Errores para corregir

Esta confusión vocálica entre la “a” y la “e” la hallamos en dos voces muy usadas en Mendoza: “comisaría”, que se confunde con *comisería y “angarilla” que es confundida por *engarilla.

Errores para corregir
Los errores más comunes de nuestra lengua que debemos corregir

Escuchaba atentamente las noticias acerca de las nuevas dosis de vacunas que, en breve, deberemos colocarnos. La encargada de brindar la información enfatizó varias veces la importancia de tomar en consideración el lapso de tiempo entre la última dosis recibida y el momento en que se va a recibir la nueva. Ese período fue designado, erróneamente, como *intérvalo. ¿Qué hay de erróneo en la palabra? Está mal acentuada la sílaba tónica: la palabra es grave y, por lo tanto, debe decirse “intervalo”. El vocablo se formó a partir de “inter-”, que significaba “entre”, más el sustantivo “vallum”, que se traducía como “valla, defensa”.

Hoy, el término significa el espacio o distancia que hay de un tiempo a otro o de un lugar a otro: “Hubo un intervalo de casi tres años en que se interrumpieron las comunicaciones”. También puede equivaler al conjunto de los valores que toma una magnitud entre dos límites dados: “intervalo de temperaturas” o “intervalo de frecuencias”.

En el terreno musical, se denomina “intervalo” a la diferencia de tono entre los sonidos de dos notas musicales: “Los intervalos melódicos pueden ser ascendentes o descendentes”.

Existe otro vocablo que se oye mal con frecuencia: “utensilio”. Equivocadamente, se escucha *utensillo, quizás porque, en una pronunciación rápida, la articulación de la consonante “ele” y de la vocal “i” puedan oírse como una “elle”. La etimología nos remonta a un adjetivo latino, “utensilis”; este adjetivo se decía, en su forma neutra plural, “utensilia”, que traducimos como “las cosas útiles y necesarias”. Es por ello que definimos “utensilio” como el “objeto, elemento o cosa fabricada y hecha, que se destina al uso o empleo manual y doméstico”: “Los utensilios de cocina están impecablemente guardados”; también es el instrumento o herramienta de una actividad profesional, ya en un empleo, ya en un oficio o trabajo: “Dejaron bien dispuestos los utensilios para la operación”. Es de notar que, en su raíz, se encuentra el verbo “utor”, cuya traducción es “usar”.

¿Y cómo debe decirse, “legaña” o “lagaña”? El término, cuyo origen es incierto, probablemente prerromano, puede ser de una u otra forma. Su significado es “humor procedente de la mucosa y glándulas de los párpados, cuajado en el borde de estos o en los ángulos de la abertura ocular”. El Panhispánico nos dice que la forma “legaña” es la preferida en el habla culta de casi todo el ámbito hispánico, aunque en algunos países de América convive en el nivel culto con la variante “lagaña”: “Un niño lloroso, lleno de legañas, se nos acercó pidiendo algo para comer”. Se conocen los adjetivos “legañoso” y “legañil”, con el valor de “que tiene muchas legañas”. También se encuentra con el mismo valor “lagañoso”. Se pueden usar como sinónimos de estos adjetivos los términos menos conocidos “magañoso”, “pitarroso” y “pitañoso”.

Esa confusión vocálica entre la “a” y la “e” la hallamos en dos voces muy usadas en Mendoza: “comisaría”, que se confunde con *comisería y “angarilla”, que es confundida con *engarilla. ¿Por qué unas formas y no las otras?

En cuanto a “comisaría”, el término puede nombrar tanto el empleo como la oficina del comisario. Esta palabra es proveniente del latín “comissarius”, persona que tiene poder y facultad de otra para ejecutar alguna orden o para entender en algún negocio. La confusión del hablante es explicable porque la lengua registra dos formas de sufijos que indican profesión, en -ario o -ero, como en “boticario” y “herrero”. Por su parte, generalmente es a partir del sufijo -ero, que se indica el lugar donde se realiza una actividad y surge “-ería”: “pastelería”, “remisería”, “confitería”. De allí, la explicación de por qué muchas personas confunden el sitio en donde se encuentra el comisario y lo llamen, erróneamente y por analogía con otras formas, *comisería.

Nos queda por dilucidar si debemos decir “angarilla” o “engarilla”: el vocablo “angarilla” proviene del diminutivo de “angaria”, que era la prestación de transporte. Tiene varias acepciones, de las cuales la más usada entre nosotros es la que alude a las andas o medio para transportar materiales de construcción o de otro tipo: “Vinieron del corralón y me trajeron el cemento en dos angarillas”. Debe usarse en plural. Da origen al verbo “angarillar” y al sustantivo “angarillada”, respectivamente, como verbo que indica el transporte en angarillas, y como sustantivo que señala la carga que, de una vez, puede transportarse en ese medio.

En cuanto a “engarilla”, los diccionarios académicos no lo registran; sin embargo, un rastreo en fuentes de internet nos dice que es un término del castellano antiguo que, con el paso del tiempo, se ha ido perdiendo poco a poco. Este sitio, denominado “Reserva de palabras”, nos dice que es un vocablo procedente del medio rural, con algunas acepciones similares a las de “angarilla”: la primera es “escalera de madera que se apoya sobre el lomo de los caballos o cualquier otro animal de carga, para transportar mercancías, como forraje o leña. Generalmente, se compone de cuatro palos en forma de “L”, unidos entre sí transversalmente”. La segunda, usada en Mendoza, habla de “pequeña carretilla usada para

el transporte de materiales en la construcción”.

Juan Carlos Rogé, en su libro Color, sabor y picardía en la cultura. Los regionalismos de Mendoza registra “engarilla” y la define como “carretilla de mano”. La considera una deformación de la voz española “angarillas”.

Finalmente, una palabra que recurrentemente se escucha mal es “intemperie”, que se escucha como *interperie. El origen del término nos remite al latín “intemperies”, lengua en que significaba “estado desarreglado, excesivo, inmoderado de algo”. Estaba formada la palabra por el prefijo “in-”, con el valor de “hacia dentro” y el sustantivo “temperies”, equivalente a “temperatura, moderación, equilibrio”. En la actualidad, se define como “desigualdad del tiempo”. Nos dice la Fundéu, a propósito de la locución “a la intemperie”, que equivale a decir " a cielo abierto, sin techo ni otro reparo alguno”. Y añade: “Se escribe con M delante de P, no con R ni con N”.

*La autora es profesora Consulta de la UNCuyo

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