La educación es el camino

La educación es el camino
Imagen Ilustrativa / Archivo

La educación es más poderosa que un ejército, nos legó el Libertador José de San Martin y tomando como base ese concepto no debe parecernos extraño que, para los tiempos por venir, la educación sea el camino. No solo un camino ¡sino el único!

Y para ello comparto el lucido pensamiento del brillante jurisconsulto Juan Bautista Alberdi cuando, hace más de 150 años, nos advirtiera sobre la necesidad de combatir el hambre y la ignorancia porque el hambre se vende y la ignorancia se equivoca.

Aunque parezca utópico, el único camino para lograr resultados diferentes pasa por la educación.

Volver a los tiempos de Roca, de Sarmiento, de Avellaneda quienes sostuvieron los ideales de una sociedad ilustrada, laborando en la búsqueda de una educación de excelencia como único método para integrar, incluir y superar circunstancias adversas.

También para formar seres libres, capaces de elegir como vivir su vida respetando la vida de los demás y dentro de la ley.

Yo tuve el privilegio de tener maestros y entre ellos a mi madre en una humilde escuela rural, nuestros hijos se educaron con docentes y nuestros nietos espero que no vayan camino a hacerlo con apenas trabajadores de la educación.

Y lo grave de esta situación es que el que no aprende no sabe. Si no sabe no puede elegir. Si no puede elegir con libertad, otros lo harán en su nombre.

Domingo Faustino Sarmiento lanzó la consigna: Eduquemos al soberano y al término de su gestión Argentina era el país mejor educado de América Latina a la par de Estados Unidos.

Si aquel sueño de Sarmiento se hubiera concretado en el transcurso de los tiempos estoy convencido de que muchas de las preocupaciones que hoy nos asaltan ante el panorama político que nos envuelve, no serían tales.

¿Hemos pensado cuántos y cuáles serían los cambios si consideráramos que parte de los financiamientos que proveen los Estados por si o a través de los organismos internacionales de crédito se dedicaran a proyectos educativos?

¿Cuantos becarios podrían acceder a niveles superiores al través del apoyo de empresas y/o particulares que accederían al rol de padrinos si se les hiciera conocer tal posibilidad?

Y esto nos es utópico dado que responde a una experiencia personal que me toca como padrino de un brillante estudiante secundario de una escuela técnica de la Ciudad de Buenos Aires, a través del programa de becas que sostiene el Rotary Club decano con la colaboración de empresas, socios y terceros, el que beneficia a alrededor de 100 alumnos que tienen por delante un futuro promisor como consecuencia de la solidaridad del club y los donantes.

La educación es el camino, vuelvo a repetir, con el convencimiento de que resulta la mejor inversión para los tiempos por venir porque los equipamientos obsolecen o se deterioran con el paso de los años mientras que la educación se proyecta y multiplica generando mejores personas, extendiendo un manto de capacitación y elevación de los niveles de vida que benefician a todos.

Aceptemos que la educación en nuestra región, salvo honrosas excepciones, hace décadas que atraviesa una larga meseta. Su alumnado aprende, básicamente, las mismas cosas que hacen 10 o 20 años, o menos, en el caso de la comprensión lectora que cada vez es menor de acuerdo a distintas y serias evaluaciones internacionales.

El problema no está centrado en que no avanzamos sino que el resto del mundo lo hace aceleradamente impulsado por la revolución tecnológica y del conocimiento.

Según los especialistas hacen falta cambios pedagógicos, docentes más motivados, reconocidos y capacitados y, por sobre todo ello, una sociedad que acompañe, que vuelva a poner la educación en el lugar que alguna vez tuvo, como lo dije antes.

¿Habrá llegado el momento de que nuestra ciudadanía comprenda la trascendencia del rol que tiene por delante?

A nosotros, a todos sin excepciones, nos compete la tarea de honrar su continuidad aceptando la necesidad imperiosa de volver nuestra mirada a las evidencias del túnel de nuestros tiempos y trabajar para que ellas se repitan dejando un legado representativo de nuestra lealtad hacia los principios de aquellos que echaron las bases del país grande que alguna vez fuera nuestra Argentina.

Lealtad demostrativa que no responde a clase social alguna ni a evidencias económicas o de capacidades intelectuales porque es algo que llevamos dentro de nosotros mismos formando parte de nuestro ser.

Porque es propia la responsabilidad de que nuestro pueblo sea el reflejo de los valores y la conducta de sus integrantes.

Porque hemos nacido con esos valores, porque hemos crecido respetándolos, porque los consideramos como la privilegiada y más valiosa de las herencias recibidas de nuestros mayores. La que nos pide que la honremos a cabalidad asumiendo el compromiso de transferirla a quienes nos sucedan, sus legítimos depositarios y, además, sus responsables continuadores

* Abogado - Dirigente rotario.

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