La coincidencia ideológica no se da en el liberalismo. Ni Trump, ni Elon Musk ni Milei son verdaderamente liberales. En todo caso, son plutócratas.
Hesíodo describió en su Teogonía a Pluto, el hijo de Deméter y Yasión, como el dios de la riqueza. Y en las categorizaciones aristotélicas de los sistemas políticos, la plutocracia es el gobierno de los ricos.
A esta altura de la historia, tan lejana de la antigua polis griega, la plutocracia sería el gobierno de los mega-millonarios o, dicho de otro modo, el “cratos” (poder político) en manos de los magnates cuyas riquezas superan decenas y centenares de veces a las de muchos países.
Trump y Musk son el Batman y Robin de la plutocracia actual. Por la diferencia de riquezas entre uno y otro, Musk es Batman. Mientras que Milei es un miembro (al menos por ahora) de la clase media que admira hasta la adoración a los magnates más poderosos del mundo. Y ha ingresado al Olimpo de esos dioses de la riqueza en calidad de miembro desclasado del club de fans.
El ritual iniciático incluyó el discurso en el que el presidente argentino elogió al hombre más rico del mundo, pero no por lo que verdaderamente merece ser elogiado sino por el arma ideológica con que se lanzó a la “batalla cultural” de la neo-plutocracia.
Indudablemente, Elon Musk es un modelo de empresario innovador. Un vanguardista que va corriendo el horizonte de la empresa privada, generando revoluciones tecnológicas. Pero la apología que hizo Milei destacó lo que hizo con la red social X: convertir una plaza pública donde transitaban las distintas visiones ideológicas y posiciones políticas, en un coto de caza donde escuadrones ultraconservadores tienden emboscadas a todo lo que no esté alineado con sus posiciones recalcitrantes.
Con zonas grises que era necesario corregir, Twitter era una plaza pública donde las ideas transitaban libremente, mientras que X es un callejón donde los escuadrones ultraconservadores atacan con particular crueldad y ensañamiento al pensamiento libre y a las posiciones centristas, usando como armas el insulto y la descalificación que denigra, humilla y hiere.
Eso elogiaba Milei en el mismo puñado de días en que abandonaban esa red social diarios con gran historia y prestigio, como el español La Vanguardia, fundado a fines del siglo 19 y hoy uno de los principales de ese país y de Europa; el británico The Guardian, nacido hace dos siglos como The Manchester Guardian y convertido a mediados del siglo 20 en uno de los principales diarios británicos. Esos gigantes del periodismo con visión socialdemócrata, así como otros muchos medios y figuras respetadas de todo el mundo, se alejan de la red social señalando la promoción de visiones racistas, homofóbicas, misóginas, y también linchamientos mediáticos a quienes defienden la democracia liberal desde la centroizquierda y desde la centroderecha. Con todo lo que, en materia empresarial y creativa, hay para elogiar en el dueño de Tesla y de SpaceX, entre otras, el elogio de Milei apuntó a un costado oscuro: la batalla cultural de los cruzados ultraconservadores contra todo lo que satanizan como globalismo, cultura woke, marxismo cultural etcétera.
Más que al polo del izquierdismo ideológico, que también es culturalmente autoritario y dogmático, la nueva internacional reaccionaria aborrece a los moderados y centristas.
Los verdaderos enemigos de las culturas autoritarias de izquierda y de derecha no son ellas entre sí, sino las que están en el espacio que va desde la centroderecha a la centroizquierda. Es allí donde apuntan sus cañones. Al espacio donde se para el Estado de Derecho de la democracia liberal. Porque el derecho de los mega-millonarios a la “libertad” absoluta implica ponerlos por encima de la institucionalidad democrática.
En el diccionario ultraconservador, “libertad” significa “cratos”, la representación de la fuerza y el poder. La “libertad” de los plutócratas no es la de la democracia liberal que encarna institucionalmente en el Estado de Derecho.
* El autor es politólogo y periodista.