En el día de la lealtad, leales y peronistas somos todos

Este año el día de la lealtad lo festejaron Kicillof, Cristina, la Cámpora, Moreno, los menem- mileistas, la vice Villarruel y hasta Isabelita Perón. Todos separados y peleando unos contra otros, a ver si aun queda algo de la herencia del General.

En el día de la lealtad, leales y peronistas somos todos
Ricardo Quintela y Cristina Kirchner, aspirantes a presidir el Partido Justicialista nacional.

Esta semana hubo innumerables actos para recordar el día de la lealtad, aquel 17 de octubre de 1945 en que Perón firmó un compromiso indeleble de fidelidad con los millones de obreros que desde hacía ya tiempo venían ocupando las periferias de las grandes ciudades del país. Venían del campo o de otros países, pero todos se sintieron identificados política (y místicamente) con ese hombre que les prometió que ya no tendrían que bajar jamás la vista frente a los que los tenían a menos. No sabemos si Perón cumplió siempre ese juramento de lealtad, pero de lo que estamos seguros es que esa multitud proletaria no lo traicionó jamás e incluso le contó a sus hijos la leyenda del heroico general y la maravillosa dama. Tanto no lo traicionaron que aún hoy los hijos de los hijos de los hijos de aquellos cabecitas negras siguen votando a los que se dicen herederos de Perón, lo cual es lamentablemente cierto porque viven de su herencia. La herencia del General les permitió desde su muerte a la fecha gobernar la mayoría del tiempo el país, pero lo único que lograron fue hacerse cada vez más ricos ellos al mismo tiempo que hacían al pueblo cada vez más pobre. Literal. Al único que no le dejaron nada es a quien Perón en su último discurso prometió que sería su único heredero: el pueblo argentino. Pero aún así el mito sobrevive. Por eso todos quieren apropiarse de la memoria del padre fundador a ver si aún queda algo para repartir.

Este jueves 17, Axel Kicillof hizo el acto más grande porque, siendo gobernador de Buenos Aires, es quien más plata tiene para pagar micros y comprar dirigentes. En su discurso se dedicó a alabar a Cristina Kirchner, pero lo que no dijo fue lo único que Cristina le pidió: que apoyara su candidatura a la presidencia del PJ nacional. Demasiados problemas debe tener la dos veces ex-presidenta, para postularse a un cargo intrascendente y competir contra un rival tan inexistente como impresentable tal cual es el mandamás de La Rioja, Ricardo Quintela (ese de las cuasimonedas, el que indefectiblemente siempre sale posicionado como el peor gobernador en toda encuesta). Sin embargo, haberlo elegido es coherente con el impoluto Kicillof, el principito desleal a la reina, quien además de Quintela suele rodearse de la peor dirigencia del peronismo: Insaurralde el sexópata, Espinoza el presunto abusador, Pablito Moyano el apretador y sobre todo de Ferraresi el adoctrinador de niños quien cuando al asumir como intendente se hizo tomar juramento por chiquillos de una escuela primaria a los que les indicaron preguntarle si (Ferraresi) se comprometía a ser leal con Perón, Evita, Néstor y en particular, con la que quedaba viva, Cristina. Y el caradura le juró lealtad. No sólo le mintió a los pobres niñitos adoctrinados a los que le obligaron a hacerle el juramento, sino que ahora apoya a Kicillof contra Cristina, al Judas Iscariote y Poncio Pilatos a la vez, como veremos enseguida.

El otro acto fue un actito de la Cámpora, donde nuestra comprovinciana Anabel Fernández Sagasti, la princesita de la reina Cristina, pero ésta leal hasta la muerte (o al menos hasta ahora) le dijo de todo a Kicillof sin nombrarlo, afirmando que si en su acto el gobernador no se definía por Cristina, ya no tendrían nada más que hablar.

El más chiquito de los actos lo hizo Guillermo “Indec” Moreno en la Plaza General Juan Domingo Perón, del cual lo único que se puede comentar, hablando en términos mileistas (con perdón de los lectores) es que los escasos presentes se cagaron a trompadas entre ellos. Eso y nada más.

Cristina, como no podía competir en movilización con un gobernador (habiendo esperado en vano un operativo clamor que jamás ocurrió) y a la vez no podía ir a un acto tan chiquito como el de La Cámpora, se fue a la Universidad de Avellaneda, territorio de Jorque Ferraresi (ese de los chicos adoctrinados), a apoyar a los estudiantes en su lucha contra Milei y a desafiar al intendente que un día le jurara lealtad eterna, como un modo de desairar a Kicillof. A falta de gente, bueno son los símbolos, que Cristina maneja mejor que nadie.

