Hace dos semanas estaba arriba de mi bicicleta a unos 2.505 msnm, encima de uno de los hitos geográficos que divide las aguas y territorios entre Argentina y Chile, antiguamente denominado Paso El Planchón, hoy más conocido como Paso Vergara, en Malargüe.
Ese domingo pedaleamos 38.86 km, desde el Refugio de Vialidad Nacional, Ruta Provincial N° 226 (hoy en comodato a favor del proyecto El Azufre, futuro centro de sky sustentable).
Primero llegamos al Complejo Fronterizo Vergara, cuando los relojes marcaban 30km. Cayeron lágrimas de emoción, estábamos cerca del objetivo. Algunas adversidades; mucho viento por momentos y el sol de verano en alta montaña.
La propuesta inicial desde el mes de julio de 2021, época en la que se gestó la hazaña, es decir desde que se creó el grupo de whatsApp “Vergara sólo mujeres 2021″, era llegar a Curicó, haciendo noche en campamento chileno.
Más dos noches en hotel de Malargüe o en posada de Las Loicas y un campamento en Refugio de Vialidad, donde paramos efectivamente dos días, con las incomodidades ajenas a nuestras rutinas.
Ya que estamos, vamos a hacer un poquito de historia y vamos a refrescar la verdadera gesta, la gesta sanmartiniana, esa que arrancó en 1817 en “El Plumerillo” e incluyó entre los puntos para avanzar hacia la independencia de Chile, este paso internacional.
Esta zona fue estudiada estratégicamente para la ejecución exitosa del plan, bajo mando de José de San Martín y de Bernardo O´Higgins.
Volviendo a la experiencia del cruce de Los Andes, es variopinta la composición el grupo.
Nueve de ellas llevaban entrenándose grupalmente, bajo el nombre @Mandubikers.
El día que nos conocimos, regalo de entrenamiento que nos dieron los organizadores, en el pueblo fantasma de Paramillos de Uspallata, dejaron bien claro el significado del nombre: Mandu porque después de cada pedaleada las pibas se manducan algo suculento y repositor de energías.
Lo de bikers es la excusa para distenderse y hacer algo de ejercicio en bicicleta.
Las dos restantes son oriundas de Buenos Aires.
Tremenda sorpresa nos llevamos las locales al ver que las dos estaban sobradamente adaptadas a la altura.
Ambas tenistas cuasi profesionales en el Distrito de Vicente López, cargadas de aventuras similares.
Doce somos las que cumplimos el propósito autoimpuesto, las doce nos dimos el regalo invaluable de ver que la luna llena iluminaba más fuerte que la lámpara exterior del refugio; de mirar cómo salía vapor de un borde lateral del Volcán Peteroa; apreciar un arcoíris gigante y alejado mientras volvíamos, observando una tormenta de verano clásica.
Las más de 72 horas que pasamos juntos, contando también al equipo soporte compuesto por cuatro profesionales que se ocupaban de las comidas, hidratación y campamento, pacientes, serviciales y entusiastas a la vez.
Varias veces tuvimos que bajar de las bicis por la arena de algunos tramos y porque concretamente el viento nos obligaba.
Más allá de la cantidad de kilómetros, tuvimos conexión profunda con una naturaleza animal y vegetal autóctona; en su mayoría dada por las manadas de cabras y ovejas, aunque también por vacas y caballos; vimos patos y otras aves a la orilla de los ríos Grande y Valenzuela, sapitos en los cruces de los muchos arroyos y puestos que íbamos pasando.
En algunos los aprovechábamos para tirarnos agua en la cabeza o mojar las zapatillas y refrescarnos un poco de ese sol penetrante.
Vimos arrieros mostrando sus destrezas.
En mi caso, me importaba ponerle un broche al año, bajo la dialéctica de celebrar lo sufrido. Lograr un punto de reseteo mental.
Después de dos años arduos y aleccionadores, se transformó ese desafío en una meta realizable.
Destrabar las limitaciones y dar lugar a la posibilidad de convertirlas en algo positivo para nuestras vidas.
Cada una tuvo sus motivos, cada una tuvo noción de la dificultad y disfrute que podían tener la travesía.
Pero afirmo que todas nos vimos rebasadas de emociones, de cordillera y realidades entrelazadas.
Tuvimos recompensas, baños termales en la zona de Cajón Grande; selfiamos en el Cerro Campanario con mixturas de sensaciones latiendo fuerte.
Lo más emocionante que nos dejó este cruce es que ya nos pusimos fecha para hacer experiencia internacional en el “Camino de Santiago”, en bicicleta por supuesto, para agosto/setiembre del 2023. Es decir, tenemos más de un año para programar familias, buscar financiamiento, auspicio, todas las alternativas para el próximo desafío que tenemos. Seguramente con el ingenio, el entusiasmo y las ganas de pedalear que tenemos, vamos a cumplirlo.
Especial agradecimiento a Fabián, Hugo & equipo (@mendozabikers) por tener los recursos para hacer posible esta experiencia.
Agradecimiento a la docena de valientes que hicimos nuestro, un deseo del corazón.