La Argentina no está condenada al éxito ni al fracaso. Depende de hacer las cosas bien que significa respetar las reglas de convivencia civilizada, que eso es la Constitución, cumplir con las obligaciones y los contratos, respetar las instituciones y los derechos y libertades de todos.
Otro elemento para salir de la decadencia y pobreza que estamos soportando, es saber insertarse en el mundo y aprovechar las oportunidades que el mismo ofrece. Eso es lo que se hizo en las últimas décadas del siglo XIX con un saldo positivo.
Nuestro país tiene un potencial exportador enorme mientras penamos por la escasez de divisas, resultado perverso del desaliento a las posibilidades que nos ofrecen los mercados internacionales.
Las retenciones al agro que en 20 años llevaron al fisco más de 200 mil millones de dólares, fueron recursos sustraídos a los productores afectando las inversiones que hubieran significado más producción, más puestos de trabajo y más recaudación fiscal. Ese es el mayor ataque al federalismo, distinto al que reclaman muchos gobernadores para derrochar en burocracia improductiva y obras de escasa rentabilidad social.
En 1979 la Argentina era el primer exportador mundial de carne, ahora estamos séptimos en ese ranking. Hace 20 años Brasil producía el mismo tonelaje de soja que nuestro país, ahora tres veces y media más y lo mismo sucede con el maíz. Además, el 70% de su producción agrícola es exportada elaborada como carnes o energía, cifras que son inversas en la Argentina. Como complemento cabe agregar que hoy tenemos un tercio menos de productores que en 2003.
El sector agropecuario y las economías regionales pueden con la eliminación de retenciones y de las diferencias cambiarias incrementar rápidamente los cincuenta mil millones de dólares actuales y los dos millones seiscientos mil empleos a noventa mil millones de dólares y un millón de empleos más.
Una de las metas, es mitigar los problemas de las sequías. Por eso debe encararse una política hídrica con el lema de Ni Una Gota de Agua Dulce al Mar. Salvo en los ríos navegables hay que concluir con los derrames en el Océano de ríos como el Colorado, el Negro, el Chubut, el Santa Cruz. Mientras en Medio Oriente se invierte cuantiosas sumas en plantas para desalinizar el agua de mar, aquí nos damos el lujo de derramar en el mar agua que permitiría incorporar a la producción millones de hectáreas.
Otro sector que debemos aprovechar, mientras tiene lugar la transición energética, es el potencial petrolero y gasífero del país. Se trata de obtener inversiones para incrementar la capacidad de los ductos que lleven el petróleo y el gas a los puertos, construcción de plantas de para el tratamiento del gas, ampliación de las destilerías y asegurar más de 20 mil millones de dólares anuales solo para incrementar la producción de Vaca Muerte. El gas es básico para ampliar la producción de fertilizantes que incrementa la productividad agrícola, además hay un mercado ávido de los mismos, Brasil es uno de ellos. Esto requiere reglar claras para garantizar las inversiones y los dividendos de los inversionistas. En pocos años se pueden sumar otros 50 mil millones de dólares a las exportaciones.
Otro pilar para el progreso de zonas áridas y semiáridas es la cordillera de los Andes. Chile exporta 50 mil millones de dólares obtenidos en la minería y el Perú 40 mil millones. La Argentina apenas araña poco más de tres mil millones. Los conocedores de esa actividad aseguran que contamos con la segunda mina de plata del mundo, la segunda reserva de Litio y la segunda de cobre. El cobre y el litio son minerales claves para la transición energética reemplazando el carbón y los hidrocarburos como fuente de energía. Si comparamos los habitantes que viven desde las altas cumbres de la cordillera hasta 150 kilómetros del Pacífico y la misma longitud hacia el este vemos 20 millones de un lado y unos cuatro millones de los faldeos argentinos.
Las diferencias entre lo que podemos obtener con la producción agropecuaria y las energéticas y mineras, es que la primera obtiene resultados más rápidos con menos inversiones, aunque las tres generan trabajo de inmediato y una red de proveedores considerable.
A esto se debe agregar el potencial que tiene la Argentina en energías no convencionales, sean eólicas, solares y también ríos que pueden incrementar el aporte de la hidroelectricidad.
Por último no deben descuidarse las nuevas tecnologías que hoy están brindando trabajos bien pagos pero tienen carencias por falta de personal bien educado y entrenado, mostrando la decadencia del sistema educativo y que es un elemento que se agregó a la hostilidad que esos emprendimientos soportaron del gobierno anterior y de grupos sindicales.
¿No es más conveniente buscar un acuerdo para establecer reglas duraderas que posibiliten un saldo exportador que concluya con los problemas externos y genere un impacto en trabajos bien pagos?
Es más serio que las fantasías refundacionales que de tanto en tanto se reiteran.
* El autor es Presidente de la Academia Argentina de Historia. Miembro del Instituto Argentino de Historia Militar.