Amigo leal, sin dobleces ni concesiones, de pocas palabras, pero contundentes y acertadas, precisas, con pocos adornos, adjetivos y adverbios. Honestidad y coherencia sin alardes; de consejos certeros y juicio muy prudente con los demás; aun con aquellos que le tocó acusar en cumplimiento del supremo deber (hoy tan devaluado, manipulado, amañado, direccionado e instrumentado -y por todo ello muy sospechado-) de llevar a cabo la acusación penal.
Gran profesor e investigador profundo de los temas del Derecho Constitucional que enseñó durante años en las facultades de Derecho y de Ciencias Jurídicas y Sociales de nuestra provincia siempre fiel a su estilo preciso, breve, conciso, sólido y abierto. Siempre dispuesto al debate franco y plural de la mesa compartida con profesores de todas las disciplinas y tendencias que atendíamos la consulta de los miércoles en la UNCuyo.
Recordado juez de primera instancia para las acciones de amparo de nuestro sistema judicial cuando se podía elegir alguien con independencia insospechada -jamás cuestionada- y garantía segura de juridicidad. Porque más que constitucionalista fue un gran jurista de fuerte formación en ideas políticas; no sólo conocía las normas constitucionales, sino que también el cómo y el porqué de ellas, de su razón de sentido.
Su sólida formación en la Universidad de Mendoza, completada luego en España, y su -podemos decirlo- implacable sentido crítico, que alcanzaba hasta a él mismo, lo convirtió en hombre de consulta académica obligada para tesistas, y práctica para la judicatura y los abogados de Mendoza.
Todo esto fue posible porque Felipe Seisdedos fue un hombre valiente y de coraje; desde su posición de “medio scrum” en su equipo de rugby en la juventud, hasta sus fuertes posiciones políticas en tiempos complejos y también de acusación en los casos más controvertidos y riesgosos de su desempeño como fiscal frente a la criminalidad más intensa.
Se cuenta en los pasillos tribunalicios de hace algunas décadas que un reo procesado alguna vez le dijo a otro, en la misma situación, “a mí me tocó un fiscal muy severo, le dicen ‘el seisdedos’, pero parece que es buen tipo”.
Nada le fue fácil en su vida académica y judicial, pagó duros precios, pero tuvo admiración y reconocimientos relevantes, y el inmenso aprecio agradecido de muchos que recibimos sus enseñanzas que con afecto siempre franco y algo tímidamente disimulado -pero profundamente honesto- supo hacernos llegar en modo relevante e inolvidable.
* El autor es abogado y profesor universitario.