El que esto escribe, en un almuerzo reciente, sostenía que los pilares fundacionales de la Argentina eran la Libertad y la Igualdad. Un contertulio, con añejas raíces en el nacionalismo elitista, replicó que eso de la igualdad era una falacia porque las desigualdades naturales eran vastas, fueran físicas, mentales, emocionales. Cuando se está en casa ajena a veces en mejor callar o cambiar de tema.
Sobre estos tipos que hablan de las desigualdades naturales es bueno recordar algunos comentarios de Chesterton que no tenía reparos en tratarlos de “imbéciles”. Es que no comprenden, siguiendo el pensamiento del inglés notable, que la cuestión de la igualdad está establecida en la tradición judía cristiana que sostiene la creencia que todos somos hijos de Dios, por lo tanto, iguales.
Uno de los interrogantes sobre el proceso desatado en este continente a partir de la invasión napoleónica a España, es si se trataba de lograr la independencia o la igualdad con los españoles peninsulares. Las cifras de altos funcionarios americanos, fue escasa en el Imperio Español. Entre 166 virreyes, 588 capitanes generales, gobernadores y presidentes de Audiencias hubo sólo 18 americanos para 758 cargos. Lo dijo sin pudor el Obispo Lué en el Cabildo Abierto del 22 de mayo en Buenos Aires: “Mientras un solo peninsular quede en América, ese deberá gobernar”.
Por eso, cuando algunos escriben que en el Imperio Español no había colonias pues estos dominios de la corona de Castilla estaban en paridad con los europeos, como le paso a el que escribe hace unos años en este mismo diario, la respuesta es que si bien jurídicamente tienen razón en los hechos estas vastas regiones fueron tratadas como colonias como lo vemos en las cifras expuestas en el párrafo anterior.
Chesterton cuando se refiere a la revolución en las 13 colonias inglesas, decía que era imposible una solución transaccional, que algunos como Burke postulaban, por la simple razón que la revolución estadounidense levantaba el principio de la igualdad introducido en la declaración de independencia de las trece colonias fundantes de los Estados Unidos en el párrafo introducido por el virginiano Jefferson: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Para la aristocracia inglesa que había limitado el poder real en 1688 con el control del parlamento esto era cruzar un límite.
Límite que cruza con éxito la revolución francesa cuando un ejército de ciudadanos derrota el ejército prusiano en 1792 en Valmy, demostrando que se podía vencer a los ejércitos profesionales dinásticos y que dará lugar al comentario que esa noche hará Goethe a unos oficiales en el campamento derrotado del ejército prusiano: “Aquí y en el día de hoy, comienza una nueva época de la Historia Universal, y podréis siempre decir que estuvisteis presente”.
Goethe, invitado a formar parte de la campaña por el duque de Weimar demostró una capacidad para ver los cambios que no tuvieron otros en su época, como Burke ni De Maistre, el ideólogo de la corriente reaccionaria convencido del triunfo del absolutismo.
Este hecho es coincidente con el proceso de revolución industrial iniciado en 1776 al que nos referimos en una nota anterior. Proceso que elevara el PBI mundial por habitante en poco más de dos siglos 38 veces frente a menos de dos veces desde el nacimiento de Jesucristo hasta fines del siglo XVIII.
Hoy la idea de la igualdad vuelve a ser cuestionada por algunos sectores que propugnan el fin de la educación obligatoria y como en la antigua Atenas creen en una sociedad de una minoría dedicada a la cosa pública y un sector mayoritario de ilotas en “el taller”, porque tampoco se enteraron que los talleres van desapareciendo con la revolución digital.
Ahora bien, somos iguales en cuanto que todos somos hijos de Dios, pero también es cierto que algunos nacen con ventajas comparativas como lo son generaciones de personas bien alimentadas o con un sustrato cultural del que otros carecen. Ahí es donde viene la idea de justicia que enfatizaba Rawls, para posibilitar la igualdad de oportunidades efectiva y no una frase bella pero vacía de contenido.
Antes de la revolución industrial la riqueza existente y con escasas posibilidades de crecimiento se obtenía por la conquista. Se trataba de la riqueza de poseer tierras, el suelo, tanto en las familias como en los estados. Tierras y minas de oro y plata. El que no las poseía trataba de arrebatarla a quienes los tenían como pasaba con los corsarios que atacaban a los galeones españoles que llevaban la plata y el oro de América a España.
Hoy la principal riqueza es la inteligencia humana, por eso cuidar a la persona humana no es sólo un acto de solidaridad o de caridad. Es incrementar el capital social, al mismo tiempo que se eleva el potencial de cada persona para su realización personal y su contribución al bienestar general.
+ El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia y miembro del Instituto de Historia Militar.