El hartazgo por la eterna cuarentena también alcanzó a la política. Los funcionarios ya no pueden escenificar fácilmente sintonía y amabilidad en momentos en los que gran parte de la ciudadanía comienza a exigir soluciones para la crisis económica que potenciaron las medidas restrictivas.
La solitaria imagen de Alberto Fernández, el viernes, anunciando una vez más cómo sigue el aislamiento social no pasó inadvertida. Ya no estaban a su lado Rodríguez Larreta, fundamentalmente, y Kicillof. No hubo “cadena nacional”; el Presidente eligió un rincón de Olivos para grabar un corto informe que circuló por las redes. Pero el condimento fue, otra vez, la referencia a la situación en el interior, muy especialmente en Jujuy y Mendoza, dos provincias gobernadas por radicales a los que el virus comenzó a acosar con consecuencias políticas inevitables en este tenso momento. Está claro, por otra parte, que el estilo de gestión del Frente de Todos va desgastando la muy frágil relación con la oposición con que arrancó en diciembre. Tal vez por eso el jefe de Gobierno porteño, Rodríguez Larreta, marcó diferencias con respecto al debate del paquete judicial, mientras que la Nación confrontó con el gobierno de CABA en educación.
En el gobierno provincial ya habían tomado nota de la minuciosa referencia que hecha por el Presidente al crecimiento de casos de Covid 19 en Mendoza durante el anuncio del período de cuarentena que finaliza mañana. Pero en esa oportunidad, más allá de alguna diferencia de criterio, Suárez no alteró su relación con la Casa Rosada fiel a su estilo de superar diferencias por la vía del diálogo.
No pasó lo mismo en esta oportunidad. La ronda de consultas del Presidente incluyó a Mendoza entre las muchas provincias que ya generan preocupación por la multiplicación de casos. La reunión virtual del jueves fue tensa, por momentos muy tensa. En el gobierno local señalan que nadie se debe sorprender por la reacción de Suárez; “cuando se tiene que plantar se planta”, sostienen en su equipo. Eso es lo que sucedió al discutirse con el jefe del Ejecutivo nacional sobre el avance de contagios en nuestra provincia. “Lo que cuestionó fue la crítica que hizo Alberto Fernández, esa sería la definición correcta de lo sucedido”, comentó uno de los ministros locales. Se refería a una suerte de reprimenda que ensayó el Presidente hacia el mendocino que éste para nada aceptó y retrucó. Por eso las decisiones sobre lo que pasará en los próximos días se tomarán en Mendoza.
Gran parte de la molestia en el equipo de gobierno local es por la equiparación que desde Buenos Aires le dan a la situación en Mendoza con la del AMBA. Es discutible; la Capital Federal y el Conurbano se han mantenido con una curva ascendente de casos durante largas semanas de encierro bastante estricto, mientras que Mendoza fue la primera provincia con área metropolitana populosa que abrió paulatinamente su economía, hace ya casi dos meses.
Aquí siguen apostando al cumplimiento de las normas básicas preventivas por parte de la gente, aunque reconocen que los excesos, con reuniones sociales, fiestas, juntadas, etc, es lo que llevó a la inminente saturación del sistema de salud. Esas citas seguirán prohibidas, pero la admisión oficial de que un elevado número de personas no respetó las restricciones dispuestas es lo que potencia la incertidumbre con respecto a lo que pueda llegar a ocurrir en las próximas semanas en Mendoza.
Lo que sí admiten en el Gobierno es que hay una fuerte tensión en el sistema sanitario como consecuencia del crecimiento de casos de contagio que requieren internación. El porcentaje de camas ocupadas es muy elevado y ello obliga a las autoridades a buscar mecanismos que alivien dicha situación. Por eso la búsqueda de menor movimiento en las calles.
