Un día volvimos a hablar de minería. Parecía un tema cancelado, un asunto algo tabú entre los mendocinos. Primero llegó la respuesta fácil contra la iniciativa minera, luego vino la contra respuesta igual de fácil del sector que la promovía, y así fue que poco a poco dejamos de hablar del tema en las tribunas políticas, para hacerlo nada más que en rueda de amigos o en la sobremesa familiar. Pero un día, volvimos a hablar de minería.
La respuesta fácil era: “que la minería contamina y nos deja sin agua”; la contra respuesta, igual de fácil era: “contamina como otras actividades y dará trabajo a miles de mendocinos”. Por suerte, un día volvimos a hablar de minería.
Tal vez aquella respuesta y aquella contra respuesta a la que me he referido en el párrafo anterior no eran todo lo que teníamos para decir y pensar en la discusión sobre la minería. Tal vez todo pasaba y sigue pasando por otros estándares de conocimiento y por otras miradas menos lineales. Nos debíamos y nos debemos esa discusión, y en ese deber ser está la obligación intelectual de derribar algunos mitos y establecer algunas premisas irrefutables, de un lado y del otro de las ideas.
Debatir es como pensar de a dos, o de a muchos, es pensar mientras se dialoga, sin tocarnos, sin recurrir al grito o a la acción violenta, y sin acudir al gesto pretoriano de la abolición del “otro” por la automática aplicación una mayoría ocasionalmente victoriosa. Debatir es intentar entre todos, desentrañar un atisbo de la verdad, que está allí, esperando por nosotros, como quizás espera y ha esperado durante siglos por nosotros, allí, adentro de la montaña, una riqueza añosa que precisa ser utilizada para beneficio de todos los mendocinos.
El hombre es por definición, un ser que al construir progreso, en el camino, a cada paso de su evolución, modificará su medio ambiente. Si decidiéramos aferrarnos a la idea de un no hacer nada por temor a modificar el medio ambiente, viviríamos como aquel personaje que describe Borges en su egregio cuento “El inmortal”, que nunca estuvo de pie y que un pájaro había hecho un nido en su pecho. Despreciar la riqueza es un acto de soberbia y un desdén por el progreso. Despreciar la riqueza que se encuentra oculta en la cordillera y en la pre cordillera sería un acto de mezquindad, una conducta antisocial. Si la riqueza trae prosperidad, desarrollo, circulación de bienes, movilidad social, creación de hospitales y escuelas, numerosos puestos de trabajo, mejores sueldos y más dinero en el comercio, y sobre todo más ingresos públicos para ser utilizados -por ejemplo- en favor de los que más necesitan, el crimen entonces será no extraer nunca esa riqueza oculta.
Por otro lado, si esa riqueza se extrae solo para beneficiar a unos pocos, si se extrae para ser llevada afuera de nuestra provincia o de nuestro país, si se hace sin considerar los altos y posibles grados de impacto ambiental negativo sin hacer nada al respecto, el crimen entonces será el hecho de haber extraído esa riqueza de ese modo. Esta es la disyuntiva crucial. Este es nuestro to be or not to be de la minería. Está en nuestras manos tomar buenas decisiones. Para lograr un resultado exitoso en el uso de la inteligencia al servicio de este debate, proponemos establecer como premisa, que la cuestión minera sea definitivamente una cuestión de Estado, es decir, un asunto que debe quedar totalmente desvinculado de cualquier advocación política y partidaria, lo que nos permitirá no enturbiar la discusión. La ciencia, la tecnología, las investigaciones acerca de los efectos en la salud, los especialistas en la macro y en la micro economía, y todas las fuerzas vivas del pensamiento deben estar presentes en ese debate. Por suerte, un día volvimos a hablar de minería.
La clave de un éxito minero estará -indudablemente- en los controles de los procesos y en las auditorías que se efectúen tanto en la extracción como en el almacenamiento de los minerales y en la elección de quiénes estén a cargo de tales tareas. No tengo dudas, este sistema, de controles y auditorías debe estar a cargo de equipos multidisciplinarios y con métodos y protocolos homologados internacionalmente.
No quiero pasar por alto el hecho de tener que fijar una posición en relación al tema que estoy poniendo sobre la mesa. De algún modo ya lo he anticipado. No quiero ser tibia ni ambigua en este asunto y es por ello que opino de un modo claro: una minería sustentable y debidamente controlada, es absolutamente posible en Mendoza.
*La autora de esta columna es Fernanda Sabadin, senadora provincial por Cambia Mendoza.