La educación nacional, de Sarmiento a Milei

En Educación se observan bastantes parecidos entre Milei y Rosas, aunque el presidente declame a Sarmiento y Roca, los dos grandes artífices de la revolución educativa argentina.

La educación nacional, de Sarmiento a Milei
"De la Educación Popular", libro escrito por Domingo Faustino Sarmiento.

“Por un convencimiento tácito en unos países, por una declaración explícita y terminante en otros, la educación pública ha quedado constituida en derecho de los gobernados, obligación del Gobierno y necesidad absoluta de la sociedad, remediando directamente la autoridad a la negligencia de los padres, forzándolos a sus hijos, o proveyendo los medios a los qué sin negarse voluntariamente a ello, se encuentran en la imposibilidad de educar a sus hijos. Esto es lo que resulta de la legislación y práctica de los Estados Unidos, de la Prusia y Estados protestantes de la Alemania y de la Francia después de la revolución de 1789, y de la organización dada a la instrucción primaria por Napoleón, remodelada bajo el gobierno producido por la revolución de Julio. La revolución de 1848 trae ya establecido como un dogma social que el Estado debe asegurar la educación elemental a todos los individuos de la nación, lo que importa primero la declaración del derecho que todos tienen a recibir una educación competente, y la protección que el Estado o la fortuna nacional deben dispensar a los que no puedan hacerlo por si mismos”.

Así inicia su libro De La Educación Popular al regreso de un largo periplo por Europa, el Norte de África y los Estados Unidos Don Domingo Faustino Sarmiento. Viaje precisamente realizado para estudiar los sistemas educativos europeos enviado por el gobierno de Chile y que Sarmiento, con acierto, extendió a los Estados Unidos.

Mientras tanto, en las provincias argentinas, se habían cerrado Colegios, como el fundado por San Martin en Mendoza. En Buenos Aires el gobernador Juan Manuel de Rosas había dispuesto que los alumnos pagaran los sueldos de los profesores de la Universidad y del Colegio. Años después, en el exilio, enterado de la labor educativa de Sarmiento como presidente con la colaboración de su joven ministro de instrucción pública Nicolás Avellaneda que en su período de seis años triplicó la asistencia escolar y creó las escuelas normales, decía “este loco no entiende que si van a la escuela faltará gente para trabajar” mostrando una supina desinformación sobre las transformaciones en el mundo a pesar que residía en el Reino Unido, el motor de la revolución industrial.

Siglos antes, Felipe II sostenía la inconveniencia de instruir a los pobres y a las mujeres en documentos que enviaba a sus funcionarios en las provincias de su vasto imperio y además prohibió a los que estudiaban cursar estudios superiores en Universidades extranjeras; prohijaba el aislamiento que impide la circulación de ideas, novedades, innovaciones y que es un camino seguro a la decadencia y la pobreza.

Sarmiento había sufrido en carne propia la falta de oportunidades educativas. En San Juan, el gobernador aceptó la oferta de Rivadavia de seis becas por provincia para estudiar en el Colegio de Ciencias Morales, pero los beneficiarios fueron los más allegados al poder de entonces. Otros gobernantes no mandaron a ningún joven, como tampoco fundaron escuelas en gobiernos que se prolongaron por décadas.

En Educación se observan bastantes parecidos entre Milei y Rosas, aunque el presidente declame a Sarmiento y Roca, los dos grandes artífices de la revolución educativa argentina. Como lo señalara en un reciente artículo el periodista Rogelio Alaniz, su discurso llego de improperios, agravios y por momentos soez es también comparable a los de Rosas.

La educación soporta problemas desde hace unos 30 años. Ahora algunos aspiran a sacarse el tema de encima, como ausente de las responsabilidades del Estado. En los años 90 sucedió algo parecido, pero se instrumentó transfiriendo la educación secundaria y los profesorados a las provincias, con el argumento válido en teoría de que la atención de cercanía redundaría en una mejora de los servicios educativos. Eso es teoría, porque darle la educación secundaria y los profesorados a gobernadores como Juárez o Quintela es canallesco.

Como si esto no bastara, a una improvisada en el ministerio de Educación de la Nación se le ocurrió imitar una reforma española, país que pocas lecciones en educación puede dar como que en 1960 su tasa de analfabetos era cuatro veces superior a la Argentina.

En este siglo los gobernantes, con la excepción del gobierno de Macri, no quisieron medir los aprendizajes ni la calidad de los elencos docentes. Cuando se lo pudo hacer hemos comprobado el cuadro dramático de la educación argentina, con alumnos que pasan años sin aprender a leer de corrido o en el secundario con problemas de interpretación de textos y desconocimiento de nociones básicas de matemáticas en el último año. No puede extrañar cuando en las evaluaciones docentes que se han podido hacer el 40% no las aprobó.

El equilibrio fiscal es indispensable como contar con reservas sólidas de divisas y estabilidad monetaria pero no es suficiente. Hubo un país gobernado por casi medio siglo por un dictador, el Portugal de Oliveira Salazar, reunía todos los requisitos en materia fiscal y monetaria con reservas en oro. Sin embargo, era el estado más atrasado y pobre de Europa Occidental. Secuela de dictadura, aislamiento y analfabetismo.

* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia y miembro del Instituto Argentino de Historia Militar.

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