Los colaboradores de Suárez también destacan, pese al revuelo generado en estos últimos días, que nadie puede salir a criticar alegremente porque se está cumpliendo lo que el propio Ejecutivo advertía desde hace más de un mes en cuanto al crecimiento de casos. La estrategia consistía, y consiste, en monitorear el día a día de la pandemia tratando de que la actividad económica no volviera a resentirse por la nueva adopción de medidas restrictivas. Pero, ahora llegó el momento de tomar decisiones importantes para frenar focos de contagio y permitir que los centros asistenciales habilitados para atender casos de Covid 19 no se saturen completamente. Comienza a ponerse en juego la gestión en el área de la salud.
Como ya se informó, en base a lo que dijo el Gobernador tras reunirse con los intendentes del Gran Mendoza, volverán algunas limitaciones en todo lo relacionado con las actividades sociales, no así con las comerciales. Pero la última palabra se conocerá mañana, teniendo en cuenta que habitualmente Suárez y su equipo primero se interiorizan de los alcances de cada decreto presidencial y luego resuelven. La idea sigue siendo la de cerrar al público bares y restaurantes en los próximos días, lo mismo que clubes y gimnasios. También podría haber novedades con los distintos cultos, que vienen manteniendo celebraciones muy acotadas.
Los sectores del comercio y la producción de nuestra provincia expresaron su preocupación ante una posible vuelta atrás de las actividades, algo que descarta por el momento la administración de Suárez. Algunos dirigentes gremiales empresarios le pidieron públicamente al Gobernador que no ceda a eventuales presiones políticas, en alusión al gobierno nacional, para volver a fases de aislamiento a raíz del aumento de los contagios. Este empresariado solidario con Suárez dice estar convencido de las aludidas actitudes políticas no sólo por las críticas a la situación sanitaria local, sino, además, por considerar que Mendoza, efectivamente, ha venido sufriendo retrasos en la derivación de recursos por una cuestión de no alineamiento partidario.
En una línea similar se expresó el político y periodista mendocino Luis Rosales, que a través de las redes sociales le dijo a Suárez que “evite los errores de Buenos Aires. La cuarentena no detiene al virus, solo lo demora. Hay que testear masivamente y organizar un ejército de rastreadores para detectar y aislar nuevos casos y sus contactos. Mendoza está a tiempo”.
Mientras tanto, en el peronismo mendocino toman mayor distancia del gobierno local para no apartarse de la mirada crítica que ahora parece tener el Ejecutivo nacional de la administración de Suárez. Ayer el intendente Emir Félix dijo que el diálogo con el Gobierno se encuentra cortado desde hace tiempo y alarmó a quien lo entrevistaba, el periodista Nelson Castro, al indicarle que en San Rafael hay sólo cuatro médicos terapistas para hacer frente a los casos de coronavirus en los hospitales de aquella zona.
Félix se mostró molesto por no haber sido convocado por el Gobernador para analizar las nuevas estrategias teniendo en cuenta que el departamento del sur provincial comenzó a sumar casos en forma alarmante recién este mes, luego de varios meses totalmente calmos. Pese a esa situación el intendente siempre mantuvo a su territorio “cerrado”, originando muchas críticas de varios de sus pares y de empresarios y comerciantes. Ahora los casos producidos de alguna manera demuestran que su exigente previsión no era tan desacertada.
El grueso de la dirigencia local del PJ, alineada con el kirchnerismo nacional, viene repitiendo con insistencia que la situación económica en general no decayó por culpa de la pandemia sino como consecuencia de las medidas adoptadas durante los cuatro años de gobierno de Macri, con alguna participación de Cornejo a nivel local. Además de constituir una postura muy discutible, está claro que las provincias en general sufren de frente los efectos de la parálisis económica dispuesta, entre otras razones, por no tener la posibilidad de emitir que sí tiene la Nación y que ha servido para que el gobierno de Fernández mantenga una más que aceptable cercanía con los sectores productivos y sociales más castigados. Una cuestión coyuntural de alto costo que hará ver sus consecuencias.
Suárez ya sabe que, resquebrajado en parte su vínculo con la Nación, seguramente habrá una actitud más dura por parte del justicialismo, su principal oposición aquí. En ese contexto, mantener en pie el sistema de salud ante el embate de la pandemia puede resultar fundamental para la gobernabilidad.