La basura es aquello desechable, inservible, que nos sobra en este asunto de andar por la vida, viviendo. La basura que producen las grandes ciudades es tremendo. Los basurales son predios que abarcan varias hectáreas y allí va a parar todo aquello que nos sobra, que no necesitamos, que es prescindible.
El mundo de los basureros es asombroso, si tenemos en cuenta que muchas familias viven en ellos, de ellos, que se alimentan con alimentos desechados y que buscan su magra fortuna a un hallazgo de algo valioso. Debería hacerse una documental sobre los basureros en Mendoza para que todos tomemos conciencia de la vida de los lúmpenes.
Y claro, uno produce basura todos los días, por eso hay un sistema de recolección que va “peinando” las calles de nuestra ciudad en busca de los bolsos con desperdicios. Un reconocimiento para estas personas que trabajan de recolectores. Su trabajo es infame, van precariamente agarrados del fondo del camión y corren por calles y veredas eludiendo autos y transeúntes. No paran nunca. Uno piensa que deben de llegar a sus casas rendidos, apabullados por semejante encargo, porque hay que correr y correr, hacer fuerza, oler cuestiones malolientes, meter las manos en lugares que uno no tocaría ni con un palo. Son realmente admirables estos tipos que suelen habitar las noches, limpiando lo que nosotros, los habitantes de la urbe, producimos todos los días.
El tema de la basura es un tema de sanidad ambiental que debe ser abordado con mucha seriedad, porque terminan produciendo contaminación y eso no es bueno para nadie.
Pero también por nuestra actitud. Somos descuidados al respecto, por ejemplo, con nuestras acequias. Nos damos cuenta del deterioro que le causamos cuando, por alguna lluvia poderosa, se tapan los túneles esquineros y se forman verdaderas lagunas sobre el asfalto.
Alguna vez Mendoza fue considerada la ciudad más limpia del país, sin embargo, se pueden encontrar muestras de nuestra forma de ser con la basura en distintos lugares de la ciudad.
Hay basureros por todos lados, a diestra y siniestra y sin embargo tiramos nuestros deshechos en el suelo. No habla bien de nosotros.
Ahora las municipalidades, algunas, están tratando de ordenar el asunto para que sea más pulcro y entonces piden que se repartan en las bolsitas de residuos, desperdicios secos y húmedos, por poner un ejemplo. Es un buen inicio pero que tiene que complementarse con una regulación mayor del problema de la basura y sobre todo con una concientización de todos que la basura es basura y tiene que ir a parar a los basureros.
Tal vez volvamos a ser ejemplo en el país de lo que es sostener una ciudad limpia, tal vez vuelvan a elogiarnos por eso. Tal vez nuestra ciudad vuelva a ser aquella que nos llenaba de orgullo a todos.
No depende sólo de un gobierno, aunque mayoritariamente depende de ellos: depende de una conducta colectiva que hemos perdido y que nos hace vivir, indefectiblemente, entre la mugre.