Los hechos violentos sucedidos en el sur argentino, donde se han usurpado propiedades privadas de personas, instituciones y del Estado, incendiado viviendas y atentado contra templos católicos, quemado la bandera nacional, sitiado a familias y perturbado la libre circulación carretera, por grupos que desconocen la soberanía argentina, requiere la atención del Estado, pues está en juego su autoridad, el monopolio de la fuerza, y sus deberes para la sociedad en cuanto dar seguridad a la población y sus bienes.
Algunos frívolos han comprado el mito de la población “originaria”, dueña de las tierras.
En primer lugar, investigaciones de destacados antropólogos, demuestran que más de la mitad de los argentinos tiene ascendientes que estaban en estas tierras antes de la llegada de los europeos con la conquista; es cuestionable, entonces, la aseveración de Octavio Paz que los mexicanos descienden de los aztecas y nosotros de los barcos.
Es que esto escribe asistió, el año pasado, a un interesante diálogo entre Gonzalo Roca, sobrino bisnieto del general Roca y el bisnieto del Lonko Ancalao. Esta tribu defendió a Bahía Blanca de los malones de Calfucurá. Cuando se construyó Puerto Belgrano en tierras por ellos ocupadas, recibieron en compensación ciento catorce mil hectáreas entre Neuquén y Rio Negro.
Ancalao distinguió entre tribus asentadas hace siglos en la Argentina. Las llegadas en el siglo XIX desde Chile como la de Calfucurá, hostilizados en Chile, por haber colaborado con los españoles en la guerra de la independencia y las nuevas migraciones.
La población indígena que habitaba en la Argentina al momento de las campañas militares, para, integrar al Estado todo el territorio argentino se, han integrado. No olvidemos, que, Namuncurá se convirtió en coronel del ejército argentino y parte de sus hombres fueron soldados o marineros de la escuadra nacional.
Los conflictos los están provocando grupos inmigrados hace pocos años desde Chile, donde los gobiernos, sean conservadores o socialistas, no toleran discusiones sobre la soberanía en la Patagonia chilena.
No es serio hablar de tierras ancestrales cuando una característica de las tribus del sur era el nomadismo. Unos vivían de la recolección, la caza y la pesca. La confederación de tribus organizada por Calfucurá del saqueo de ganado para comerciar en Chile y subsidios del gobierno para tratar de pacificar y convivir con ellos, y el rescate de los cautivos.
No hay solo un conflicto sobre unas tierras, sino el cuestionamiento a la soberanía argentina. Por eso no han sido casuales los cuestionamientos a la figura del general Julio Argentino Roca. La campaña de Roca al desierto nunca fue descalificada por ninguna corriente ideológica. Desde dirigentes del partido comunista a figuras del nacionalismo como Rodolfo Irazusta, valoraban su aporte a la construcción del Estado y la ocupación del territorio.
Políticos de partidos cuyo origen no tenía vinculación con las fuerzas conservadoras, como Frondizi, Oscar Alende o Arturo Jauretche, fueron elogiosos con las políticas de Roca en su avance hacia el Sur y el Chaco. Lo mismo intelectuales del denominado socialismo nacional como Abelardo Ramos o Terzaga, este autor de un enjundioso trabajo en dos tomos sobre la obra del dos veces presidente de la Nación.
A Roca se lo ha cuestionado desde los escritos de un intelectual anarquista, corriente que aboga por la abolición del Estado. Osvaldo Bayer, desde esa corriente ha calumniado a Roca, llegando a calificarlo de genocida, banalizando ese término. Mal puede haber genocidio cuando entre 1820 a 1880 hubo numerosos combates con miles de muertos en ambos bandos, con indios entre las fuerzas nacionales y blancos colaborando con las tribus.
Bayer llego a sostener que la Patagonia no era ni argentina ni chilena, sino de los araucanos.
Llama la atención, que, el kirchnerismo con su lenguaje de exaltación estatista, haya tomado el discurso anarquista de Bayer. Una más de las contradicciones de los discursos políticos.
Por cierto hay un problema y es la primera función del Estado asegurar el ejercicio de su soberanía, monopolizar el uso de la fuerza y proveer seguridad a los habitantes de esas provincias argentinas, a sus personas, a sus propiedades y a los que circulan por las rutas del sur.
*El autor es Miembro de la Academia Argentina de la Historia.