Chile realizó una mega elección que definió parte de su configuración post pandemia. Sirve lo sucedido atendiendo a similitudes que como mendocinos nos emparentan con el vecino, para intentar un análisis.
La lectura es que perdieron las fuerzas que dieron equilibrio al sistema democrático en los últimos 30 años, ejemplo de alternancia en la conducción del país.
El modelo chileno ha sido exitoso por mantener políticas públicas, a lo largo del tiempo, sin importar la gestión de derecha o izquierda.
Mantener un rumbo claro ha sido uno de los pilares del formidable crecimiento de Chile. Sin embargo, las asignaturas pendientes en lo social, dieron espacio y brindaron plataforma para la irrupción de grupos radicalizados de extrema izquierda.
Podría haber surgido una fuerza de extrema derecha o nacionalista, como en Brasil, con un emergente como Bolsonaro, sostenido en gestos mas que en transformaciones positivas. Este liderazgo en Brasil también fue repentino. Y surgió desplazando a las fuerzas clásicas.
El dato a rescatar es que los emergentes disruptivos, tanto en Chile como en Brasil, tuvieron que ver con el contraste a lo existente.
La política en Mendoza puede aprender de estas experiencias, en especial la de Chile, por cercanía, por intereses comunes, por idiosincrasia.
Hay que tomarse en serio el mandato popular que indica que los gobiernos deben avanzar con decisiones que mejoren la vida de las personas, profundizando la democracia y la participación.
Gestión con inteligencia, con sentido común, políticas de inclusión para transformar a las personas en ciudadanos independientes y no en clientes del gobierno de turno.
Lo contrario a los populismos que niegan la democracia pese a lo que vociferan, a la pretensión de igualar las sociedades, pero hacia abajo.
Advertencia para Mendoza
Hay mucho por trabajar, corregir y repensar, mientras la economía sigue impactada, por pandemia y por errores macroeconómicos, y falta de rumbo conocido, por parte del gobierno nacional.
Las soluciones sustentables no son mágicas ni producto de iluminados que aterrizan en el sistema con ideas que ya fracasaron o en sueños utópicos que solo malgastan energías, frustran expectativas y tiempo de muchas personas ilusionadas.
Chile nos interpela sobre el camino a tomar. No podemos seguir viviendo de viejos pergaminos de provincia emprendedora, de buena reputación. Mendoza debe recuperarse. Con instituciones sólidas y personas respetuosas, con dirigentes políticos, empresarios, sindicales y sociales, transformadores y vanguardistas.
Hace muchos años que Mendoza se mantiene en la inercia que producen las acciones superficiales.
¿Por qué Mendoza es distinta, si padecemos más de 40% de pobreza, o más del 60% entre jóvenes y niños? ¿Qué estamos haciendo para que el futuro sea mejor? ¿Qué decisiones profundas corregirán el rumbo de la exclusión? ¿Somos tan distintos?
Cómo mejorar
Lo de Chile debe inspirarnos. La igualdad de oportunidades no debe ser un eslogan. Las decisiones de gobierno deben ser profundas, sin temores a lo políticamente incorrecto, porque, de lo contrario, corremos el riesgo como sociedad de alumbrar emergentes, sin vocación, ni formación, ni equipos, que seguro insisten con ideas que atrasan, con promesas demagógicas.
Irrupciones inconsistentes, que la sociedad termina abrazando más como rebelión y cansancio, que como camino sensato.
En Chile el gobierno fue sancionado por no resolver la situación de miles de familias excluidas de los indicadores favorables del país.
Si no hacemos cosas distintas, con coraje y asumiendo riesgos, lo que viene será un Estado colapsado, impotente en respuestas, frente a una sociedad cada vez más disconforme.
Mendoza debe estar atenta, existen muchos mendocinos que reclaman estar a la altura de lo que se dice que somos, pero no somos.
*El autor es Diputado Nacional Juntos por el Cambio.