Otro acto consistió en la presentación de la agrupación Carlos Menem, un conjunto de menemistas mileistas que dicen que los indultos de Menem a militares y guerrilleros se hicieron para respetar los derechos humanos. Y que esta semana juraron lealtad con las siguientes palabras: “Somos una agrupación política que surge en el seno de La Libertad Avanza, reconociendo la conducción de Javier y Karina Milei”. Fíjense qué interesante, bien peronistas, hablan de la lealtad a una dupla. Perón-Evita, Perón-Isabelita, Néstor-Cristina,,,, Y ahora los menemistas que no pudieron lograr que su ex-jefe constituyera una dupla con Zulemita, a quien echó a patadas de de Olivos, tratan de corregir la falta histórica apoyando a la dupla Milei-Milei, Javier y Karina. Más peronista imposible. La lealtad al palo.

Pero eso no es todo, quizá el acto más espectacular lo hizo la vicepresidenta Victoria Villarruel que fue a visitar a Isabel Perón a Madrid y la llenó de elogios, mujer bien nacida le dijo. Afirmó que la iba a visitar en el día de la lealtad porque todos los peronistas la habían traicionado a ella, quien luchó como nadie contra el terrorismo (incluso ordenando el aniquilamiento de la subversión, que no se sabe si se dijo en forma metafórica o no, pero los de la Triple A y luego los militares lo tomaron al pie de la letra). Cuando puso un busto de Isabelita en el Senado, al día siguiente, dijo estas impresionantes frases, más peronistas imposibles, queriendo quedarse ella solita con el día de la lealtad: “Hoy se termina la proscripción de Isabel Perón, impuesta por los mismos que ahora dirigen el partido político que lleva su mismo apellido, y que ha corroído las bases estructurales de nuestra gran nación, desoyendo las ideas que alimentaron la doctrina justicialista”. Vicky, Vicky, que grande sós, haciendo oir nuevamente, vós, las ideas que alimentaron la doctrina justicialista original.

Mientras cada uno juraba lealtad a Perón y acusaba de traidores a todos los otros que también juraban lealtad, Cristina, como siempre, se quiso quedar con la última palabra, por eso al día siguiente concurrió a una reunión con los suyos en un sindicato y ya no pudo más frente a tanto hipocresía y se volvió bíblica, pero no en eso de mirarse la viga en el ojo propio en vez de la paja en el ojo ajeno, que es una parte del libro sagrado que nunca pudo memorizar. Lo que recordó fue a Poncio Pilatos y a Judas, acusando de jugar ambos papeles a Axel Kicillof. Pero lo importante es lo subconsciente: si cree que Axel es Judas y Poncio Pilatos es porque ella cree estar jugando el papel de Jesús. Ella, la crucificada. Aunque no quedaron allí las comparaciones históricas. Dijo otra con otro mensaje subliminal al referirse a la poca importancia de la elección partidaria: No estamos eligiendo entre San Martín y Belgrano. Me hace ruido y me provoca dolor que haya gente que no se defina”. Aparte de la crítica directa a Axel, lo interesante es la comparación que hizo, diciendo, en apariencia, que ser jefe del PJ no es tan importante como liberar la patria. Pero no quiso decir eso, lo que insinuó fue que ella, quien siempre estuvo rozando en estatura histórica (lo afirmó más de una vez)a San Martín y Belgrano, no podía venir a competir ahora contra un chichipío de quinta categoría. Cosa en la que tiene razón. No en creerse a la vez San Martín y Belgrano, sino en que Quintela es un chichipío. Pero se olvida que San Martín y Belgrano pelearon por la independencia, mientras que ella está peleando contra nadie por nada, que eso es ser presidente del PJ. Tanto es cierto lo que decimos, que hasta Alberto Fernández lo fue.

En la novela de Osvaldo Soriano, “No habrá más penas ni olvido”, un soldado mandado por el peronismo de derecha, viene a matar a un aviador amigo de los peronistas de izquierda. Un segundo antes de disparar, tanto el soldado que lo matará como el aviador que morirá gritan al unísono: “Viva Perón, carajo”. No se porqué en estos días me olvidé un poco de tan remanida “Viva la libertad, carajo” y me acordé de aquella otra frase peronista. Es que, como decía el General, peronistas somos todos. Y leales ni qué decir.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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