En la historia argentina abundan las disputas políticas entre presidente y vice. En los últimos más de 40 años de democracia han sido numerosos los ejemplos de guerra fría o directa declaración de hostilidades entre quienes en algún momento se presentaron ante los argentinos como una fórmula electoral capaz de encarnar un proyecto común.
Menem-Duhalde; Menem-Ruckauf; De la Rúa-Álvarez; Néstor Kirchner-Scioli; Cristina Kirchner-Cobos; Alberto Fernández-Cristina Kirchner son casos recientes de la difícil convivencia entre el jefe del Ejecutivo y el presidente del Senado.
Sin embargo, la virulencia entre Javier Milei y Victoria Villarruel escaló en menos de un año, demostrando que este tipo de confrontación no es ajena a la antipolítica que la dupla actual expresa; o que en todo caso, es inherente a cualquier mortal en ejercicio del poder.
Sucesión de diferencias
Han sido numerosas las instancias de diferenciación que la Vicepresidenta fue escenificando, como si de tanto en tanto quisiera dejar en claro que no comparte en su totalidad las decisiones ni los modos del Presidente.
El primer cortocircuito sucedió cuando a pesar de lo manifestado en campaña, las áreas de Seguridad y Defensa del gobierno libertario no quedaron bajo la órbita de Villarruel, sino en manos de la pareja de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich y Luis Petri, respectivamente.
En Casa Rosada, en tanto, también generó malestar el rechazo del Senado al DNU 70, que según los mileístas, ella podría haber evitado.
Expresiones públicas, en general de corte nacionalista (trató a Francia de “país colonialista”), o asociadas a su margen de acción sobre las dietas de los senadores, no han hecho más que mellar la confianza y el trato entre ambos. El Presidente ha sido terminante al decir que su vice “no tiene ninguna injerencia en la toma de decisiones”. ¿Afuera?
Otra controversia reciente fue la de la sesión que determinó la expulsión del senador Edgardo Kuider, aquel que fue encontrado con 200 mil dólares sin declarar en Paraguay. Para el Ejecutivo, esa sesión fue inválida (pues ella no podía presidir), pero no para la vice que la habilitó y determinó el fin de su mandato como pretendía el kirchnerismo.
Desde La Libertad Avanza (LLA) entienden que Villarruel cambió de bando y compró el discurso de la casta, que en el caso del Senado es una tradicional usina de ritos y privilegios. “Está más cerca del círculo rojo, de lo que ella llama la alta política, y lo que nosotros llamamos la casta”, disparó Milei.
La ópera de las “dos chirolas”
Atrás (aunque no olvidados) aparecen otras polémicas por la nominación del juez Ariel Lijo para la Corte Suprema, a la que la vice calificó de “controversial”, pero también su extemporánea reivindicación de la figura de María Estela Martínez de Perón. Villarruel visitó en Madrid a Isabelita, posteó fotos y hasta habilitó un busto con su figura. Casi como dando por superada, con absoluta liviandad, la brutal carta blanca al terrorismo de Estado que se produjo durante su gobierno, antes -incluso-, de la irrupción de la dictadura militar.
La queja pública, días atrás, por el salario que recibe como vicepresidenta terminó de romper todo. Según la funcionaria, su remuneración está por debajo del Presidente, los ministros, la Corte y hasta del vocero, Manuel Adorni. “En breve, me van a pagar dos chirolas...”, graficó.
Una declaración que despertó ira y reacción en cadena del Presidente, que acusó a su compañera de estar “desconectada de la realidad” y no entender el sacrificio que está haciendo el pueblo argentino, al que se sumó, en la misma dirección, todo el elenco libertario con Patricia Bullrich y la diputada Lilia Lemoine a la cabeza.
Para estas mujeres bravas del mileísmo, el problema es que Villarruel no está alineada: “quiere tener su propia agenda”, agregan. Y hasta amenazan: “el que no se adapta, se va”. Directamente, la invitaron a salir.
El villarruelismo en Mendoza
Lo cierto es que el abismo entre las dos principales figuras institucionales parece insalvable y abre especulaciones sobre el impacto político de la ruptura.
Es el senador nacional misionero Francisco Paoltroni quién mejor expresa en público lo que a menudo Villarruel calla. Es él quien habla de que LLA es una organización vertical donde no está permitida la diferencia, y mucho menos el disenso. Algo que experimentó en carne propia al ser expulsado del bloque libertario.
Pero en los cómodos despachos del Senado no se quedan quietos mientras desde el Ejecutivo y el resto del oficialismo llueven agravios, bajo la idea que no hay lugar para “líderes mesiánicos”, en clara alusión al mandatario.
El villarruelismo marca diferencias que impactan en los planes del Gobierno. Principalmente, la oposición al pliego de Lijo que aún no puede superar el laberinto del Senado para su votación en el recinto.
Para Villarruel y Paoltroni, como muchos de sus colegas senadores, Lijo es sinónimo de impunidad, y entienden que su postulación es una severa contradicción con la prédica libertaria. Casi una estafa electoral.
Lentamente, mueven fichas y con Paoltroni como mascarón de proa, el villarruelismo recorre el país para afianzar esa especie de ¿línea interna? o futura escisión libertaria.
En Mendoza, el senador puso al frente al ex concejal capitalino Luis Giachino (hermano de Pedro, héroe de Malvinas), como representante de esta visión nacionalista que confluyó en LLA pero cuyo futuro allí no está del todo claro. Por ahora el lema motivador es “Villarruel no está sola”, casi un mensaje de acompañamiento para demostrar fuerza y medir potencial en todo el país.
Una rara melange política que si bien reivindica ciertos logros económicos del Gobierno, resiste la construcción que Karina Milei ha desplegado que incluye -aseguran- el hostigamiento a la vice. Y hasta lanzan el desafío de concretar un armado propio que de ser necesario, enfrente a LLA en este 2025 electoral. Habrá que ver.
Expectante de nuevos chispazos, el futuro de la relación Milei-Villarruel parece ya sellado en la misma línea histórica de triste distanciamiento que el de sus antecesores. Otro rasgo de similitud con la casta.
* El autor es periodista y profesor universitario.