Al filo de la medianoche, el país eligió el dilema que definirá la elección presidencial: será el más simple y previsible de todos; se votará entre la continuidad o el cambio. Pero la novedad fue que el vehículo de cambio preferido -en la primera vuelta de las tres que tiene la elección- no fue la principal coalición opositora, sino un candidato que emergió a instancias de la crisis, y creció porque se aceleró la crisis.
Los dos referentes de los anclajes que caracterizaron a las últimas elecciones presidenciales habían anticipado un escenario de tres tercios, que finalmente se confirmó. Cristina Kirchner y Mauricio Macri advirtieron al declinar sus candidaturas que el electorado tendía a fragmentarse. No en mitades, sino en tercios. Esa intuición se confirmó. Con una sorpresa: Javier Milei condujo al tercio emergente a la pole position de la elección presidencial.
El candidato del gobierno, Sergio Massa, arrastró al peronismo a una elección por debajo de su piso histórico. Una derrota previsible; el oficialismo eligió como candidato al ministro de Economía de una economía en desgracia. Sólo el núcleo duro de la militancia oficialista le arrimó un caudal de votos similar a los que obtuvo en los tiempos en los que caminaba por senderos de oposición. Cayó derrotado incluso en Tigre, sede de su corporación de negocios.
Para recuperarse en la primera vuelta, Massa propuso un dilema distinto para la elección presidencial. Tomó prestada de Axel Kicillof la formulación discursiva: dijo que en octubre se elegirá entre los que conquistaron derechos y los que vienen a conculcarlos.
Para imponer ese diseño de campaña tiene dos grandes obstáculos. El primero es que ayer dos tercios del electorado le dieron la espalda a esa idea. El segundo es que el triunfo de Javier Milei le complicará desde hoy al Massa-ministro el manejo de la crisis. Al correrse hacia la derecha el eje ideológico de la discusión política, a Massa se le hará doblemente difícil administrar el derrumbe económico con la displicencia populista que ensayó durante un año. El FMI y los mercados lo esperan para señalarle que el voto giró hacia propuestas en las antípodas de la expansión del gasto fiscal, el despilfarro monetario y el aumento incesante de la presión impositiva.
Disrupción
En Juntos por el Cambio el sorpasso de Milei fue un choque con la realidad. La principal coalición opositora perdió la condición de principal. Fue la consecuencia de un proceso anunciado. Sus principales dirigentes decidieron, tras el triunfo que obtuvieron en 2021 y a sólo dos años de perder el gobierno, que el único método admisible para dirimir su autocrítica de la gestión Macri, renovar sus liderazgos y definir una oferta electoral unificada era permanecer en guerra interna hasta la noche de ayer.
Pese a que la crisis se aceleraba a todo vapor, le pidieron paciencia a un electorado impaciente hasta que concluyera su guerra intestina. Mientras sus dos principales candidatos debatían sobre la fórmula alquímica del cambio, Milei capturó la nitidez emocional del cambio demandado.
Se trata de una disrupción de primera magnitud para la estrategia electoral de Juntos por el Cambio. Todo su diseño de campaña venía bocetado para seducir una migración de regreso de electores que se fueron con el candidato libertario. Son votos que ahora serán más proclives a estacionarse que a regresar.
La conmoción política que esta nueva escena provocó en Juntos por el Cambio fue perceptible. En cada elección de múltiples etapas, el primer acto de campaña de la fase que viene es el acto de celebración de la elección que fue. Patricia Bullrich tropezó con un saludo a Milei. Recibió como respuesta un cachetazo del libertario. El primer acto de campaña de Milei fue declararse como la verdadera oposición.
Horacio Rodríguez Larreta tampoco reaccionó con reflejos. Insistió con el dilema que intentó imponer sin éxito: tranquilidad antes que conflicto. La elección de Milei instauró la potencia de un conflicto nuevo y más intenso, antes que la moderación de las apelaciones contra la grieta.
El nuevo escenario de tercios nació con un formato inesperado: a la iniciativa la conquistó por ahora Milei, no las coaliciones que venían intentando contener los crujidos del conflicto político. El triunfo del candidato libertario fue contundente incluso en la dimensión territorial, que se vaticinaba como un imposible para una fuerza política nueva, sin estructuras de proselitismo y fiscalización similares a las del PJ y Juntos por el Cambio.
La crisis impuso su candidato y ahora el candidato será un actor central de la misma crisis que lo entronó. A la elección general le quedan todavía dos vueltas. Nadie puede predecir todavía un resultado definitivo.