Entre volver a la economía de Trump o abrir un nuevo capítulo con Kamala Harris

Pese a su historial, Trump llega mejor a su tercera elección presidencial que a las dos anteriores. Harris llamó a “dar vuelta la página” a Trump y al trumpismo. El martes, Estados Unidos dará su veredicto, y decidirá si vuelve al pasado, o abre un nuevo capítulo en su historia.

Entre volver a la economía de Trump o abrir un nuevo capítulo con Kamala Harris
Esta combinación de fotografías muestra a la vicepresidenta Kamala Harris el 7 de agosto de 2024 y al candidato republicano a la presidencia, el expresidente Donald Trump, el 31 de julio de 2024. (AP Foto/Charles Rex Arbogast)

Estados Unidos cerrará este martes una de las elecciones presidenciales más cruciales, reñidas y atípicas de su historia. La campaña ha sido áspera, violenta –Donald Trump salió ileso de dos atentados– y dejó a la vista un país mucho más dividido que el de hace cuatro años, cuando Joe Biden ganó la presidencia. Demócratas y republicanos pelean voto a voto por la Casa Blanca, enfrascados en una guerra cultural sin cuartel en la que se acusan mutuamente de ser una amenaza existencial para el país.

Pese a su historial, Trump llega mejor a su tercera elección presidencial que a las dos anteriores. Las encuestas muestran un virtual empate, y ese escenario ha llevado a muchos a preguntarse cómo puede ser que un candidato con semejante mochila sobre sus espaldas pueda convertirse, una vez más, en el presidente más poderoso del planeta. No hay una sola respuesta.

Donald Trump es un criminal convicto. Un jurado lo halló culpable de querer esconder un pago a la actriz porno Stormy Daniels para tapar un romance en plena campaña presidencial en 2016. Un juez le ordenó pagar una multa de 355 millones de dólares por fraude en sus negocios. Otro jurado en Nueva York concluyó en un juicio civil que violó a la escritora E. Jean Carroll. Trump fue sometido a dos juicios políticos durante su presidencia, que terminó en caos, violencia y escándalo con el asalto al Congreso el 6 de enero de 2021, ampliamente visto como el peor ataque moderno a la democracia de Estados Unidos, incitado por el propio Trump. Uno de sus exfuncionarios más respetados, el general (R) John Kelly, lo llamó “fascista”. Trump tiene otras tres causas judiciales pendientes, todas vinculadas a su gobierno. Pese a todo, Trump puede volver a ser presidente.

Las preocupaciones en la mente de los votantes están lejos de ese prontuario, o de la salud de la democracia o la grieta que divide al país. Como casi siempre, es la economía, y, este año, la inflación. La economía norteamericana marcha bien, pero existe una disonancia entre los datos duros y la sensación de la gente. La inflación fue un problema global que dejó la pandemia del coronavirus, pero, en Estados Unidos, la falta de reflejos de la Reserva Federal y la Casa Blanca llevó al peor brote en los precios en los últimos 40 años. La inflación ya bajó. De hecho, bajó más rápido que en otras economías desarrolladas. Pero la gente todavía siente el impacto en el bolsillo. Es común escuchar a votantes quejarse por los precios de la comida, la nafta o los alquileres. El brutal ajuste de la tasa de interés que orquestó la Reserva Federal tuvo además un golpe adicional en el costo de vida: encareció el crédito, las hipotecas, las tarjetas de crédito, y los préstamos para comprar un auto o para estudiar en un país donde casi todo el mundo tiene deuda. Una amplia mayoría cree que el país va por mal rumbo, y el ánimo está en un nivel similar al de la pandemia, según Gallup.

La gente parece asociar además la presidencia de Trump con la bonanza que se cortó con la pandemia. Cuando alguien habla de “volver a la economía de Trump”, piensa en 2019, y no en 2020. Kamala Harris y los demócratas tampoco han sabido lidiar del todo con esa realidad. Borraron al presidente Biden de la campaña y enterraron su eslogan, “Bidenomics”. Pero nunca le encontraron la vuelta al tema, y por eso Harris habla de otros asuntos, como el aborto, la democracia, o la amenaza de Trump para el país y las libertades individuales, en particular, de las mujeres, o de su propia historia y su estilo de gobierno.

La inmigración, otra preocupación central del electorado, ha sido otro de los motores de la candidatura de Trump, y otro problema para Harris. Antaño, los demócratas hacían campaña con una promesa: una reforma migratoria integral que le ofreciera un camino a la ciudadanía a los 11 millones de inmigrantes que viven en el país sin una visa. Ya no. Kamala Harris promete, primero, pasar una ley para reforzar la seguridad en la frontera, y luego ir por esa reforma, un avance para millones de familias que a esta altura suena a utopía. Estados Unidos, una “nación de inmigrantes”, ahora quiere menos inmigrantes: una encuesta de Gallup de este año reveló que el 55% del país cree que la inmigración debería disminuir, un pico desde los atentados del 11-S. Si regresa a la Casa Blanca, Trump ha prometido poner en marcha el mayor plan de deportaciones de la historia, y ha desplegado un discurso con tintes racistas y xenófobos ampliamente celebrado por sus más fieles seguidores, incluidos una proporción no menor de latinos.

Trump ha mostrado una impermeabilidad notable a sus escándalos, y una resiliencia política jamás vista en un político en Estados Unidos. Su carrera política ha sido declarada muerta infinidad de veces, pero Trump siempre logró resucitar. Y por todo el entusiasmo que Kamala Harris desató al reemplazar a Joe Biden en la fórmula presidencial de los demócratas, las encuestas marcan que apenas creció en la campaña.

Pero Trump también salió derrotado de todas las elecciones desde su sorpresivo triunfo de 2016. Pese a la imagen de ganador que ha intentado cultivar durante su carrera, Trump perdió más veces de las que ha ganado en política. Perdió las legislativas de 2018 cuando estaba en la Casa Blanca, perdió en 2020 contra Joe Biden, y la elección legislativa de 2022 terminó en un fiasco para los republicanos, que esperaban conseguir una victoria contundente. Varios republicanos, incluso algunos de sus más leales aliados en el partido, lo señalaron como el gran culpable.

Kamala Harris tiene mejor imagen que Trump, y ha buscado ensamblar una coalición electoral más diversa –varios republicanos tradicionalistas la han respaldado abiertamente–, y ha tenido una campaña más profesional y prolija. Su ascenso fue meteórico, inédito: tuvo una campaña de poco más de 100 días. Harris intentó electrizar al electorado con la mística de Barack Obama y la promesa de un liderazgo fresco, y una economía que brinde oportunidades para todos. Intentó hablar del futuro más que del pasado. Al final, su campaña se enfocó más en Trump, buscando remarcar, una y otra vez, la amenaza que representa para el país y el mundo. Harris llamó a “dar vuelta la página” a Trump y al trumpismo. El martes, Estados Unidos dará su veredicto, y decidirá si vuelve al pasado, o abre un nuevo capítulo en su historia.

(*) El autor es un periodista argentino radicado en los Estados Unidos. Corresponsal de La Nación en Washington. Es hijo del abogado, exlegislador y experto en administración y legislación hídrica, Miguel Mathus Escorihuela.

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