La elección en Venezuela

El gobierno de Maduro asumirá un nuevo desafío electoral con una oposición diezmada y silenciada por su régimen dictatorial. Hay gran expectativa en la región.

El presidente de Venezuela Nicolás Maduro. Foto: Los Andes
El presidente de Venezuela Nicolás Maduro. Foto: Los Andes

El 28 de julio se realiza la elección presidencial en Venezuela: no hay dudas sobre el resultado, pero sí en cuanto a la actitud que asumirá el régimen de Maduro frente al mismo.

El chavismo lleva un cuarto de siglo ejerciendo el poder en forma permanente. Se inició a fines del siglo XX con la llegada al poder del entonces teniente coronel Hugo Chávez, un militar nacionalista que había encabezado un fracasado golpe contra el gobierno constitucional.

Producto de una clase política que no distribuyó la importante renta petrolera que el país tuvo a finales del siglo XX, se acumuló un resentimiento en los sectores populares que se vio representado en la propuesta de Chávez, que en esos años era un nacionalismo con características populistas, pero lejos de la izquierda.

A comienzos del siglo XXI, un frustrado golpe de Estado fue el punto de partida de un giro hacia la izquierda castrista que se materializó en una alianza con Fidel Castro, un experto en resistir acciones hostiles de diverso tipo provenientes de los Estados Unidos. La influencia del régimen cubano sobre el venezolano fue gradual pero creciente. Se presentó como modelo para el nacional-populismo venezolano, impulsando la estatización de empresas, tomando el control de los servicios de inteligencia y alineando a las Fuerzas Armadas.

Chávez adoptó entonces una definición, asumiendo su nueva afiliación socialista. El régimen se fue endureciendo para reprimir a la oposición. Los procesos electorales se hicieron cada vez más manipulados a medida que fue cayendo la popularidad del régimen.

Regionalmente Chávez creó la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) junto con Castro, aglutinando a las fuerzas de esta orientación que fueron ganando terreno en la región. Lula, que estuvo en esa década en el poder en Brasil, jugó un rol moderador respecto a Chávez en los momentos más difíciles, pero con efectos limitados. El líder venezolano muere en 2013, lo que dejó en el poder a su vicepresidente, Nicolás Maduro, un dirigente sindical de origen comunista, con una mayor solidez ideológica en esta línea que su predecesor.

Durante la década que lleva Maduro en el poder, las elecciones fueron manipuladas, con la sola excepción de una legislativa que ganó la oposición. Los distintos líderes opositores fracasaron en liderar y cohesionar las acciones para enfrentar al régimen. La más relevante fue la encabezada por Juan Guaidó a comienzos de la presente década, que llegó a constituir un gobierno paralelo reconocido por Washington, la Unión Europea y también por países de América Latina. Pero no logró afianzarse y se fue diluyendo gradualmente durante dos años. Maduro se vio así reforzado en su control de los resortes del poder.

Un cuarto de siglo de dominio chavista en las Fuerzas Armadas ha anulado cualquier posibilidad de reacción. El régimen se consolidó en el marco de un gran fracaso económico y social. Venezuela, durante el chavismo, fue el país de la región que ha tenido más emigración, la que algunas estimaciones llevan a cerca de seis millones sobre una población que hoy tiene veintiséis millones. Estados Unidos y sus aliados han impuesto sanciones económicas a la Venezuela chavista, las que han aislado al país en términos de comercio internacional y limitando su exportación de petróleo, lo que agravó la situación económica y la crisis social.

De acuerdo a todos los sondeos, la oposición esta vez ganará, pero se mantiene la incertidumbre sobre la actitud que adoptará Maduro, es decir si reconocerá o no este triunfo. María Corina Machado es la dirigente opositora con mayor popularidad. Ha logrado ser la líder que ha unificado a la mayor parte de quienes no están con el Gobierno. Si se presentara ganaría con certeza, pero el gobierno ha vetado su candidatura, apoyado por una Justicia alineada con el régimen.

Tras una breve candidatura de una académica que no prosperó, Machado presentó para la presidencia a Edmundo González Urrutia, un diplomático jubilado sin experiencia política. Pero ella ha logrado trasladar a su candidato gran parte de su popularidad, y si la elección fuera libre ganaría.

La campaña opositora ha sido hostilizada con amenazas, agresiones y detenciones. El proceso electoral fue iniciado en el marco de un acuerdo entre Maduro y la oposición, negociado y corroborado por países occidentales tanto de Europa como de América Latina. Pero a medida que se fue desarrollando el proceso electoral, Maduro fue desconociendo los compromisos. La supervisión internacional de la elección en gran parte se suspendió y la Unión Europea no cumplirá esta función. Sin una supervisión creíble, un triunfo de Maduro no será reconocido internacionalmente por la mayoría de los países del mundo.

El presidente venezolano puede recurrir a maniobras para diluir el resultado electoral, como generar un conflicto militar con Guyana, país con el cual tiene en disputa una rica zona petrolera en la frontera entre ambos países. Maduro, teniendo a Fidel Castro como modelo, probablemente desconocerá el resultado, aunque no está claro cuáles serán sus argumentos. Puede producirse una reacción de la oposición con manifestaciones en las calles, pero el gobierno venezolano tiene experiencia para manejar este tipo de desafíos.

El autor de esta nota es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

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