El domingo 19 de noviembre hay elecciones. Unas elecciones en las que no solo elegimos quien sera el Presidente de la Nación por los próximos – al menos – cuatro años, sino que también elegimos un modelo económico para el país.
Por un lado esta oficialismo UP y por el otro un nuevo movimiento político denominado LLA. Los contendientes representan dos modelos de país diferentes. Uno, el oficialismo un modelo estatista, caduco, decrépito y que tiene entre sus principales logros una nación con el 40% de pobres, 60% de pobreza infantil, casi 200% de inflación anual, nulas reservas en el BCRA, parálisis económica entre otras bondades.
Y otro totalmente distinto, nuevo –para nosotros– basado en los principios de la libertad, el respeto por la persona humana, el mérito y la propiedad privada.
Conocemos muy bien a uno –el primero– y del segundo solo conocemos propuestas muy específicas cuyo valor teórico puede evaluarse estudiando las revolucionarias ideas de la Escuela Austríaca de fines del siglo XIX y del modelo de la Escuela de Chicago del Siglo XX.
Si le preguntáramos al primero cual sería su plan para salir de la desesperante situación en que nos encontramos, seguramente nos contestarían –como ya lo han dejado ver en discursos de campaña– que creando nuevos impuestos, para que los paguen los poderosos, o aumentando los existentes para achicar el déficit de presupuesto. Luego seguirían con su política distribucionista basada en la falsa premisa que “donde hay una necesidad hay un Derecho”. Hasta aquí los votantes podrian estar tranquilos. Nada de ello los afectaría. Como si los impuestos no se trasladaran a los contribuyentes mediante los novedosos métodos tecnológicos que existen para medir modelos más sofisticados aún de elasticidad-precio.
Un ejemplo clásico de esta mentira conceptual es el caso de financiar subsidios vía el impuesto inflacionario. ¿Quién paga este impuesto? Obviamente todos, aunque los estudios econométricos relevantes dicen que mayormente lo pagan los más pobres, tal vez los mismos subsidiados.
Si le hacemos la misma pregunta al otro la respuesta sería: crear las condiciones básicas para un crecimiento económico sostenido, basado en la Inversión y la productividad de la economía. Los dos únicos pilares que nos van a llevar a desterrar la inflación, eliminar los déficit de presupuesto, aumentar las exportaciones, aumentar los salarios reales, las jubilaciones y los ingresos de pequeñas y medianas empresas. En síntesis, aumentando drásticamente el PBI.
Entonces la pregunta que sigue es¿Cómo crecer? Todos los economistas coinciden en que la tasa de crecimiento depende de la tasa de inversión y del aumento de la productividad. Sn inversión que supere la amortización del capital no hay crecimiento. Pero, entonces ¿de qué depende que haya más o menos inversión? Muy simple: de que el inversor no se vea amenazado por el Estado, de que el inversor crea que el estatismo no aparecerá en lo inmediato, ni después, ni en el mediano o largo plazo.
Pero claro, omití decir que el gran elemento imprescindible para un crecimiento real y sostenido es la confianza, la credibilidad de quien implemente las medidas reformistas.
¿Le van a creer al Ministro Candidato –un abogado, con pretensiones de economista- que nos ha traído hasta donde estamos? Mucho me temo que si ese personaje les pidiera invertir a los empresarios y agentes económicos, no le creerían. Ni siquiera sus amigos prebendarios, que buscarían la forma de hacer millonarios negocios, sin poner un peso.
´¿Y qué pasaría con el otro, con el nuevo, con el que propone un cambio rotundo de todo lo conocido hasta hoy? Todo indica que a él si le van a creer porque no es un estatista. Su inspiración es la famosa Escuela Austriaca, cuyo fundador, Karl Menger, es reconocido por ser el primero que introdujo en el análisis económico el tema de la inversión como el motor más importante en el proceso de crecimiento. Y porque además su fundamento está también en la famosa escuela económica de Chicago, cuyo principal referente –Milton Friedman– proclama que la inflación –nuestro principal castigo– es ahora y siempre un problema monetario. Y le van a creer porque lo que nos esta proponiendo este nuevo candidato no es ni mas ni menos que Credibilidad - Inversión - Crecimiento.
“Hace unos días circuló un meme por la celebración de Halloween, en el que el Ministro-Candidato aparecía vestido exactamente igual en cuatro fotos. En estas se proponía con disfraz de liberal, o de menemista, o de kirchnerista o de antikirchnerista. Qué mejor resumen para su problema. La credibilidad es fundamental para hacer política económica. La eficacia de cualquier anuncio depende crucialmente de la credibilidad de quien lo realice y de las garantías que las instituciones políticas brinden a tal anuncio. Dado que la Argentina no ofrece garantía institucional de estabilidad de cualquier política, la credibilidad del anunciante es lo único que queda, pero es algo de lo que el Ministro Candidato carece”.
En unos días más deberemos elegir entre crecer y no crecer. Tenemos claramente dos opciones. El estatismo lo hemos experimentado, lo conocemos de demasiados años y hemos comprobado hoy fehacientemente su fracaso; el antiestatismo es una promesa que no se ha ensayado últimamente en nuestro país pero ha sido descubierto y muy estudiado por mentes brillantes, con espectaculares resultados comprobables en otros países.
Sólo de nosotros, de ir y elegir entre uno u otro depende nuestro futuro de crecimiento. No dejemos pasar esta última oportunidad.
* El autor es Contador Público Nacional. Especialista en Tributación y profesor universitario.