Son pocos los lugares del planeta que se pueden distinguir desde el espacio. Uno de ellos es Las Vegas. La famosa “ciudad del pecado” se muestra como una luminosa marca en medio del oscuro desierto de Nevada, Estados Unidos. La gran cantidad de luces que la engalanan es tal, que puede divisarse desde los 400 kilómetros de altura en los que se encuentra orbitando la Estación Espacial Internacional.
Otro de los sitios visibles se encuentra en el límite del Mar Argentino, en una región donde no hay asentamientos ni plataformas petroleras. Esta “ciudad de las luces” está formada por buques extranjeros, sobre todo chinos, que depredan el calamar, que es el recurso pesquero más preciado que tienen las aguas del Atlántico Sur. De todos modos, también arrasarán con merluzas y abadejos, rayas y tiburones, elefantes y lobos marinos.
En esta zona próspera, uno de los caladeros más importantes del mundo, el 70% de los buques que se encuentran en el límite de las 200 millas náuticas son chinos.
Un estudio publicado en marzo de 2022 en la revista Science Advances relevó los delitos relacionados con la pesca observados en los océanos del mundo entre 2000 y 2020.
De los 6.853 eventos que informan delitos en 18 categorías relacionadas con la pesca, incluida la pesca ilegal, derechos humanos, abusos y contrabando, el informe encontró que al menos el 33% de todos los delitos registrados están asociados con 450 embarcaciones industriales y 20 empresas, la mayoría (59%) originarias de China.
La presencia china en estas lejanas aguas del océano Atlántico no es casual. Décadas de una pesca excesiva en sus mares empujaron a su flota pesquera cada vez más lejos.
Los gobiernos latinoamericanos temen que este accionar impulse la pesca ilegal de especies en peligro y amenace incluso linajes abundantes como el calamar gigante.
Sustentado principalmente por subsidios gubernamentales, su crecimiento y actividades no son controladas, en parte porque la propia China históricamente tuvo pocas reglas que rijan las operaciones de pesca.
El dominio y la ubicuidad global de esta flota plantea interrogantes más amplios sobre cómo China logró situar tantos barcos en el agua y qué significa esto para los océanos del mundo.
Con una población de más de 1.380 millones de habitantes, China es el mayor consumidor mundial de productos del mar y sus capturas globales han crecido en más del 20% en los últimos cinco años.
Muchas de las poblaciones pesqueras más cercanas a las costas de China se derrumbaron debido a la sobrepesca y la industrialización, por lo que el Gobierno chino subsidia en gran medida a sus pescadores, que navegan por el mundo.
Las flotas pesqueras de China representaron del 50 al 70% de los calamares capturados en altamar en los últimos años, según una estimación del Gobierno chino. A menudo, estos barcos pescan ilegalmente en aguas nacionales de otros países, de acuerdo al análisis de C4ADS, una firma de investigación marina.
Esta flota es más que una simple preocupación comercial; actúa como una proyección del poder geopolítico en los océanos del mundo.
A medida que la Marina de los Estados Unidos se fue retirando de las aguas de África Occidental y Medio Oriente, Pekín fue reforzando su presencia pesquera y naval. Y en lugares como el Mar de China Meridional y la Ruta del Mar del Norte del Ártico, China viene reclamando preciadas rutas marítimas, así como depósitos submarinos de petróleo y gas.
China tiene el peor puntaje del mundo en lo que respecta a la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR), según un índice publicado por Poseidon Aquatic Resource Management, una firma consultora de pesca y acuicultura.
“La escala y la agresividad de su flota ponen a China en posición de control. Pocos países extranjeros han estado dispuestos a hacerla retroceder cuando los barcos pesqueros de China incursionan en sus aguas nacionales”, asegura Greg Poling, director de la Iniciativa de Transparencia Marítima de Asia en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
No es que la pesca en sí no sea importante. La flota también es una forma de obtener seguridad alimentaria para los millones de habitantes de China. Han disminuido muchas de las poblaciones marinas más cercanas a sus costas debido a la sobrepesca y la industrialización, por lo que los barcos se ven obligados a aventurarse más lejos para llenar sus redes.
El Gobierno chino dice que tiene aproximadamente 2.600 embarcaciones pesqueras de aguas distantes, lo que, según un informe reciente del Stimson Center, grupo de investigación en seguridad, la hace tres veces más grande que las flotas de Taiwán, Japón, Corea del Sur y España juntas.
En 2018, se estimó que las subvenciones totales a la pesca mundial eran de USD 35.400 millones, y China representaba USD 7.200 millones.
Esto incluye las ayudas para combustible y construcción de buques nuevos con el fin de aumentar el tamaño de su flota.
La República Popular también subsidia el costo para adquirir nuevos motores y cascos de acero más duraderos para los buques arrastreros.
* El autor es escritor y periodista. Autor de “El Hambre del dragón. El plan de China para comerse al mundo”. Editorial de los Cuatro Vientos.