¿Hay que vender lo que se produce?

"Hay que producir lo que se vende y no tratar de vender lo que se produce", me dijo esta semana el enólogo Ángel Mendoza, tras una charla sobre el precio de la uva, la difícil situación de los productores y las demandas del mercado del vino de hoy.

La vitivinicultura argentina enfrenta un proceso de transformación que, lejos de ser una simple fluctuación, ya responde a cambios estructurales profundos. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), la superficie de vid en el país se ha reducido un 11% en la última década, con una caída del 12% en la cantidad de viñedos.

Pero el dato más elocuente es la concentración de la producción: mientras en 1990 el tamaño medio de los viñedos era de 5,8 hectáreas, hoy ha crecido a 9,1. Comparado con otros lugares del mundo, ese número es pequeño, pero muestra una tendencia que no se detiene y se acelera: cada vez hay menos productores, y es probable que en el futuro cercano sean aún menos.

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Se apocan la cantidad de hectáreas de producción en Mendoza y la tendencia en el país es igual en otras provincias. 

Se apocan la cantidad de hectáreas de producción en Mendoza y la tendencia en el país es igual en otras provincias.

Esta evolución plantea interrogantes sobre el futuro del sector. ¿Estamos ante una industria que se vuelve más competitiva o simplemente más excluyente? La respuesta no es sencilla. La globalización, los cambios en los hábitos de consumo y las exigencias del comercio internacional han obligado a los productores a adaptarse o desaparecer. La reconversión tecnológica y la escala productiva se han convertido en factores determinantes para la subsistencia.

Sin embargo, el costo de esta transformación es alto. En Mendoza, la provincia con mayor superficie cultivada, se han perdido más de 16.800 hectáreas en los últimos diez años. San Juan, segunda en importancia, ha visto una merma del 16,3% en su superficie. En contraste, Salta ha logrado expandirse.

El proceso de concentración es innegable. Hoy, el 7,4% de los viñedos ocupa casi el 45% de la superficie cultivada, mientras que más de la mitad de los productores trabaja en menos de 5 hectáreas, enfrentando serias dificultades para mantenerse a flote.

La vitivinicultura no solo es una actividad económica, sino también un entramado social y cultural que da identidad a la provincia. ¿Pero es un negocio para todos? Si el modelo actual solo deja espacio para los grandes jugadores, los pequeños productores deberán buscar otras alternativas: sumarse a una cadena de valor, readaptarse o explorar nuevos horizontes.

Como dijo Mendoza, hay que producir lo que se vende, y hoy muchos de ellos ya no lo hacen.

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