La Fiesta de la Vendimia como patrimonio cultural

En la Fiesta de la Vendimia son bienvenidas las experiencias nuevas, pero sin hacer peligrar la continuidad de las tradicionales.

La Fiesta de la Vendimia como patrimonio cultural
"Es deseable que se multipliquen las experiencias “emergentes”, nuevas, sin hacer peligrar la continuidad de las tradicionales, cuya preservación es muy importante". / Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Los tiempos de vendimia ponen año tras año en discusión ciertos temas que se vinculan a los festejos del cierre de un ciclo productivo. Es sabido que en Mendoza, la vitivinicultura ha modelado el territorio de los oasis y ha contribuido a forjar una identidad provincial con reconocimiento no solo nacional sino internacional. No es nuestra intención tratar en este artículo el incalculable valor del patrimonio cultural asociado a la vitivinicultura, sino solo nos referiremos a la fiesta de la vendimia en el marco del debate suscitado en torno de la “película”, que reemplazó a la habitual Fiesta.

Y aquí empieza la confusión: la fiesta tradicional y la película no son productos antagónicos entre los que se debe optar, son producciones muy diferentes y pueden coexistir cuando pase la crisis sanitaria. Es posible y enriquecedor que cada año nuevas actividades y ofertas culturales se sumen a los festejos vendimiales, en el marco de la celebración de la cosecha, no solo de la vid sino de todos los frutos del fin del verano.

Por ello, la nueva producción audiovisual de una “película” no debería poner en cuestionamiento la tradicional “Fiesta de la Vendimia” en el Teatro Griego, con sus fuegos artificiales y la elección de la “Reina”, la “Bendición de los Frutos”, el “Carrusel y Vía Blanca”. Esa fiesta es “Patrimonio cultural inmaterial”, una celebración única y original de esta provincia argentina, que se ha ido enriqueciendo en el tiempo, se repite año tras año y forma parte de la identidad local. Así lo reconocen quienes vienen a verla, ya sea por turismo nacional o extranjero. Esto sucede con otras festividades o eventos culturales en el mundo.

En todo proceso cultural existen prácticas y elementos (bienes o productos) en tres categorías: lo arcaico, lo residual y lo emergente. Lo arcaico proviene del pasado y se incorpora en el presente a través de rituales o prácticas muy pautadas, casi “sagradas” e inamovibles. Luego, lo residual, si bien proviene del pasado es resignificado en el presente y puede actualizarse o revivirse con nuevas prácticas desde las necesidades del presente. Lo emergente finalmente, es lo nuevo que surge en cada presente y que puede no tener vínculo con lo anterior.

Y bien, con la Vendimia podríamos ver cómo algunos de sus componentes tienen caracteres de lo arcaico (la bendición de los frutos, la elección de la Reina) o lo residual, la Fiesta en el Teatro Griego, el Carrusel y la Vía blanca. En general el patrimonio cultural, ya sea material o inmaterial, se vive en el presente como arcaico o residual. No es algo perjudicial sino muy benéfico en el proceso cultural: repetir, volver a ver lo esperado, confirmar que aquello valioso sigue allí, nos da la sensación de seguridad y de continuidad que la identidad cultural requiere. Nos liga con el pasado y nos hace depositarios de algo valioso para entregar como herencia a las generaciones venideras.

Pero también es importante valorizar lo emergente como es el caso de esta producción audiovisual a modo de celebración. Es algo distinto, novedoso, que solo toma el pasado como inspiración pero no tiene nada que ver con las tradiciones instaladas. Es deseable que se multipliquen las experiencias “emergentes”, nuevas, sin hacer peligrar la continuidad de las tradicionales, cuya preservación es muy importante.

Pensemos, por poner un ejemplo, en los Sanfermines o las Fallas Valencianas (España) donde cada año se repiten prácticas centenarias, que los pobladores locales y visitantes disfrutan como si fuera la primera vez.  Otro ejemplo, en las Fiestas de Moros y Cristianos, en varios pueblos de España, se recrea como juego una batalla entre ambos bandos, y nadie piensa que con ello se realiza una apología de la guerra. Por analogía, en el caso local de nuestra fiesta, no significa ser monárquico apoyar la elección de una Reina de la Vendimia.

Es decir, consideremos un juego dentro de la vida cultural de las comunidades el sostenimiento de prácticas que no pueden ni deben ser ideologizadas, sino que deben tomarse simplemente como tradiciones. Son expresiones lúdicas, no literales: una Reina que regala melones desde un carro es parte de una representación por completo inofensiva. Las objeciones inadmisibles podrían multiplicarse, alguien podría decir: “no debería hacerse más la bendición de los frutos, porque éste es un país laico”, y sería absurdo.

La película fue un buen intento de hacer algo nuevo, pero es necesario tener un guion apropiado al fin y público al que está dirigida. Si bien tuvo aspectos logrados como producto audiovisual, los temas tratados dieron mensajes confusos, y en algunos casos ininteligibles para alguien que no fuera local o que no tuviera cierta formación histórica. Desconocemos la recepción que tuvo su difusión en otros países, pero es seguro que nadie entendió nada de Mendoza a partir de la película.

En el futuro debería promoverse la producción de películas y documentales en el marco de la vendimia definiendo con claridad los mensajes. Cada espacio cultural podría proponer temas y actividades. Desde el campo patrimonial, sería auspicioso que se promovieran visitas y videos mostrando todo el valioso patrimonio material e inmaterial de la agroindustria y cultura del vino.

Sintetizando, hay mucho por hacer, pero no debe ser a expensas de echar abajo lo tradicional, no debe oponerse lo nuevo a lo que ya es un valioso y único patrimonio con gran impacto como recurso turístico. No matemos a la gallina de los huevos de oro.

*La autora es Investigadora del CONICET.

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