La complicidad kirchnerista con la dictadura de Maduro

Cristina Fernández de Kirchner debería meditar acerca de sus responsabilidades parciales en la gestación de este monstruo político que es la Venezuela chavista, sobre todo en su versión madurista, la cual hasta el momento ella siempre apoyó.

La complicidad kirchnerista con la dictadura de Maduro
Cristina Kirchner le entregó la orden del General San Martín a Maduro el 8 de mayo de 2013.

Gracias al petróleo y gracias a la soja, el chavismo y el kirchnerismo respectivamente recibieron desde que asumieron el gobierno, los beneplácitos de la madre tierra y de una situación mundial que hizo subir el valor internacional de esos commodities a precios superlativos. Los presidentes Hugo Chávez y Néstor Kirchner lo tenían todo para convertir a sus países en verdaderas potencias latinoamericanas, en una situación muy parecida a la que tuvieron los países de la OPEP cuando en los años 70 el petróleo también alcanzó valores récords. Pero en un caso y otro la política se impuso sobre la economía, pero no cualquier política, sino la peor: la mera acumulación del poder para construir nuevas y ricas oligarquías que a la larga dejaron a sus países peor que cuando asumieron. Los países árabes que iban a luchar contra el “imperialismo” con las armas que compraron con los producidos del oro negro (en vez de hacer escuelas) terminaron matándose entre sí, en particular con la guerra entre Irán e Irak donde aún no se sabe quién ganó pero sí que murieron millones de personas. Cuando el precio del petróleo bajó, los países de Medio Oriente eran más pobres que antes, se rifaron el futuro. Ahora andan maldiciendo a Occidente pero ellos fueron los artífices de su propio destino.

Desde sus inicios, ni Chávez ni Kirchner ocultaron no sólo sus afinidades ideológicas sino sus ambiciones políticas (y de negocios) compartidas. El bolivariano, con su socialismo siglo XXI se fue preparando para ser el heredero continental “revolucionario” de Fidel Castro y de la Cuba comunista en América Latina y para eso invirtió hasta el último peso de su petróleo. A fin de consolidar un estatista y subsidiador pero a la vez autoritario poder interior aunque también y quizá en mayor medida, aportó dinero y armas a todos los países vecinos que estaban dispuestos a sucumbir a su esfera de influencia. Mientras tanto saturó el país de “asesores” cubanos que le fueron organizando las estructuras con las cuales transformar al régimen en un sistema de partido único.

Néstor Kirchner no tenía esas pretensiones imperiales pero sí quería utilizar todos los recursos de los que disponía la Argentina para construir un poder hegemónico permanente del cual él, más que su representante fuera su “dueño”, comprando todas las voluntades posibles y de no ser posible, reemplazar a las voluntades existentes por otras propias. Así lo intentó con el periodismo. la oposición política y sobre todo con los empresarios, creando de la nada o agigantando algunos menores con los recursos del Estado, los capitalistas amigos.

O sea, ambos líderes “revolucionarios” pensaron sus países más como emiratos árabes que como potencias industriales occidentales justo cuando la nueva revolución tecnológica comenzaba a imponerse en todo el mundo, incluyéndonos. Por eso se perdieron el tren del progreso justo cuando las campanas del mismo llamaron a sus puertas.

El proyecto de ambos fue tan desmesurado como imposible. Sin embargo con tanto dinero, aún dilapidando a troche y moche en sus ambiciones políticas personales, pudieron hacer al principio gobiernos razonables que privilegiaron políticas sociales necesarias, sobre todo en los sectores más postergados de sus pueblos. Por eso todavía son bien recordados por mucha gente, pese a los desastres finales a los que condujeron, sobre todo con sus particulares herederos. Mucho más particularmente el venezolano cuyo grado de locura y criminalidad estamos viendo precisamente por estos días.

Lo de la Argentina es otra cosa muy distinta a Venezuela pero sus lazos profundos fueron reales. Por eso en esta historia que estamos contando, quizá lo más achacable de Cristina sea la complicidad que tuvo con Maduro, así como Néstor la tuvo con Hugo. En eso, más allá de lo que uno pueda pensar de las políticas kirchneristas, los dos miembros del matrimonio fueron unos perfectos irresponsables al darles apoyo a los que terminarían formando un gobierno criminal en nombre de abstractos socialismos. Además el peor y más grave de los errores cometidos por Cristina Kirchner (bordeando lo delictivo) fue realizado a instancia del gobierno chavista: el pacto con Irán.

En general todo lo que hicieron tanto Néstor como Cristina con Chávez y Maduro fueron desastres absolutos, tan irresponsables como fallidos: la contracumbre antiBush, el reemplazo del FMI por Chávez como acreedor internacional, el caso Antonini Wilson, el fallido rescate de los secuestrados por la FARC o ese ridículo gran gasoducto del Sur que se preveía uniría Venezuela con Argentina con una longitud que llegó a estimarse en hasta 15.000 kilómetros de longitud y con un costo de más de 20 mil millones de dólares.

Los Kirchner fueron unos populistas con tendencias hegemónicas, a veces con algún matiz autoritario y su sistema de corrupción fue tan significativo como el venezolano, pero no fueron violentos, ni pretendieron instaurar una dictadura y siempre respetaron la soberanía popular (incluso cuando perdieron la presidencia por menos de 2 puntos). Pero cada vez que se juntaban con Chávez parece que delirios de grandeza pasaban por sus mentes, por lo cual el realismo político de Néstor se nublaba hasta transformarlo en un primerizo y el ideologismo de Cristina, que ya de por sí es mucho, devenía algo que sobrepasaba todos los límites y la llevaba a cometer errores, mejor dicho horrores, que por sí sola quizá no hubiera cometido. Chávez, y hasta el estúpido de Maduro, fueron admirados por el matrimonio Kirchner a niveles que hoy se pueden considerar desopilantes. Donde la farsa y la tragedia se confundieron como pocas veces se vio.

