Hace 70 años, el 18 de abril de 1951 se firmó el Tratado de Paris, acto fundacional de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, considerada como el primer paso de lo que luego sería la Unión Europea. Este tratado fue la concreción de la llamada “Declaración Schuman” efectuada por el ministro de Relaciones Exteriores de la República Francesa, Robert Schuman, efectuada el 9 de mayo de 1950, día que por tal motivo luego sería declarado “el Día de Europa”.
Europa trataba de reconstruirse sobre las ruinas humeantes de la Segunda Guerra Mundial y Schuman, en su “Declaración”, propuso que las actividades de Francia y Alemania en materia de Carbón y Acero fuesen regidas por un Alto Comisionado supranacional. La Declaración fue obra de Schuman y de Jean Monnet.
La propuesta fue aceptada con entusiasmo por el Canciller de la República Federal de Alemania, Konrad Adenauer y el Primer Ministro italiano Alcide De Gasperi, logrando la aceptación posterior de Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos. Schuman, Adenauer y De Gasperi, junto a Monnet son considerados los Padres de Europa. Hay un profundo y significativo paralelismo en la vida de estos estadistas, que se pone de manifiesto en su formación, vidas y logros.
Robert Schuman nació en 1886, su padre era francés, pero se nacionalizó alemán en 1871. Estudió en Múnich, Bonn y Berlín y se graduó de abogado en Estrasburgo. Se nacionalizó francés luego de la Primera Guerra Mundial, iniciando una fulgurante carrera política que lo llevó a ser varias veces ministro y jefe de gobierno. La Iglesia Católica lo declaró Siervo de Dios, primera etapa del proceso de canonización, condición ésta poco frecuente en políticos.
Konrad Adenauer nació en Renania en 1876. Estudió Derecho en la Universidad de Friburgo. Fue alcalde de Colonia desde 1917 hasta 1933, época en que lo persiguió el nazismo. Luego de la Segunda Guerra Mundial, retornó a la alcaldía de Colonia y posteriormente fue el primer Canciller de la República Federal de Alemania (1949–1963). Adenauer se comprometió con la decencia, la diligencia, el orden, la moral y los valores cristianos y se dedicó a erradicar el desorden, la ineficiencia, la irracionalidad y la inmoralidad política. Llevó a la Republica Federal a ocupar un lugar destacado y respetable entre los países del mundo.
Alcide De Gasperi nació en Pieve Tesino, Trento en 1881, cuando la región estaba bajo el dominio del imperio austro húngaro. Estudió en Viena e inició su carrera política como diputado trentino en el Parlamento austríaco en 1911. Al finalizar la Primera Guerra Mundial la región de Trento pasó a integrar el reino de Italia y De Gasperi adquirió la ciudadanía italiana, siendo elegido diputado por Trento en el Parlamento Italiano. Por oponerse al fascismo fue condenado a 4 años de cárcel. Finalizada la guerra, De Gasperi se convirtió el líder de la Democracia Cristiana. De 1945 a 1953 dirigió ocho gobiernos italianos. También fue declarado Siervo de Dios por la Iglesia Católica.
En los muy difíciles tiempos iniciales de la reconstrucción europea, De Gasperi, Schuman y Adenauer se encontraban asiduamente y vivieron juntos las primeras grandes etapas de este largo y esperanzador proceso. Entre éxitos y fracasos, nació entre ellos una unión, una solidaridad y una profunda estima recíproca. Ellos tenían una formación similar, un idioma en común (el alemán) y lo que los alemanes llaman “Weltanschauung”, traducido generalmente como “cosmovisión”, pero que es más que una simple visión estática de la realidad, siendo en cambio la experiencia vital que está fundada (no sólo intelectual, sino también emocional y moralmente), en el conjunto de principios de la sociedad y de la cultura en la que se ha formado. Hablar un mismo idioma y tener un Weltanschauung común contribuyó eficazmente a asegurar la paz y bienestar de Europa. Hoy es inimaginable una guerra entre los países de la Comunidad Europea, como tristemente ocurriera durante centenares de años.
Teniendo presente todo lo anterior, surge espontáneamente una pregunta crucial para nosotros como argentinos: ¿Cuál es el idioma común de los argentinos? ¿Cuál es nuestro Weltanschauung? El español no es la respuesta obvia. Un idioma no es simplemente una cantidad de palabras y algunas reglas gramaticales. Un idioma es, también, las ideas representadas por esas palabras.
Para muchos argentinos, numerosas palabras fundamentales no tienen el mismo significado, palabras tales como Democracia, Gobierno, Legitimidad, Solidaridad, Respeto, Justicia, Trabajo, Mérito, Humildad, Abuso, Seguridad, Dignidad y tantas otras que sería muy largo de enumerar.
Se llega a pensar y a temer que está ocurriendo un fenómeno como el que describe George Orwell en su novela “1984”, donde tratan de imponer un “nuevo lenguaje” alterando el significado de las palabras, reduciendo al máximo su uso y creando neologismos de manera tal que buena parte de los ciudadanos limitan su capacidad cognitiva y de comunicación, entorpeciendo sus posibilidades de desarrollo personal y social
Es necesario que los argentinos logremos entendernos, hablando el mismo idioma, aunque parezca difícil o aún imposible. Recordemos la respuesta que José de San Martín le envió (¡desde Mendoza…!) al director Juan Martín de Pueyrredón sobre la imposibilidad del cruce de los Andes: “General, tiene Ud. razón, sé que lo que quiero hacer es imposible, pero es imprescindible”.