Durante 48 horas, medio centenar de personas pueden permanecer en su interior para protegerse de la onda de choque de aire, de la radiación luminosa y de la contaminación radioactiva que produce una explosión nuclear. Se llaman KUB-M y tienen formas de conteiner para ser trasladados masivamente a todos los rincones de la gigantesca Rusia. La distribución ordenada por el Kremlin ya comenzó y es una señal más de de que el poderoso Vladimir Putin realmente sabe que el riesgo de una guerra en el corte plazo es inmenso.
Las otras señales fueron también elocuentes y aterradoras. Sin dudas, es el momento más crítico desde el inicio de la era nuclear con el lanzamiento de las bombas atómicas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki.
Jamás el mundo estuvo tan en el borde de una conflagración apocalíptica. Y este momento es de mayor peligro que el desenlace de la guerra contra el imperio nipón, porque las de 1945 fueron sólo dos bombas y de una capacidad destructiva inmensamente inferior a las actuales ojivas, que además, serían lanzadas de a decenas.
A mediados del siglo 20, sólo había una potencia nuclear, por lo tanto, su ataque no sería respondido con la misma arma. No podía haber escalada atómica, más allá del holocausto doble que sufrió Japón y obligó al emperador Hirohito a que se firme en su nombre la humillante capitulación a la sombra del general Mac Arthur, sobre la cubierta del acorazado Missouri, anclado en la bahía de Tokio.
En cambio ahora, si Rusia usara contra Ucrania u otro país europeo un misil con ojiva nuclear, el ataque sería respondido desde Occidente con varios proyectiles nucleares, en una escalada que implicaría el intercambio de, al menos, decenas de cohetes con ojivas atómicas, lo que acabaría acelerando el calentamiento global hasta el borde mismo de la destrucción de la biósfera.
El primer pico de tensión se vivió en 1960, cuando cazabombarderos Mig abatieron un avión espía U-2 que había despegado de la base norteamericana en Pakistán y volaba sobre territorio soviético buscando bases militares, silos nucleares y plataformas de lanzamiento de misiles.
Durante los dos años que el piloto estadounidense, Gary Powers, fue prisionero en la URSS tras eyectarse y ser capturado, hubo varios momentos de altísima tensión que desembocaron en el pico de tensión que se vivió en 1962.
La llamada Crisis de los Misiles que puso a pulsear a Kruschev y Kennedy hasta que acordaron el retiro de los proyectiles soviéticos instalados en Cuba y, como contrapartida, el retiro de los misiles norteamericanos que apuntaban a la URSS desde la costa turca del Mar Negro.
Sin embargo, el nivel de peligro actual es inmensamente superior. No hay en la historia un momento en el que el mundo se haya aproximado tanto a la peor de sus pesadillas bélicas.
La escalada comenzó en la retórica de Putin y del número dos del Consejo de Seguridad Nacional de Rusia, Dmitri Medvediev.
Ni siquiera los líderes norcoreanos dijeron tantas veces la amenaza de utilizar misiles nucleares contra sus enemigos, como Putin y Medvediev desde que Ucrania comenzó a recibir armamentos y municiones de la OTAN.
En esta ocasión, teniendo el 20 de enero como tope porque vuelve Trump a la Casa Blanca y, si cumple lo que anunció, corta la ayuda militar a Ucrania. Las fuerzas rusas aumentaron sus ataques y bombardeos para que la victoria, que ya es suya, sea lo más provechosa posible en materia de expansión territorial a costa de territorio ucraniano. Sus masivos bombardeos destruyeron el cincuenta por ciento de la producción energética del país invadido.
En ese punto Joe Biden decide modificar los límites impuestos por él mismo que ajustaban el uso de los proyectiles norteamericanos al propio territorio ucraniano, prohibiendo que sean lanzados a territorio ruso.
De inmediato, Ucrania disparó proyectiles ATACMS (sigla de Army Tactical Misil System) contra el territorio ruso que rodea Kursk, en manos de fuerzas ucranianas. Y con el permiso del premier británico Keir Starmer, también disparó contra Rusia varios misiles Storm Shadow.
La respuesta de Putin fue inmediata: por decreto cambió la doctrina nuclear rusa que limitaba el uso de armas nucleares en caso de ataque de otra potencia nuclear a su territorio. Ahora puede usar esas armas contra un país no nuclear que lo ataque en su territorio, si lo hace con armas suministradas por una potencia nuclear. Y para reforzar el mensaje, lanzó un misil RS-25, que es hipersónico, de largo alcance y puede portar ojivas nucleares de hasta 800 kilos.
Disparar un RS-26 a la ciudad ucraniana de Dnipro es un mensaje tan claro como aterrador: “esta vez lleva una ojiva convencional, la próxima será nuclear”.
* El autor es politólogo y periodista.