Los que nos dedicamos a la historia adhiriendo a los lineamientos de los fundadores de la escuela de los annales, de Braudel y Marc Bloch le damos primacía a los procesos. Sin embargo, con Thomas Carlyle, reconocemos, que hay personalidades, que hacen la diferencia. Uno de ellos es Guillermo Laura, recientemente fallecido. La primera reflexión que se me ocurre es que la escasez de personalidades de la envergadura del doctor Guillermo Laura es una de las causas de la decadencia de nuestro país.
El doctor Laura, abogado graduado en la UBA y economista egresado del ESEADE, institución de la que fue profesor y Rector, era estudioso de los problemas, sabía proponer soluciones y cuando tuvo la responsabilidad de ocupar cargos públicos, mostró una notable capacidad de ejecución, atributo escaso, en los elencos dirigentes en ambos lados de la grieta.
Decía Ergasto Riva, uno de sus colaboradores, que en aptitud para construir, Guillermo Laura parecía un sobreviviente de la generación del ochenta, esa pléyade de hombres liderada por Julio Argentino Roca, que, al decir de Federico Pinedo supo construir en una generación un país moderno en un desierto despoblado, donde imperaba el malón, junto, al analfabetismo y el primitivismo.
Muy joven fue abogado de Hidronor la empresa estatal, presidida por Raúl Ondarts, que construyó el complejo Chocón Cerros Colorado en los plazos estipulados y sin sobre costos. Su vocación por las obras públicas seguramente venía de su padre, el ingeniero Lauro Laura, inspector de las obras de la General Paz, una de las primeras autopistas del mundo, del grupo de ingenieros que congregó en Vialidad Nacional el ingeniero Justiniano Allende Posse. El padre del doctor Laura tuvo también a carga del diseño y dirección de la autopista Richieri a Ezeiza.
Sus libros la Ciudad Arterial y el Cinturón Ecológico, premiados uno por la Academia de Ciencias y otro por la de Ingeniería, propusieron soluciones modernas al transporte automotor y en el caso del Cinturón Ecológico concluir con los basurales a cielo abierto, la incineración de residuos y la formación de un anillo verde de 10 millones de árboles circunvalando Buenos Aires.
Como secretario de obras públicas de la ciudad de Buenos Aires en cinco años construyó las autopistas 25 a mayo y Perito Moreno, Inicio los tramos de la autopista Illia y Frondizi, ensanchó las avenidas independencia, San Juna, Garay y Jujuy, la casi totalidad de las playas de estacionamiento subterráneas, la prolongación de la línea E de subterráneos en tres kilómetros hacia Flores Sur. Suprimió los incineradores de residuos recuperado el cielo azul. Renovó el sistema de recolección de residuos y terminó con los basurales en la ciudad. Construyó la autopista del Buen Ayre y varios parques recreativos junto con sesenta nuevos edificios escolares. Nunca más se encaró en tan corto tiempo un conjunto de obras tan numerosas e importantes.
Preocupado por la gobernabilidad de las áreas metropolitanas, que exceden los límites jurisdiccionales de municipios y provincias, pensó en una solución, en la que esto escribe, tuvo el honor de colaborar. Fue el libro “la Provincia Urbana del Río de la Plata”
Algunas de sus iniciativas no se prolongaron en el tiempo por la mediocridad de los gobiernos sucesivos como sucede con la prolongación de la autopista del Buen Ayre. Los primeros 23 km se construyeron en dos años desde el Acceso Norte, su prolongación hasta la autovía dos a 42 años de esa inauguración avanza a paso lento.
Fue presidente de la empresa Autopistas del Sol, la que en tiempo récord modernizó la Panamericana y la avenida General Paz, sin interrumpir el tránsito. EL que escribe recuerda palabras premonitorias de su discurso en la inauguración: “Presidente Menem, gobernador Duhalde, permítame recordarles que solo estamos concluyendo obras planeadas en 1942 por Allende Posse, tenemos que encarar un nuevo plan porque en poco tiempo estos accesos a Buenos Aires estarán colapsados”. Por supuesto, palabras que cayeron en oídos sordos.
También lo fue su plan para unir con una red de autopistas, todas las provincias argentinas, junto, con un programa de modernización ferroviaria. Programa financiado con una tasa a los combustibles de 10 centavos de dólares a cobrar a partir de la inauguración de las obras.
Cometió un error el Dr Laura cuando presentaba el plan a las autoridades, a las de los noventa y a los K., les decía “este programa está diseñado para evitar la corrupción” y por otra parte recibió la hostilidad de los integrantes del club del peaje, ese negociado implementado por Dromi, que pagaba hacer un poco de bacheo. Una buena parte de los que sabotearon el plan son los acusados por pagar sobornos en la causa de los cuadernos.
El 50% de la tasa de combustibles se recauda en el Amba, que no recibía obras del plan de autopistas, Sin embargo, la dirigencia provincial, con excepciones como Arturo Lafalla o Juan Carlos Romero, siempre vociferantes contra el centralismo y los porteños, mansitos aceptaron que un plan beneficioso para las provincias y financiado por los porteños en una verdadera transferencia de ingresos no prosperara.
Permite el lector otro recuerdo que muestra modelos en pugna. La supresión de los basurales, terminaron con el cirujeo; un funcionario internacional preguntaba sobre la pérdida de esos trabajos, Guillermo Laura respondía: “Buscamos reemplazarlos por empleos más dignos y mejor pagos”. Pero ahora a los ineptos para generar progreso como los Grabois y los Eduardo Valdés, solo se les ocurre fomentar la reaparición masiva de los cirujas en las grandes ciudades argentinas.
En sus últimos años, precisamente, dedicó sus afanes `para proponer resolver el problema de la moneda estable y el ahorro en moneda local con su libro “la moneda virtual” y los carencias de las mayorías en “Abundancia de lo Indispensable”, programa para erradicar las villa miseria y dotar a cada hogar de agua y cloacas.
En lo personal quien escribe ha perdido un amigo y un maestro y tiene el orgullo de haber sido uno de sus colaboradores.
* Roberto Azaretto es miembro de la Academia Argentina de la Historia y del Instituto Argentino de Historia Militar.