Al finalizar 2020, supimos que las veinticuatro Academias de nuestra lengua, nucleadas en la ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Española) habían enriquecido la edición del diccionario del Tricentenario con la incorporación de un número considerable de neologismos y de acepciones nuevas para voces ya existentes. En este año 2021, se cumplen setenta años de la existencia de esta asociación; en efecto, nacida en 1951, es presidida hoy por Santiago Muñoz Machado y mantiene su lema “Una estirpe, una lengua y un destino”. Su objetivo es impulsar la unidad, integridad y desarrollo del idioma español.
Recientemente, se llega al número de veinticuatro instituciones porque se incorpora la Academia Nacional del Judeoespañol, con lo cual la Real Academia Española pasa a estar acompañada por veintitrés academias de lengua española en todo el mundo.
Como decíamos, encontramos enriquecidas las acepciones de vocablos ya presentes en el diccionario. Tal es el caso de ‘hilo’: para el hablante común, ‘hilo’ es una hebra larga y delgada de una materia textil, usada especialmente para coser, como en “En su costurero, tiene muy ordenados los hilos por colores”. También se habla de “ropa de hilo” para nombrar a la que es de lino o cáñamo, en contraposición a la de lana, seda o fibra sintética. Un hilo es también un alambre delgado que se saca de los metales: “Pasa por allí el hilo de la nueva conexión”.
Las arañas y los gusanos de seda forman con hilos propios sus telas y capullos. Y al chorro muy delgado y sutil de un líquido se lo denomina “hilo”, como cuando decimos “Apenas salía de la vieja canilla un débil hilo de agua turbia”.
Metafóricamente, hablamos del “hilo de la vida”, aunque también de una charla o de una película, para referirnos a su curso o evolución: “Con tantas interferencias, era difícil seguir el hilo del discurso presidencial”. En ese sentido, se puede usar este sustantivo junto a los verbos ‘seguir, perder, cortar, retomar’.
Con este valor metafórico, es que se ha incorporado la nueva acepción de la palabra, proyectada a esta realidad que nadie puede soslayar: “En foros de internet o redes sociales, cadena de mensajes publicados sobre un mismo asunto”.
Ya poseía el término valores metafóricos en locuciones muy ilustrativas tales como ‘quebrar el hilo’, ‘vivir al hilo del mundo’, ‘no tocar a alguien un hilo de la ropa’ y ‘pender de un hilo’. Con la primera, daremos a entender que se interrumpe la prosecución de algo, como en “Un repentino estruendo quebró el hilo de tan solemne acto”. La segunda nos señala que algo o alguien se deja llevar por la corriente, tal como en “Esos fanáticos viven al hilo del mundo”. En cambio, al usar la tercera daremos a entender que no se lleva a cabo ni se dice algo que pueda ser perjudicial: “Nadie, por temor o por respeto, le toca un hilo de la ropa a ese funcionario”. Y, finalmente, si hay amenaza de fin o ruina de algo, como la vida, diremos que “pende de un hilo”. En este mismo sentido, se habla de “hilo de la muerte” como sinónimo de término de la vida.
Si una persona se expresa con una vocecita muy débil, sin fuerza, en forma apagada, se dice que lo hace con un “hilo de voz”.
Hay expresiones de fuerte valor connotativo, en que el vocablo “hilo” forma locuciones que se vinculan con el modo de obrar de alguien; así, “estar cosido algo con hilo blanco” significa que lo dicho por una persona no conforma, mientras que si se dice “estar cosido con hilo gordo” , eso que se menciona se ha hecho con poca curiosidad.
Derivado de “hilo” es “hilar”, verbo que da origen a la locución “hilar fino”, entendido como “discurrir con sutileza”; también, “proceder con sumo cuidado y exactitud”: “Es un historiador de avanzada que siempre hila fino en aras de la verdad”.
Vinculado a “hilo”, están “hilaza” e “hilacha”, que aluden a la índole o carácter de las personas; así se advierte en la locución coloquial “descubrir la hilacha”, usada para indicar que alguien deja ver sus intenciones o defectos, como en la oración “Con este proceder tan poco recto, este funcionario ha descubierto la hilacha”.
En nuestro título, apareció el vocablo “quimera”. Este término ya figuraba en la edición del diccionario de 1780. Si rastreamos tanto su etimología griega “chimaira”, como el primer valor en la fuente académica, nos encontramos con la definición de “monstruo imaginario que vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón”. De allí, pues, el valor más conocido por todos, ligado a algo difícilmente realizable: “Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, sin serlo”: “No se ilusione con la concreción de ese proyecto porque es una quimera”. Pues bien: ahora se ha incorporado, para el ámbito de la biología, zoología y botánica, la acepción de “organismo simple que se ha desarrollado de individuos diferentes” y “compuesto de tejidos de dos genotipos distintos”. La Fundéu-RAE, al difundir este nuevo valor, nos brinda como ejemplo el siguiente: “Científicos españoles crean en China embriones quimera, con mezcla de mono y humano”.
Y la misma Fundéu difunde una creación surgida en relación con este concepto nuevo de “quimera”. Se trata de “humanimal”, acrónimo de “humano” y “animal”, que designa las quimeras de esas dos existencias.
Otras acepciones para algunas palabras fueron incorporadas al diccionario académico, en relación con el triste año 2020 y las medidas de protección sanitaria. Una de ellas es la que amplió las aplicaciones de “confinamiento”. Este sustantivo ya ha dejado de ser exclusivamente un término del derecho, que designaba una pena por la que se obligaba a un condenado a vivir temporalmente, en libertad, en un lugar distinto a su domicilio. Ahora, la acción de confinarse designa, y vaya si lo entendemos, como medida de prevención, el aislamiento temporal impuesto a una persona, a un grupo o a una población, por razones de salud o de seguridad: “Nuestro confinamiento duró un tiempo excesivamente largo”.
*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.