La Argentina sufre una crisis de ejemplaridad

Una sociedad frustrada, enfadada, estafada durante un largo tiempo por su dirigencia necesita no solo un cauce para manifestar sus broncas, sino que también requiere sanar, recuperar la esperanza en el futuro, encontrar formas de convivencia pacífica, discrepar con respeto, alejar temores, terminar con odios y rencores.

La Argentina sufre una crisis  de ejemplaridad
Se reunió la Comisión de Acuerdos del Senado, donde el juez federal Ariel Lijo defendió su candidatura para integrar la Corte Suprema de Justicia. FOTO: DANIEL VIDES / NA

El presidente de la Nación que triunfó en los comicios del año pasado con un discurso contra la “casta” nos propone como juez de la Corte a un integrante de la justicia federal sita en Comodoro Py, de los famosos jueces de la “servilleta” que denunciara Domingo Cavallo hace ya 30 años. Efectivamente el doctor Lijo es uno de esos jueces funcionales a la impunidad de gente del poder, sean funcionarios públicos o empresarios, acusados de corrupción.

La Corte Suprema como cabeza del poder judicial, garantiza el cumplimiento de la Constitución Nacional en los actos de gobierno. Por eso desde 1947 y el juicio político iniciado a cuatro de sus cinco integrantes, se inició un camino de deterioro institucional que seguimos transitando.

Es que algunos gobiernos buscan tribunales adictos y convengamos que gran parte de la población, en parte tal vez por el abandono, desde hace mucho tiempo, de la enseñanza de materias como Instrucción Cívica, no percibe que la Corte Suprema existe para garantizar nuestros derechos y ponerle límites el poder político, sea el ejecutivo o el legislativo, cuando avanza sobre las libertades y garantías individuales.

Desde 1947 cada gobierno ha pretendido buscar Cortes adictas, abandonando el ejemplo de Mitre que la constituyó al inicio de su presidencia y la integró con adversarios políticos. Es justo reconocer que en 1983 también el doctor Alfonsín nominó una Corte Suprema donde solo dos de los cinco integrantes tenían cercanía con su partido.

Fue con el menemismo que se buscó una Corte Adicta y se formó ese engendro de los jueces de la servilleta de Comodoro Py.

Hoy el presidente Milei que considera a Menen el mejor presidente de la historia, no lo sigue en las virtudes del riojano como fue buscar la pacificación y la reconciliación de los argentinos o aceptar el acuerdo en temas trascendentes como lo fue la reforma constitucional de 1994. Lo imita en sus peores defectos, como es la búsqueda de adictos en la justicia, nominando para cubrir una vacante a un personaje como Lijo que, a su falta de antecedentes y prestigio académico, une sospechas de corrupción.

Actitudes, palabras, muchos improperios, divisionismo falaz, agravios al periodismo independiente, muestran a un presidente bastante parecido al Kirchnerismo con sus simplismos y grietas inútiles.

Es curioso que desde este gobierno donde abundan los colaboradores de Cristina y Alberto Fernández, empezando por el jefe de gabinete y del ex candidato presidencial K el señor Daniel Scioli, se empeñen en agraviar, difamar, escarnecer, a quienes denunciaron la corrupción K y los intentos de terminar con las instituciones republicanas como fue el intento de juicio a la Corte o el proyecto de ley de medios para limitar la libertad de prensa. Un gobierno con un ministro de justicia que aseveró que el fiscal Nisman se “suicidó”, siguiendo el relato que quisieron imponer los denunciados por el fiscal asesinado.

Molesta al poder, al que se fue, al que está, al que vendrá, una prensa independiente porque investiga, evalúa, verifica la información, no se presta a los relatos que le quieren imponer ni menos a las falsedades de las redes de trolls y sus disparates.

No es casual que junto con el intento de llevar al juez Lijo a la Corte aparezca un decreto de necesidad y urgencia para darle fondos extras a la SIDE. Un nuevo desconocimiento de la Constitución, pues estando en funcionamiento el Congreso no corresponde un decreto de esta naturaleza. La Constitución es muy explícita en este sentido. También preocupa el retorno de personajes oscuros, que la pusieron al servicio de peleas facciosas con carpetazos y operaciones contra opositores o las internas gubernamentales.

La Argentina sufre una crisis de ejemplaridad. Las escenas degradantes de un expresidente usando la Casa Rosada y los símbolos del poder como lo es el “Sillón de Rivadavia”, son una muestra del deterioro que soportamos y que parece continuar, con el lenguaje soez que emplea el presidente en sus discursos ya repetitivos en los que hace gala de su intolerancia hacia la crítica, las opiniones diferentes, sus contradicciones, sus ya gastados latiguillos y calificativos discriminatorios cuando muestran su desconocimiento en el área que se precia de ser especialista.

Una sociedad frustrada, enfadada, estafada durante un largo tiempo por una dirigencia que solo pensó en sí misma necesita no solo un cauce para manifestar sus broncas como sucedió en los comicios pasados. Esta sociedad requiere sanar, recuperar la esperanza en el futuro, encontrar formas de convivencia pacífica, discrepar con respeto, alejar temores, terminar con odios y rencores. Recuperar la fe en las instituciones y el imperio de la ley, la importancia del mérito y el esfuerzo, del sentido del deber, que hay derechos y obligaciones. Eso requiere una política con mayúsculas, sin ella no solucionaremos los problemas de la economía.

* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia y miembro del Instituto Argentino de Historia Militar.

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