En la búsqueda de Marshall

La disputa por el liderazgo entre Estados Unidos y China debe ser visto como una oportunidad y no como una amenaza por nuestro país. Tenemos que profundizar e incrementar los flujos de comercio e inversiones con ellos. Y el Marshall que buscamos, lo encontraremos, justamente, en esos dos rincones de nuestro planeta.

En la búsqueda de Marshall
El ahorro argentino en el exterior se estima en U$S270 mil millones. Una cifra cercana al 60% de nuestro PBI. Lograr que esos fondos comiencen a regresar a nuestro país, es parte de nuestro desafío.

La pandemia ocasionada por el COVID 19 ha puesto a prueba –sin experiencia previa alguna– la fortaleza de los países, para evitar los efectos recesivos y negativos que se producen en el seno de sus economías.

Sin duda alguna aquellos que: (i) tengan mayor fortaleza fiscal, (ii) un buen sistema de salud pública y asistencia social, (iii) capacidad financiera para ayudar a su tejido económico productivo y (iv) los fundamentos de su economía ordenados y equilibrados antes del ingreso de la pandemia, serán los que primeros podrán sortear los escollos.

Los países centrales están volcando paquetes de ayuda a sus economías, que traducidos en estímulos fiscales y apoyo financiero, superan ya el 12% de sus respectivos PBI.

Argentina, de acuerdo a lo manifestado por Martín Guzmán, ha logrado aplicar hasta ahora el 5,7% de su PBI.

¿Es suficiente? No, en absoluto. Por eso pensando en el periodo post pandemia, se están bosquejando programas de recuperación que van a requerir sí o sí el aporte de nuevos financiamientos.

En sectores políticos y empresariales, circula desde hace un tiempo la idea de un Plan Marshall, como emulando la necesidad de un programa de ayuda de esas características. Es preciso ubicarnos en el tiempo y en el momento para determinar si la historia pudiere repetirse

George Marshall, militar estadounidense y Secretario de Estado del Presidente Truman desarrolló entre los años 1948 y 1949 un plan que luego tomó su nombre, destinado a facilitar la reconstrucción y recuperación de Europa tras la II Guerra Mundial.

El European Recovery Program, oficialmente así llamado, mas allá de sus enunciados, llevaba implícito dos objetivos políticos y económicos muy importantes.

En primer lugar, crear un muro de contención al avance y penetración del comunismo en los países europeos con sus economías desvastadas.

Y en segundo lugar, generar un mercado con el poder adquisitivo suficiente, que le permitiese a EEUU consolidarse como el líder económico emergente en la economía mundial.

Fueron volcados U$S12.000 millones de esa época con dicho objetivo y los principales países beneficiados fueron Inglaterra (26%), Francia (18%) y Alemania (11).

Se creó a su vez -para administrar el programa- la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE), dando lugar así a los primeros esquemas de integración comunitaria, en búsqueda de soluciones comunes.

¿Es razonable imaginar un esquema similar?

El mundo ha cambiado. Se han consolidado las democracias como forma de gobierno y el sistema capitalista como modo de producción. No existe una contienda ideológica en el escenario internacional.

Sí aparece, como producto del desarrollo y del esquema de globalización, los primeros indicios de lo que se conoce como la Trampa de Tucídides. Esto es, la aparición de una nación que comienza a preocupar a la que ocupa el liderazgo mundial existente. Hablamos obviamente, de Estados Unidos y China, que ya han comenzado a dirimir sus primeros escarceos en el plano estrictamente comercial.

Mirando nuestros flujos de comercio, uno encuentra que Argentina tiene como principales socios comerciales –sumando volúmenes de exportaciones e importaciones– a China, Brasil y EEUU, en ese orden.

Y si lo analizamos en términos de Inversiones directas, un aspecto no menor, Estados Unidos es el país líder en cuanto a inversiones extranjeras directas (IED) en la República Argentina, con una participación promedio del 30% en la última década. Mas de 85 empresas invirtieron cerca de U$S5.700 millones en diversos sectores de la economía.

La disputa por el liderazgo entre esas dos naciones entonces, debe ser visto como una oportunidad y no como una amenaza por nuestro país. Tenemos que profundizar e incrementar los flujos de comercio e inversiones con ellos.

Y el Marshall que buscamos, lo encontraremos, justamente, en esos dos rincones de nuestro planeta.

Es conocido el rol preponderante de EEUU -fruto de ser el principal aportante– en los Organismos Multilaterales de Crédito.

Es dable pensar, que luego de la renegociación de la deuda, se podría acordar con el FMI el acceso a los desembolsos que quedaron pendientes y algunos adicionales como partes de sus programas de asistencia por temas de covid.

Los Bancos multilaterales como el Banco Mundial, la Corporación Andina de Fomento y el Banco Interamericano de Desarrollo poseen fondos y programas de los cuales podemos abrevar.

Un dato importante, es que EEUU busca por primera en la historia ocupar la presidencia del BID. Es un indicio claro de que desea tener un rol mas protagónico en la región, y fortalecer su liderazgo.

Y con respecto a la relación con la República Popular China, nuestro principal socio comercial, Argentina ya esta actualizando un Plan Quinquenal, proveniente de los compromisos firmados en oportunidad del G20 que tuvo lugar en nuestro país en el año 2018 .

Se incluirán más de 30 acuerdos comerciales y de inversión, a ser desarrollados en los próximos 5 años. China posee el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y el China Development Bank destinado a fortalecer su estrategia de consolidación del Camino y Ruta de la Seda.

Queda por último, profundizar un camino virtuoso en la obtención de fondos para el desarrollo.

El ahorro argentino en el exterior se estima en U$S270 mil millones. Una cifra cercana al 60% de nuestro PBI. Lograr que esos fondos comiencen a regresar a nuestro país, es parte de nuestro desafío.

Marshall en este caso, somos nosotros. Pero, somos un país anómico. Sin moneda. Debemos solucionar esto.

Se necesita un liderazgo transformador para ello. Pero no solo en nuestra clase política, sino también en los sectores empresarios y sindicales que conforman nuestro país.

Tal vez la reunión de AEA (Asociación de Empresarios Argentinos) y los principales líderes sindicales de la CGT, realizada hace unos días, sea parte de ese camino. Veremos.

*El autor es Economista

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