Incas, españoles y mapuches en la creación de Mendoza

Segunda nota acerca de la identidad cultural de los mendocinos, tanto en los pueblos originarios como en los venidos de Europa. Y el papel de los mapuches en ello.

Incas, españoles y mapuches en la creación de Mendoza
Una vista del casco histórico de la Ciudad de Mendoza en 1860, donde a la izquierda se puede observar la Iglesia Matriz.

A través de los siglos, Mendoza pudo forjar una personalidad original porque logró una fértil síntesis entre varios opuestos que definieron el perfil económico, institucional y cultural de la provincia. Esta nota continúa una anterior publicada en este mismo espacio el último día de 2022 llamada: “Serás mendocino o no serás nada”.

Hoy que el gobierno nacional no para de meter la pata en el modo de tratar el tema de los pueblos aborígenes del sur, generando más conflictos donde debiera haber síntesis, recordar cómo se hizo Mendoza puede ser un buen anticuerpo ante tanta torpeza.

En la etapa precolombina con los incas avanzando hacia territorio mapuche, nuestros pueblos originarios, desde los huarpes a los pehuenches, recibieron influencias de ambas culturas. Tanto Juan Draghi Lucero como el coronel Manuel Olascoaga (1835-1911) hablan de que en nuestra provincia, culturas andinas muy distintas aportaron a la construcción del hombre originario mendocino.

Draghi dice que “los huarpes eran pacíficos, le habían servicio al incario avanzante y estaban frente al pueblo mapuche del sur de Chile que ofrecía guerra”. Y afirma que el territorio de Mendoza hasta el río Tunuyán perteneció en su época precolombina al extendido incario…. “Hubo un primitivo cordón umbilical que nos unió a las culturas andinas cuya capital fue el Cuzco civilizador”.

Para Draghi “las culturas andinas crean la andinidad cuya base física y psíquica es el Ande inhiesto, majestuoso, imponente. El andícola es un hombre diferenciado por su psiquis del hombre de los llanos”. El Ande nos da su cosecha invernal con 5 ríos que labran la riqueza de Mendoza. Ni la húmeda pampa ni el barro portuario participaron de la gran cultura andina que brilló en tiempos precolombinos.

En el siglo XIX, Olascoaga se propone descubrir en las piedras, las montañas, los valles y los restos arqueológicos indicios de nuestra identidad,

Estudia en el viejo lenguaje cuyano, dos etimologías que le dan significado distinto a las palabras: una incásica que habla de esta zona andina como un mero lugar de transición, un oasis para descansar y seguir atravesando el desierto. Yotro lenguaje influido por los pueblos de Chile ya que, según Olascoaga, por acá hubo en tiempos legendarios, una sola lengua donde las palabras estaban adheridas a la topografía, al espíritu de la tierra, al poblamiento territorial.

Para la etimología incásica Uspallata quiere decir lugar de paso, mientras que para la andina local, Uspalllata es el lugar donde se vive, se puebla, se crece. no es una garganta sino una extensa planicie.

El término Aconcagua en idioma incásico significaría vigía o centinela de piedra. Pero en mapuche, Aconcagua significa que desde Chile sus habitantes hablaban de lo que viene del otro lado, de la montaña que nace en la Argentina. Lenguaje de integración.

Olascoaga se imagina antiquísimas civilizaciones precolombinas, de una noble raza pastora forjadora de un pasado propio que alguna vez existió en los territorios andinos. Pueblos indígenas que eran uno solo y después se fueron desperdigando. Pero con un idioma común que luego de la fundación, sobrevivió en parte.

Draghi insiste más en la influencia de la cultura incaica y Olascoaga en la cultura araucana, pero los dos admiten la existencia de dos formas culturales más poderosas que la de los pueblos originarios habitantes en Mendoza, y que de las dos recibirían influencias hasta encontrar una identidad propia, sumando a la influencia cultural incaica y mapuche algo tan trascendental como el duro hábitat que perfila un modo de ser propio, muy distinto de incas y mapuches.

