Los tres conceptos del título parecieran pertenecer a ámbitos muy distintos, el primero a la economía y la política; el conocimiento a la información y la inteligencia; por último, la memoria a la capacidad del cerebro para retener y relacionar información. Esto es así, pero hay mucho más.
La globalización comprende conjuntos de hechos y tendencias en múltiples dimensiones: economías, finanzas, políticas, sociedades y culturas y hoy fundamentalmente de ciencia y tecnología (dos géneros muy distintos y no necesariamente continuos). Esos hechos y tendencias son convergentes, pero también contradictorios, y se expanden sobre espacios y tiempos muy distintos. Como lo expresa mi colega Fabienne Goux Baudiment: “El tejido del universo está formado por materia, energía, tiempo y dinámica”. Y la dinámica en la globalización 2.0, o del siglo XXI, muestra una aceleración pronta a alcanzar velocidades exponenciales, nunca vistas hasta el presente. Todo ello afecta al conocimiento y la memoria.
El conocimiento es un intangible que radica tanto en las personas, como en grupos, organizaciones y sociedades. Vale reconocer que también su opuesto y complementario: la ignorancia, que se presenta en todos estos niveles. Cada nuevo conocimiento construido abre muchos nuevos interrogantes, o aún la obsolescencia de lo conocido hasta ese momento. Y esta obsolescencia puede permanecer ignorada, sin que se tome conciencia de la misma. Esto me lleva a otra relación que quiero señalar, que es entre conocimiento y conciencia del mismo. Y como lo revela Peter Burke: “Lo que resulta relativamente novedoso en el siglo XXI es la elección de la ignorancia”; que –seamos bondadosos- puede ser accidental o intencional. Esto último sería muy peligroso, como ese tipo de ignorancia –que según Horacio Godoy- es propia de los argentinos que solemos ignorar, pero con entusiasmo. Estas consideraciones valen también para un producto actual y futuro con gran potencial de modificación de nuestras vidas, comportamientos y hasta sensibilidad: la inteligencia. Esa capacidad humana de dar sentido a las cosa ahora puede radicar en instrumentos artificial en todas sus manifestaciones: estrecha; general y superinteligencia.
Con respecto a la memoria suponemos que es una con varios tipos diferentes. Como la memoria sensorial, a corto y largo plazo. Registra la información por medio de los sentidos, y también por la intuición; o la memoria intangible que nos permite codificar, almacenar y recuperar la información del pasado personal o social. También reconocemos la memoria a corto, y largo plazo. La importancia social de la misma es diferente, un hombre común puede requerir asistencia o cuidado, en posiciones de autoridad el impacto es diferente. También es posible hablar de una globalización de la memoria, porque se verifica que la relación con el pasado ha experimentado cambios estructurales importantes y muestra una homogenización de formas de representación colectivas y acciones públicas, cada vez más semejantes.
¿Cómo influye la globalización en el conocimiento? Una de las manifestaciones más destacadas es su alta capacidad de difundir bienes y servicios a todo el mundo, en particular información, y sobre todo tecnologías, aunque la conexión de algunos lugares sea muy deficitaria. La globalización de estos conocimientos, nos permite conocer lo que ocurre en el mundo. Noticias hoy nos llegan en tiempo real lo que reduce el tamaño relativo del mundo. La aceleración en la producción de conocimientos, apoyada en las tecnologías favorece la rápida difusión de los mismos, al tiempo que genera nuevas brechas entre países pobres y ricos.
Relación entre memoria y conocimiento. Gran parte de las aplicaciones de la memoria están profundamente vinculadas con el conocimiento, así aprendemos, codificamos e incorporamos información, y nos permite desarrollar nuevas capacidades. Reconocemos nuestras relaciones sociales, y evocamos sentimientos, emociones, sensaciones y sucesos del pasado. También interviene en el conocimiento del futuro, o al menos de probables futuros, porque nuestro cerebro establece nuevas relaciones entre viejos y nuevos conocimientos e incluso nos permite proyectar situaciones o procesos que se concretarán en el tiempo por conocer.
¿Cómo se relaciona la globalización con la memoria? Estas interacciones son complejas e inciertas, la memoria nos trae situaciones pasadas que pueden modificar las percepciones que supondrían los procesos de globalización, en perjuicio del cabal entendimiento de las trasformaciones que esto implican y que pueden afectar las decisiones que tomamos en el presente en beneficio de mantener lo conocido y rechazar las posibilidades y riesgos que presentan. Aquella información que tenemos almacenada en la memoria a largo plazo de procesos que se piensan como meras repeticiones de lo ocurrido en el pasado y que impiden que el cerebros pueda plantearse que son problemas nuevos y que requieren nuevas soluciones.
Las interacciones que he indicado están lejos de completar el cuadro de relaciones entre estos tres componentes irrenunciables del mundo que vivimos. Procurar esclarecer este juego de impactos cruzados, cada vez más complejos y veloces tiene –aunque cueste entenderlo- un valor necesario para orientar nuestra vida personal, social e incluso económica y política. No pretendo sino focalizar en aquellas relaciones que impactan en forma directa en nuestra comprensión del presente y en la visión del futuro, imprescindibles para tomar decisiones acertadas en el mundo actual.
* El autor es licenciado en Ciencias Políticas. Doctor en Historia. Dirige Centro Latinoamericano de Globalización y Prospectiva.