Entre cielos, soles y nubes

Resulta interesante el vocablo “nefebilata”, palabra de origen griego, que se atribuye a quien es iluso y no se apercibe de la realidad.

Entre cielos, soles y nubes
Hay multiplicidad de expresiones que derivan de la combinación de cielo, nubes y sol.

Cuando éramos pequeños, construimos un universo de nociones, que nos inculcaron nuestros padres y maestros. Entre ellas, estaba la idea de “cielo”, rodeada de connotaciones positivas. No solo se refería el vocablo a la esfera azul y diáfana que rodea la Tierra, sino que además, para la tradición cristiana, era la morada de los bienaventurados; incluso, era la providencia misma de Dios, como lo revelaba el hecho de usar “¡cielos!”, como interjección, destinada a invocar la esfera divina o a señalar sorpresa, asombro o sentimientos similares. También se usaba y aún se usa “cielo”, como apelativo cariñoso (“mi cielo”) o como una manera de ponderar con gran afecto a alguien: “Es un cielo”.

Para nombrar un lugar extremadamente placentero, se usa la expresión “séptimo cielo” y, si algo llega de modo impensado, pero en el tiempo y lugar más convenientes, se afirma que lo hizo “llovido/venido del cielo”.

Cuando ensalzamos extremadamente a una persona, se dirá que “la ponemos en los cielos”. Y, en cambio, si alguien se entristece o acongoja, la expresión será que “se le nubla el cielo”.

“Mover/remover cielo y tierra” es una locución coloquial que indica que se hacen con suma diligencia todas las gestiones posibles a fin de lograr algo; y si a una persona se le presenta una ocasión o coyuntura favorables para salir de un apuro o para alcanzar lo que anhelaba, se dirá que ella “ha visto los cielos abiertos”.

A veces, una situación adversa nos lleva a salirnos de la mesura y, quizás, a elevar la voz; entonces, se dirá que “pusimos el grito en el cielo”; lo mismo sucede si nos enfadamos excesivamente y lo manifestamos con demostraciones exteriores. La expresión, entonces, será que “tomamos el cielo con las manos”. Y si se es manifiestamente escandaloso, diremos que “se clamó al cielo”.

Cuando conocemos a una persona que, por su abnegación y sufrimiento, ha conquistado admiración y ha merecido reconocimiento y alabanza, la locución que usaremos será que se “ganó el cielo”.

Negativas, en cambio, resultan algunas expresiones como “ver el cielo por un embudo”, “juntársele a alguien el cielo con la tierra”, “escupir alguien al cielo” y “volar al cielo”. Con la primera, se indica que se ven las cosas con estrechez de miras; con la segunda, se señala que la persona, impensadamente, se ha encontrado en un trance grave o peligroso; la tercera señala que se ha dicho o hecho algo inconveniente, que se vuelve en su daño; la última se ha usado como eufemismo para indicar que alguien ha muerto, que ha llegado al término de su vida.

Y al hablar de “cielo” en distintas locuciones, no podemos soslayar que también podemos encontrar profusión de expresiones con “nube”. A las viejas acepciones que ya conocíamos para el término, podemos sumar

el valor que ha adquirido en el ámbito informático. En efecto, se denomina así el espacio de almacenamiento y procesamiento de datos y archivos ubicados en internet, al que el usuario puede acceder desde cualquier dispositivo.

Hay expresiones que, fuera de su valor literal, encierran un significado connotativo, como sucede con “nube de verano”, que es signo de una lluvia fuerte, repentina y pasajera, pero que se usa para aludir a un disturbio o disgusto efímero. En relación con esta expresión, poseemos “descargar la nube”, en alusión a la caída de agua o granizo, pero también y dicho de una persona, al desahogo de su cólera o enojo.

Y cuando alguien llega de súbito y sin ser esperado, se dice que lo hizo como “caído de las nubes”. Del soñador o despistado, se dice que “está o que vive en las nubes”. En este sentido, resulta interesante el vocablo “nefebilata”, palabra de origen griego, que se atribuye a quien es iluso y no se apercibe de la realidad.

Lo usó Rubén Darío, en su Epístola, cuando dijo “… que ando nefebilata por las nubes”; también, Antonio Machado, en su Cancionero apócrifo, al decir “… ten cuidado, nefebilata/, que entre las nubes también/ se puede meter la pata”.

A veces, alabamos hasta más no poder a una persona: entonces, diremos que la hemos “puesto en/por/sobre las nubes”. Pero esta locución, “ponerse por las nubes”, toma diferentes valores, según se refiera a una persona o a una cosa. Cuando se atribuye a una persona, significará que está muy enojada; en cambio, si se dice de una cosa, indicará que se ha puesto muy cara.

El tercer elemento de nuestro título es “sol”, término que usamos muchas veces en locuciones de sentido figurado. Por ejemplo, cuando alguien, que empieza a ser poderoso o espera serlo pronto, obra con mucho anhelo o adulación, se lo llama “sol que nace”. Y todos conocemos a la persona servil, que adula al que tiene poder; de él se dice que “se arrima al sol que más calienta”.

El trabajo constante se encuentra retratado en dos locuciones: si es en el campo, se usa “campear de sol a sombra”, para indicar que se trabaja allí desde la mañana a la noche; y “de sol a sol” señala la duración ininterrumpida de la labor desde la salida hasta el ocaso del sol.

Tristemente, se alude al encarcelamiento de una persona si se dice de ella que “se lo metió donde no ve el sol”. Por último, si alguien muere abandonado de todos, se dirá que “muere sin sol, sin luz y sin moscas”.

El refranero, con su saber ancestral, recoge estas palabras en paremias que nos llevan a la reflexión: “El cielo es azul, aunque las nubes lo oculten y los ciegos no lo vean”. Con ello, se revela que hay realidades obvias, que no pueden soslayarse por más que se presenten obstáculos en el camino para acceder a ellas y aunque existan seres que las nieguen.

Otra verdad hecha paremia es la que reza “Dos soles no pueden brillar en el mismo cielo”. Ella da a entender que el atractivo y la fuerza de un sol encarrilan todo el accionar en el cielo, tomado este lugar como emblema de un sitio importante; por lo tanto, no puede haber más de un centro de atracción alrededor del cual gire todo.

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