Dice Draghi: ”Cuesta mucho encontrar poesía donde no hay vegetación. Nuestra geografía tiene belleza esotérica. Bramido cósmico de la sierra como si quisiera que el hombre no pasara. Rugido de lo cavernario, de lo profundo. Solo lo descomunal encuentra cierta forma literaria (por ejemplo el poema libro Piedra Infinitade Jorge Enrique Ramponi). Lo imponente llama al silencio, aplasta al hombre”.

Dice Correas: “Tan perdida entre pampas y montañas que ni sus límites eran precisos. Su situación geográfica debió influir en el espíritu del pueblo. La caravana del mundo le trajo noticias y novedades pero siempre fueron fragmentos de civilización porque Cuyo fue un oasis aislado del mundo. La montaña tiene un poder mágico de retención. El montañés vuelve siempre a ella conduciendo los tesoros conquistados en la lejanía. Hay una influencia telúrica misteriosa y fatal”.

A su modo, ambos estudiosos describen parecidos nuestros orígenes.

Sobre la inmigración hispano-europea, Dardo Pérez Guilhou afirma que entre 1561/2, la actual Mendoza fue ocupada por la Corriente colonizadora del Oeste. Diferenciada de la Corriente del Este en el litoral integrada por elementos sociales de menor nivel. Y la Corriente del Norte compuesta por gente de tipo más nobiliario. Cuyo fue abierta a través de los venidos por Perú y Chile, simples trabajadores con sus profesiones, que no tenían el resentimiento de los de abajo ni el orgullo de los de arriba. Confiaban en su calidad y artes para dominar la naturaleza y los aborígenes.

Para Pérez Guilhou fuimos la parte más meridional del imperio inca, por lo tanto con notas que los destacaban frente a los pueblos primitivos del este argentino: era conocida su laboriosidad y empeño por regar el desierto, con la construcción de canales. Síntesis de peninsulares segundones pero empeñosos por dominar una geografía que debe ser domada y de sedentarios indígenas pacíficos pero industriosos. De allí nacerá el hombre cuyano: tesonero y empírico que confía en la prudencia para resolver problemas, que rehúye siempre lo muy ideológico o reglamentarista.

El cuento “El media res” de Draghi, define al cuyano, como un creador de síntesis: “¿Ese mozo tan valiente es de sierra o es de pampa?…..Soy del justo lugar en que nacen sierras y llanos, dijo con ademanes medianeros. Se oyó un solo huija de alegría y se vio que abajinos y arribanos se daban la mano en señal de amistad y apaciguamiento criollos”. Y agrega: “El cuyano llevaba hacienda chúcara a Chile, orillando abismos de espanto. Tenía un amor en chile y otro en Mendoza”. Como la cueca: dos puntas tiene el camino y en las dos alguien me aguarda.

Edmundo Correas es un poco más melancólico para definir al hombre cuyano: “Su vida transcurrió en sosegado trabajo y mudo coloquio con la tierra a la que le entregó todos sus afanes y esperanzas. En su sangre mestiza se confunde el orgullo hispano con la mística mansedumbre del aborigen humillado y escarnecido. Tenemos música chilena como la cueca y el gato pero acá dejan de lado el bullicio y la velocidad. En Chile abunda yodo, acá falta”. Y nos lo expresa con un ejemplo muy bello que vale la pena leer: “Ha creado un cancionero de amor y de pena en el que aparece siempre el cariño imposible, la ingratitud de la amada o el dolor acrecentado por la ausencia. El hombre gira en torno de la esquiva compañera que desvía sus arrestos. El hombre se inquieta, la rodea en suave bamboleo, la encandila con sus ojos, con su pañuelo, con sus decires, pero ella, ágil y furtiva rehúye el deseo del amante que termina por rendirse en humilde saludo”.

De esas notas características, de la síntesis entre incas y araucanos, entre Perú y Chile, entre sierras y llanos, entre españoles industriosos y aborígenes pacíficos se fue gestando la forma cuyana de ser, muy diferente a la pampeana del este. Una combinación virtuosa de fuerzas en una provincia que mejoró todas sus influencias sintetizándolas. Y que construyó una identidad propia muy adicta al progreso económico y la institucionalidad política. Pero de eso hablaremos luego en otra nota.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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