Desde hace 30 años, las formas de producción, incluso en organizaciones sin fines de lucro, están adoptando nuevas maneras de organización. La innovación concibe a las empresas como organizaciones dinámicas y flexibles, superando la concepción tradicional. Estos modelos de organización, llamados “organismos vivos”, reemplazan las estructuras jerárquicas y los paradigmas de la gestión tradicional, optando por métodos y patrones de funcionamiento que son más útiles y efectivos.
En estas organizaciones, el trabajo ha evolucionado para convertirse en una función colaborativa conectada en una cadena que se fortalece a través del bienestar y el bien común. Cada miembro cumple una función evolutiva y no hay segregación entre empleados, ejecutivos o gerentes. Representa un avance extraordinario en la forma de producir valor para la sociedad, con numerosos ejemplos en el mundo. La clave es la autogestión, que deja de lado las funciones jerárquicas y los paradigmas actuales de la gestión. La selección de personal y los métodos de recursos humanos cambian drásticamente, al igual que la medición de la eficiencia en el logro de objetivos. Se trata de una innovación cultural disruptiva que busca transformar la forma de producir, poniendo énfasis en el ser humano, la sustentabilidad y el equilibrio con el entorno. Aplican estrategias basadas en la persona y construyen una ventaja competitiva sólida en un mercado cada vez más exigente y cambiante. No se limitan a luchar por clientes, sino que proyectan una imagen que refleja un posicionamiento diferenciado que encanta y es atractivo para la demanda. Su propuesta de valor se basa en un propósito evolutivo claro y se sustenta en activos intangibles, no solo en productos tangibles o marcas. Con ejecución estratégica: cambiando de lugar lo existente para volverlo vulnerable.
En términos de funcionamiento operativo, las nuevas organizaciones logran una coordinación efectiva de las funciones de producción debido a la fuerte conexión entre sus miembros, como una red energética. Cada integrante comparte el propósito evolutivo de la organización y adopta el objetivo común de mejorar continuamente. La innovación, la cultura, las capacidades de producción y servicio, la competencia, el conocimiento y las relaciones comerciales, son disciplinas gestionadas de manera sistémica y elevadas a un nivel superior. La evolución de cada miembro está relacionada con su conciencia individual y su capacidad e inteligencia para interpretar diferentes realidades. El bienestar, la salud, la inclusión, el liderazgo moral, la autoestima sólida, la vinculación con el cuidado de la naturaleza, el debate interno, el compromiso y la generación de ideas, son algunas de las habilidades que las distinguen. Buscan armonía y equilibrio en todo lo que hacen. Son las más adecuadas para adaptarse y destacarse en esta era impulsada por generaciones, como la de los años 90, con seres humanos que tienen pensamientos atípicos, son nativos digitales, inconformistas y nómades, y un comportamiento psicosocial que claramente los diferencia.
Para integrarse a la cultura organizacional de los “organismos vivos”, además de tener habilidades especializadas para la tarea en cuestión, se necesitan características personales con competencias emocionales y psicológicas que faciliten la conexión entre pares, la autogestión y la búsqueda de bienestar. También se requiere disposición para la creatividad, la imaginación, la curiosidad y el aprendizaje continuo en diferentes temas que potencien el desarrollo intelectual y técnico. El talento, entendido como una habilidad poco común y selectiva, necesita actualizarse constantemente, al igual que el concepto de liderazgo y el trabajo en equipo. En el presente, las personas están revisando su actitud hacia el empleo y los beneficios de integrar una empresa que pueda ofrecer preferencias tanto en la manera de cumplir con la función, con un rol de mayor valor, dentro o fuera de la estructura productiva, como también recibir atención en aquello que impulsa el bienestar de la persona y su entorno. En una encuesta de 2022, realizada por McKinsey en Estados Unidos y Europa, un 25% de las grandes empresas son favorables a nuevas formas de organización con estructuras flexibles, eficientes, de respuesta rápida a los cambios, y con una formación más horizontal, autónoma, con distintos grados de autogestión.
Emergen paradigmas de manejo de negocios que están reescribiendo las viejas enseñanzas de la administración de empresas y el marketing, entre otras disciplinas. Los cambios que presenciamos marcan la transición de una era a otra, y aunque puede ser un proceso invisible para muchos, es visible para aquellos observadores profundos que se preparan para adaptarse y enfrentar los desafíos. El futurólogo Alvin Toffler ya explicaba esto en 1979 con su concepto de “ola”, y ahora estamos experimentando el impacto de esos cambios en la humanidad.
En resumen, estamos en una era de rápidos cambios y movimientos transformadores que diseñan nuevas formas de organización y producción para enfrentar la incertidumbre. Los “organismos vivos” buscan la armonía y el equilibrio, impulsados por generaciones con pensamientos y actitudes distintas. Aquellos que se adapten y se suban a esta ola de cambio podrán enfrentar los desafíos y ayudar a dar forma a esta nueva era, destruyendo los paradigmas obsoletos del pasado. Porque el tiempo se diluye como un soplido, frente a los cambios brutales que desestabilizan. La vida de cada uno ya no es como antes: previsible y organizada. Los intereses y estilos de vida de los humanos ahora son otros.
* El autor es Especialista en Estrategia de Negocios heraclito.com