Elecciones en Colombia: el populismo llega a la segunda vuelta

Dos candidatos que no pertenecen a los partidos tradicionales van por la presidencia de Colombia el próximo domingo. Ambos con similares chances.

Dos candidatos que no pertenecen a los partidos tradicionales van por la presidencia de Colombia el próximo domingo. Ambos con similares chances.
Dos candidatos que no pertenecen a los partidos tradicionales van por la presidencia de Colombia el próximo domingo. Ambos con similares chances.

La primera vuelta de la elección colombiana puso en evidencia, ante todo, la crisis del sistema de partidos tradicional del país. Todos los Presidentes, surgidos a través de un sistema político estable durante las últimas seis décadas -nunca hubo un golpe militar en este largo periodo-, provienen del Partido Liberal y el Conservador, que hunden sus raíces en el siglo XIX. En lo que va del siglo XXI, periodo en el cual un dirigente proveniente del primero de ellos, Álvaro Uribe, fue la expresión política dominante, el Partido Conservador prácticamente fue desapareciendo. Pero el control del sistema político por parte de las élites todavía se evidenció en la elección del último presidente, Iván Duque, apadrinado por Uribe. Ahora, la estructura política tradicional obtuvo el 24% de los votos y quedó fuera de la segunda vuelta. Es una derrota que posiblemente implique el fin de un largo ciclo. Este cambio o crisis se da en el contexto de un fuerte cuestionamiento a las fuerzas políticas tradicionales, que es generalizado en Occidente y que han representado Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil y Le Pen en Francia, para citar los casos más relevantes. El desgaste y la crisis del político profesional se da en momentos de un fuerte crecimiento de la desigualdad y creciente disconformidad. Puesto en este contexto, la elección colombiana, más allá de sus particularidades, es una manifestación de un fenómeno político general, con manifestaciones en Norteamérica, Europa y América Latina.

El triunfo de Gustavo Petro en la primera vuelta con el 40%, debilita paradójicamente el giro electoral hacia el centroizquierda en América Latina, evidenciado desde fines de 2019. Desde entonces, los triunfos de Arce en Bolivia, Castillo en Perú y Boric en Chile, con sus matices y diferencias, marcaron un giro hacia el progresismo que en alguna medida se había iniciado con el triunfo del kirchnerismo en Argentina en octubre de 2019. En Centroamérica, las recientes elecciones presidenciales en Costa Rica y Honduras tuvieron la misma dirección. Al mismo tiempo, el populismo dictatorial que gobierna en Cuba, Venezuela y Nicaragua, resistió con éxito las embestidas desde Washington, en pos de la democratización. En este marco, el triunfo de Gustavo Petro en Colombia y la probable victoria de Lula en Brasil parecían culminar esta tendencia. Pero el triunfo del candidato progresista, que se presenta por tercera vez, deja dudas respecto a la segunda vuelta que se realiza el 19 de junio. Es un ex alcalde de Bogotá -la capital del país-, que fue 12 años guerrillero en el movimiento M-19, de origen populista que abandonó la lucha armada en 1990. Petro fue creciendo políticamente, denunciando la connivencia de los grupos parapoliciales con la dirigencia política de los partidos tradicionales.

Al mismo tiempo llega a la segunda vuelta con un fuerte crecimiento de último momento Rodolfo Hernández, quien cuestiona duramente a la política tradicional. El nombre de su partido lo dice todo: “Liga de Gobernantes contra la Corrupción”. Obtuvo el 28% de los votos, dejando en tercer lugar al candidato del actual oficialismo, Federico Gutiérrez, que obtuvo el 24%. Hernández es una típica expresión de la anti política: nacido en una familia obrera, logró hacer fortuna; incursionó accidentalmente en la política siendo electo intendente de Bucaramanga; tuvo una gestión controvertida, caracterizada por gestos inusuales; con 77 años, tuvo un uso eficaz de las redes sociales, y en particular de Tik Tok. Su acceso a los medios de comunicación fue muy bajo hasta dos semanas antes de la elección, cuando en forma bastante sorpresiva pasó a empatar el segundo lugar con Gutiérrez alrededor de los 20 puntos. Es acusado de tener una visión de género antigua, pero su candidata a vicepresidenta, Marelen Castillo, es una mujer con una sólida trayectoria universitaria y descendiente de afrocolombianos (la candidata a Vicepresidenta de Petro, Francia Márquez, también es una destacada graduada universitaria y ha sido una dirigente ambientalista y de la comunidad afrocolombiana). Hernández suele ser caracterizado como el “Trump colombiano” y algo de eso hay. Se hizo conocido cuando, siendo intendente, golpeó a un concejal y el episodio se viralizó. Tiene denuncias de corrupción durante su gestión, pero esto parece no afectar su popularidad (algo similar puede suceder con la denuncia contra la supuesta participación de Petro en un secuestro cuando era guerrillero, presentada en España). Gutiérrez se apuró a convocar a votar por Hernández apenas se conoció el resultado electoral. Éste, a su vez, agradeció el gesto, pero aclaró que no era una alianza, porque él no asumía compromisos con nadie. Es claro que la estructura de la política tradicional, que sigue bajo la influencia de Uribe, ve en Hernández un mal menor frente a Petro, y la mayoría de los votantes del tercer candidato irán a él. Esto torna incierto el resultado de la segunda vuelta.

En conclusión, frente a la segunda vuelta de la presidencial colombiana que tendrá lugar el 19 de junio, el candidato populista, Rodolfo Hernández, inicia la carrera con cierta ventaja. Su triunfo interrumpiría el giro hacia el centroizquierda que mostraron las últimas elecciones en la región, pero Petro revisa su estrategia, asumiendo que debería correrse hacia el centro.

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