El Mercosur cumplió 30 años de un sostenido camino común recorrido desde la firma del Tratado de Asunción. Aquel 26 de marzo de 1991, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay tomaron la firme decisión política de trabajar por la integración en pos del desarrollo económico con justicia social de nuestros países.
Este mercado común es el instrumento de política exterior más relevante de los últimos años, que nos ha permitido avanzar desde una lógica de rivalidad hacia una de cooperación. En estos años, además de un mercado común -con sus fortalezas y debilidades-, hemos construido una zona de paz sin fisuras. Eso es un valioso activo intangible para nuestros pueblos e instituciones, así como para muchos socios, inversores y emprendedores de distintas latitudes.
El Mercosur fue concebido como plataforma de desarrollo económico y comercial. Comenzando en 1991, creamos una zona de libre comercio para que nuestros bienes y servicios circulen sin restricciones, y también un arancel externo común. Esto permitió que nuestro comercio creciera vigorosamente.
En estos años también conseguimos promover un intercambio de productos con valor agregado entre nuestros socios que dinamizó actividades de exportación no tradicionales y creadoras de puestos de trabajo de calidad, en rubros como biocombustibles, química y petroquímica, plásticos, productos farmacéuticos, siderurgia, automotriz, entre otros. Efectivamente, mientras que los países del Mercosur son tradicionalmente fuertes exportadores de productos primarios, muchas de las exportaciones que se realizan entre los socios del bloque son productos industrializados. Durante las primeras décadas de integración el incremento del comercio intra Mercosur fue mayor al global y triplicamos el comercio entre nosotros si lo comparamos con el inicio del proceso de integración. Un comercio que creció en volumen, pero también en calidad y valor agregado. Nuestro bloque exporta anualmente unos US$ 120 mil millones en alimentos. Ese número nos coloca en una posición de relevancia internacional y es central en nuestras negociaciones comerciales internacionales.
Esta integración es también para nuestros países la plataforma de inserción en el mundo. Desde sus primeros años, el bloque buscó avanzar en acuerdos comerciales con todos los países de la región, lo que significó construir un área de libre comercio con la mayor parte de los países de América Latina. También en estos años se han negociado acuerdos comerciales con la Unión Europa, la EFTA, Israel, Egipto, India, los países del sur de África, entre otros. Hoy en día el Mercosur cuenta con una de las agendas comerciales más dinámicas del planeta. Tiene negociaciones activas con 7 contrapartes que comprenden 36 naciones: la Unión Europea, la Asociación Europea de Libre Comercio, Canadá, Corea, Singapur, Líbano e Israel y diálogos exploratorios con Vietnam e Indonesia. Hemos hecho propuestas negociadoras a nuestros socios de América Central y República Dominicana. Mantenemos conversaciones con India y aspiramos a iniciar un diálogo con la Unión económica euroasiática y en diseñar una estrategia de inserción en África.
El Mercosur es un espacio catalizador de principios y valores compartidos, que ha favorecido la consolidación de las instituciones democráticas en la región, el respeto a los derechos humanos y el reconocimiento a la diversidad. La cooperación dentro del bloque se extendió a numerosos ámbitos: desde empleo, educación, derechos humanos, ciencia y tecnología, hasta defensa. Una parte importante de los logros del proceso se tradujo en beneficios para nuestra gente, reflejados en el Estatuto de la Ciudadanía Mercosur. Este espacio común trasciende las divergencias coyunturales y los ciclos políticos.
La conmemoración de estos 30 años nos encuentra atravesados por una pandemia que ha desestructurado las bases mismas del mundo que conocíamos, y que se suma a desafíos globales preexistentes como el cambio climático, la inestabilidad del sistema financiero internacional y la desigual distribución de los beneficios del comercio y la tecnología. Todos estos desafíos requieren de la acción colectiva y demandan respuestas cooperativas e instituciones regionales y multilaterales capaces de generar compromisos estables.
Es imperioso reflexionar sobre los esfuerzos que debemos realizar para alcanzar resultados satisfactorios en las cuestiones pendientes vinculadas con el arancel externo común, la coordinación de políticas macroeconómicas y la adopción de acuerdos sectoriales, como asimismo, es clave ser pragmáticos y acordar una agenda externa común que fije prioridades y que esté interrelacionada con la agenda interna del bloque, anclada en una visión de desarrollo de nuestros sectores productivos.
Nuestro bloque necesita también modernizar, tanto su estructura institucional como alguno de sus instrumentos comerciales. Nuestra agenda de reformas es dinámica. Hemos incorporado las compras públicas, adoptadas disciplinas sobre comercio electrónico y ahora estamos profundizando nuestros compromisos en materia de comercio de servicios. La economía del siglo XXI necesita también un Mercosur del siglo XXI.
El acuerdo nació en un contexto histórico cuya lógica fue favorecer el comercio de bienes y la inversión. Actualmente, asistimos a un mundo en el que a esos dos flujos se le suman el financiamiento productivo internacional, el dinámico comercio de servicios, el intercambio de información, conocimiento y datos -el mayor motor que internacionaliza la economía de los intangibles y el saber productivo-, y el trabajo en red.
La Argentina concibe al Mercosur como una herramienta fundamental para el desarrollo y para una inserción exitosa en el mundo. Nuestro país es consciente de las diferencias de visiones hacia el interior del bloque y está comprometido a hacer los mayores esfuerzos en pos de buscar los consensos necesarios para que el Mercosur pueda encontrar las mejores estrategias comunes en la compleja coyuntura actual.
*La autora es Embajadora. Ministerio de Relaciones Exteriores.