La deuda que Néstor tenía con el FMI era a largo plazo y a bajo interés, pero por cuestiones ideológicas, sin que nadie se lo pidiera la canceló de contado (algo pocas veces visto -si es que alguna otra vez se vio- en la historia de la deuda de los pueblos con los organismos financieros) pero además la terminó reemplazando por una deuda con su “hermano” Hugo Chávez quien no dudó en cobrarle mucho más interés y en mucho más corto plazo. Fue lo que se dice un recambio ideológico de deuda: pagar mucho más pero a socialistas en vez de mucho menos a capitalistas. Aunque parezca increíble, no hay otra razón que lo explique.

Recién terminada su presidencia, Néstor fue convocado por Hugo para lograr una supuesta proeza histórica: resulta que los guerrilleros colombianos de las FARC iban a liberar tres rehenes pero sólo se los iban a entregar a ellos dos. Allá marchó entonces nuestro Kirchner para darse pinta de maduro galán de izquierdas, se fotografió punteando mapas con ropa de fajina militar o algo parecido junto a Chávez pero cuando llegó el momento los guerrilleros se arrepintieron y no les entregaron nada, cometiendo un papelón histórico ambos aprendices de “revolucionarios”. Indignado, Néstor volvió a la Argentina pero como ese día era el del año nuevo de 2008 debió pasar las fiestas brindando en el avión que lo traía de regreso. Más ridículo no se consigue.

De la valija de Antonini Wilson no hay mucho más que hablar porque ya mucho se dijo pero demuestra las chantas relaciones de financiamiento político que ambos regímenes habían organizado entre sí, y los personajes que usaban de testaferros, tanto Wilson por los venezolanos como Uberti por nosotros. Personajes patéticos por donde se los mire.

Del fallido gasoducto más grande del mundo nunca hubo ni siquiera un plano que lo sostuviese técnicamente y cuando a Chávez le dijeron que en el caso que se pudiera hacer llevaría entre 25 a 30 años para funcionar, decidió congelarlo. No le servía para seguir haciendo la revolución bolivariana.

Sin embargo todas estas son pavadas comparadas con lo que hizo Cristina con Hugo Chávez cuando ya no vivía Néstor Kirchner. Resulta que el presidente venezolano, que como ya dijimos, soñaba con ser el heredero de Fidel Castro en toda América, le insinuó a Cristina, en su momento más ideologizado, que ella bien podría ser la heredera de él, la continuadora del socialismo del siglo XXI por toda América Latina. Y parece que ella fue seducida por la propuesta. Pero para eso había una cuestión que no se podía soslayar: la de recuperar una cordial relación con alguien fundamental para esa revolución por su indispensable apoyo: el régimen teocrático de los iraníes. Justamente aquél cuyos principales dirigentes habían sido acusados por la justicia argentina, con pruebas contundentes, de ser los responsables de los atentados a la embajada de Israel y la AMIA. Y sabiendo todo eso, Cristina aceptó y firmó en secreto (aunque un periodista, el gran Pepe Eliaschev, lo divulgó en el mismo momento en que lo firmaban) el pacto por el cual los culpables de los criminales atentados se juzgarían a sí mismos en un acuerdo con Argentina. Era tanto el unanimismo oficial de la Argentina en aquella época que hasta se logró la aprobación legislativa de tal pacto con delincuentes. Eso quedará en la historia como el acto más indefendible de toda la gestión presidencial de Cristina Kirchner, y aún hoy tiene implicancias judiciales. A tanto llegó la complicidad de Cristina con el régimen bolivariano.

Todas esas locuras producidas por la asociación política entre Hugo Chávez y el matrimonio Kirchner, a la muerte del bolivariano ayudaron a parir un personaje tan patético como suelen ser los herederos de estos “socialistas” sui generis. Así como Cristina parió un Boudou o un Alberto Fernández, Chávez parió un Nicolás Maduro. Sólo que los dos primeros eran básicamente cretinos, mientras que Maduro es un personaje tan histriónico como Chávez pero con nula inteligencia e incapacidad política singular que sólo se mantiene en el poder como la frutilla del postre de un régimen creado por Hugo, que con su muerte se corrompió y aisló absolutamente del pueblo, dedicado solamente a sostener sus propios privilegios de elite, de casta, de oligarquía.

Maduro es el chirolita que habla por personas tan criminales como desesperadas que no pueden abandonar el poder porque serían inmediatamente juzgados por crímenes de lesa humanidad y por eso no les queda otra que resistir a matar o morir. Lo que no esperaban es que la magnitud de la derrota fuera tan fenomenal como les ocurrió el domingo pasado, ya que en las últimas dos oportunidades también hicieron fraude pero las diferencias eran menos holgadas. Ahora prácticamente Venezuela entera les pidió que se vayan, por lo que están metidos en un problema muy grave. Poner opositores y resistentes presos y hasta matarlos se puede pero hasta para una dictadura eso tiene un límite. No les será fácil convertirse en Cuba o Nicaragua, aunque no imposible. No obstante, lo intentarán de todas las formas posibles.

En fin, que quien se acuesta con chicos amanece mojado y quien se junta con criminales puede aparecer con las manos ensangrentadas. Cristina Fernández de Kirchner debería meditar acerca de sus responsabilidades parciales en la gestación de este monstruo político que es la Venezuela chavista, sobre todo en su versión madurista, la cual hasta el momento ella siempre apoyó.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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