A lo largo de 84 vendimias, año tras año, con singularidades y creatividad, nuestra fiesta mayor fue ganando prestigio y presencia, popularidad y esplendor, siendo la expresión más acabada del patrimonio intangible de la cultura del vino. En ella se destaca la relación particular que une a hombres y mujeres con su territorio como vehículo activador de la recordación de un pueblo, siendo conjunción, en un mismo objeto, de la historia, de la memoria colectiva, del ofertorio a la tierra y a Dios, en un ritual de realización y esperanza. Es precisamente en ella donde se sacraliza el complejo universo de la vitivinicultura y todo su entramado e implicancias.
Por todo esto, la Fiesta Nacional de la Vendimia es la celebración nacional más antigua y vigente en Argentina y la más importante y única por su magnificencia en el mundo del vino. Nosotros, los mendocinos, la llevamos incorporada al ADN. Nuestro calendario vital acompaña el proceso vegetal de la vid, terminando el año con ese homenaje a los frutos y dando así comienzo a ese renacer de una nueva etapa cuajada de esperanzas, de pasión, de trabajo, de tesón, característico de nuestra identidad.
Mendoza, la aguerrida, con su espíritu de resiliencia, siempre tuvo una respuesta ágil y creativa frente a las adversidades.
En aquella anterior pandemia, la de la poliomielitis, allá por 1959, supo imaginar una original Fiesta del Vino, donde se unieron voluntades gubernamentales, empresariales y artísticas reemplazando el gran espectáculo de los cerros por una puesta en escena mucho más modesta, y no por ello menos creativa artísticamente, que se realizó en el Barrio Cívico en el frente de la Casa de Gobierno, o sea en pleno centro de nuestra capital.
Hoy, nuevamente, nos toca otra epidemia, y con ella un cambio en nuestro modo de vida que, por esta circunstancia, lleva a la disyuntiva de realizar o no nuestra fiesta. Frente a esto, es ponderable el criterio de continuar este festejo que fue interrumpido solamente en dos oportunidades, a lo largo de casi un siglo, y apoyar esta opción, en la que una vez más la conjunción de los hacedores culturales, junto al gobierno provincial, dan una respuesta novedosa con una representación audiovisual que destacará nuestra identidad frente al mundo.
Estamos terminando un año duro, en lo sanitario, en lo social, en lo económico; seguramente vendrán tiempos mejores y no queremos por ello renunciar a algo tan nuestro que, como siempre, debe llevar un mensaje de alegría y esperanza.
Estamos listos para disfrutar y acompañar esta experiencia. ¡Elevemos desde ya nuestras copas en un brindis anticipado!
*La autora es Gestora Cultural de la Academia Argentina de la Vid y el Vino.
Edición y producción: Miguel Titiro