Empresas que se fugan de la Argentina

El Gobierno debe ofrecer planes de inversión y de rentabilidad acordes para atraer y mantener el capital extranjero. El camino contrario es el empobrecimiento generalizado de los factores de producción.

Empresas que se fugan de la Argentina

Alrededor de una veintena de empresas multinacionales decidieron abandonar sus negocios en la Argentina o bien transferir sus marcas y sus activos a representantes locales. Los casos más emblemáticos son las compañías aéreas Latam, Qatar Airways, Air New Zeland y Norwegian Airlines; la autopartista Basf; Wal Mart, y la tienda Falabella. Otras decenas de compañías adoptaron posiciones similares o analizan hacerlo.

La salida de la Argentina constituye un duro golpe para la actividad económica, la radicación de capitales, la innovación, la incorporación de tecnología y el vínculo con el mundo.

Tales partidas disparan varias alertas que deberán ser atendidas por los distintos niveles de gobierno, pero en especial por la administración de Alberto Fernández, responsable de los lineamientos macroeconómicos, de la legislación laboral y de la política tributaria hacia las empresas.

La persistencia y el endurecimiento del cepo cambiario son, a la vez, una muestra del descreimiento que existe por parte de las compañías y de los ahorristas hacia los esbozos de una política económica, que no ofrece certezas para la inversión.

Los costos laborales son mayores en la Argentina que en Brasil, Chile y Perú, países que aparecen como más atractivos para la radicación de firmas internacionales.

El crecimiento de la informalidad laboral en pequeñas y medianas empresas, debido a la existencia de regímenes costosos e inflexibles, provoca una competencia desleal insuperable para las grandes compañías, que pagan sus impuestos y tienen a todo su personal registrado.

La carga impositiva forma parte de los reclamos permanentes que formulan los sectores empresariales. Lejos de trabajar en una reducción de la presión tributaria, el proyecto de Presupuesto 2021 supone un mayor gasto para los sectores productivos. Es una señal equivocada para evitar la deserción de grandes firmas multinacionales.

La iniciativa sobre el aporte solidario y extraordinario –llamado “impuesto a la riqueza”– constituye una exacción sobre los patrimonios que ya tributan los impuestos a las Ganancias y a los Bienes Personales.

Esta carga, que sería aprobada en las próximas semanas por el Congreso Nacional, desalienta la generación de riqueza y tienta a los capitales a buscar países con una menor carga impositiva. La oferta de radicación en Uruguay revela, por contrapartida, otra estrategia para el crecimiento de la economía. Un pequeño país en su extensión y en el número de habitantes, pero con una democracia sólida y respetuosa de los derechos, resulta hoy más atractivo que la Argentina para el desarrollo de los negocios.

El planteo de “vivir con lo nuestro”, que entusiasmó a una generación, ya no es válido en un mundo cada vez más interrelacionado y conectado. Ese programa es anticuado para los vínculos comerciales y financieros entre países.

La estrategia del Gobierno debería ser atender los reclamos que formulan las empresas multinacionales sobre diferentes aspectos, alentar su permanencia y el mantenimiento de puestos de trabajo calificados.

El Gobierno debe ofrecer planes de inversión y de rentabilidad acordes para atraer y mantener el capital extranjero. El camino contrario es el empobrecimiento generalizado de los factores de producción.

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