Durante la semana del 18 al 25 de Mayo pero de 1810 se precipitó un proceso que venía gestándose desde años anteriores y que tendrá su punto culminante con la designación del Primer Gobierno Patrio. El proceso independentista de América del Sur fue de los más extensos y cruentos de su época desde 1808 a 1824.
Brevemente recordemos que ante la caída de España en manos del “gran corso” los movimientos juntistas se extendieron por toda América desde México hasta las Provincias Unidas del Río de la Plata, dando lugar luego al proceso emancipador. El impulso del pensamiento ilustrado dio lugar a la expansión de la cultura y la educación como armas poderosas para terminar con el “Antiguo Régimen”.
La “ilustración universal y el fomento de las letras” impulsó las Revoluciones que cambiaron de manera definitiva el mapa político del mundo y la vida de millones de personas: La Revolución Inglesa de 1642 -1689, la Guerra de Independencia de EEUU entre 1775 y 1783, la Revolución Francesa de 1789 y la Guerra de Independencia española de 1808 contra Napoleón Bonaparte, fueron el preludio del germen de libertad que se propagó por toda Hispanoamérica.
La Revolución de Mayo logró mantenerse, pese a las dificultades externas, las divisiones internas y los reveses militares, como la única llama revolucionaria encendida desde sus comienzos. La escasez de recursos y los tempranos desacuerdos exigían afianzar el rumbo independentista y reforzar el accionar de aquellos patriotas que seguían confiando plenamente en los principios de libertad, igualdad e independencia, tal el caso de Mariano Moreno, Juan José Castelli y Manuel Belgrano, entre los más destacados: verdaderos intelectuales de la libertad y núcleo duro de la revolución, junto a los cuales hay que recordar muchos hombres y mujeres que desde un rol menos conocido e incluso anónimo, no dudaron en arriesgar todo lo que tenían en servicio de “la causa que se iba a emprender”; desde bienes y fortunas, hasta lo más preciado: la vida que la patria exigía en tan cruciales momentos.
En aquel Mayo de 1810 un grupo de hombres con ideas preclaras comenzó a pensar una nueva nación. Manuel Belgrano, líder esclarecido, promoverá el incipiente proceso revolucionario y no dudará en ponerse al frente de los improvisados ejércitos para sostener con su espada lo que había atizado con su pluma y su palabra. Insoslayable coherencia del primer y más destacado general del embrionario ejército patrio. El mismo Manuel Belgrano relata aquellos primeros momentos diciendo: “mandaron llamar mis amigos a Buenos Aires, diciéndome que era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirir la libertad e independencia deseada; volé a presentarme y hacer cuanto estuviera a mis alcances: había llegado la noticia de la entrada de los franceses en Andalucía y la disolución de la Junta Central…”.
En los agitados días que siguieron Belgrano actuó en su doble rol de militar y jurista; y mientras se sucedían las deliberaciones entre los patriotas, él y Saavedra fueron comisionados, como militares, ante el Cabildo para peticionar a los alcaldes Leiva y Lezica la consulta a los vecinos a través de un Cabildo Abierto, el Virrey Cisneros se negó y “propuso en cambio convocar a todas las provincias del Virreinato, pues confiaba que el interior, más conservador y en eterna rivalidad con Buenos Aires, lo sostendría en su cargo”; una incipiente revuelta popular inquietaba al virrey y su séquito, quienes reunieron de manera urgente a los jefes militares solicitando su apoyo. En esas horas tan oscuras los hechos se sucedían con una rapidez inusitada alterando la tranquila Buenos Aires.
A las 20:00 hs. del día 20 se convocó a los comandantes militares de la ciudad, quienes se negaron rotundamente a brindar su apoyo al Virrey. El comandante de Patricios Cornelio Saavedra expresó: “que frente a la situación española, estas provincias reasumirían sus derechos de autogobierno, y que el virrey carecía ahora de autoridad”. Convocado el Cabildo Abierto del 22 la “representación más sana de la ciudad” se decidió por la convocatoria a un nuevo gobierno. Sin embargo las intrigas del ala conservadora terminó por elegir una Junta de Gobierno presidida por el mismo Virrey Cisneros quien debía asumir el cargo el 24. La reacción patriota no se hizo esperar: los círculos revolucionarios más radicalizados rechazaron la continuidad de Cisneros y en casa de Nicolás Rodríguez Peña, Belgrano: “juraba a fe de caballero, ante la Patria y sus compañeros, que si no era derrocado el Virrey a las tres del día siguiente, él lo derribaría con sus armas”.
Al día siguiente, por la mañana del 25 por fin se disolvía la junta presidida por Cisneros y se designaba la Primer Junta de Gobierno Patrio; el mismo Belgrano recordaba aquellos acontecimientos diciendo: “Se vencieron al fin todas las dificultades,…, y aunque no siguió la cosa por el rumbo que me había propuesto, apareció una junta, de la que yo era vocal... Era preciso corresponder a la confianza del pueblo, y todo me contraje al desempeño de esta obligación, asegurando, como aseguro, a la faz del universo, que todas mis ideas cambiaron, y… el bien público estaba a todos instantes a mi vista”. Palabras en las que el gran Manuel rendía cuentas de cada una de sus acciones, respondiendo a la proclama “El Pueblo quiere saber de qué se trata”; erigiéndose así en el líder de la Revolución y años después, junto a San Martín, se transformaría en el principal impulsor de la definitiva Declaración de Independencia.
*El autor es docente y ensayista.