Menem tenía una razón inconfesable para sobreactuar obsecuencia con Washington, en cambio el seguidismo servil que practica Milei se basa en una idea errónea de la política exterior norteamericana.
El voto argentino en la ONU que motivó el despido de Diana Mondino, tan brutal como Trump gritando “you are fired” en su reality show, no fue un voto objetivamente erróneo porque no tiene ningún efecto negativo para el país. Al contrario, fue la única política de Estado en las últimas décadas y no perjudicó en nada la relación con Washington. Estados Unidos no respeta más a un país porque vote a favor del embargo, ni lo desprecia porque se sume al resto del mundo y vote contra ese fallido instrumento para “debilitar” la dictadura cubana.
No está claro si ese voto fue una decisión o un descuido de la entonces canciller. Tampoco si se trató de un complot urdido en la Casa Rosada para derribar a Mondino, quien llevaba tiempo en la mira de Karina Milei. Lo que está claro es que la política exterior que quiere el presidente se basa, como en los tiempos de Guido Di Tella y las “relaciones carnales”, en una sobreactuación servil del alineamiento con Washington.
En los 90, la política de obsecuencia que articuló Menem pudo ser consecuencia de la sospecha que tenía la DEA sobre presuntos planes del gobierno menemista para lavar dinero del narcotráfico, haciendo que Argentina tome el lugar que había tenido Panamá durante la narco-dictadura del general Noriega.
Según esta hipótesis, Menem sobreactuó porque se vio obligado a eso tras un turbio discurso de campaña que, sumado al enigmático origen del dinero para el “salariazo y la revolución” que prometía, hizo sonar alarmas en la DEA.
Aunque era vergonzosa, Menem tenía una razón para sobreactuar servilismo. En cambio el servilismo sobreactuado de Milei se para sobre una razón negligente y desconectada de los intereses del país. Salvo Estados Unidos e Israel, el resto de las democracias capitalistas del mundo votaron contra el embargo, no para favorecer a la dictadura cubana, sino por defender el libre comercio más allá de los regímenes políticos. Por esa misma razón, Washington mantiene relaciones societarias con muchas dictaduras.
Por lo tanto, es lógico pensar que el error no está en el voto que le costó el cargo a Mondino, sino en la sobreactuada obsecuencia a la que apuesta inútilmente Milei.
Washington tiene una razón para aplicar el embargo; una razón puramente norteamericana: la estatización y confiscación forzosas de empresas y de propiedades que ciudadanos estadounidenses tenían en Cuba.
Eisenhower empezó a aplicar las sanciones que John Kennedy terminó de convertir en el embargo que aun rige, con endurecimientos como la Ley Helms-Burton y alivios como el que aplicó Obama buscando otras formas de estimular el cambio de régimen en la isla.
Israel tiene una razón en su enemistad: los miles de efectivos que envió Fidel Castro a la guerra contra los israelíes que, en 1973, lanzaron Egipto y Siria, con apoyo saudita y marroquí. Miles de soldados y oficiales cubanos combatieron contra Israel en las Alturas del Golán, durante la Guerra del Yom Kipur. Además, en la isla antillana entrenaron cientos de fedayines de Al Fatah, el FPLP y otras milicias de la OLP que luchaban contra Israel antes de las negociaciones en Oslo.
En términos objetivos, el voto argentino contra la continuidad del embargo no es un error. El país votó igual que Gran Bretaña y todos los demás miembros de la OTAN, con la excepción norteamericana. La Italia de su admirada Giorgia Meloni votó contra el embargo. También votaron así dos aliados estratégicos de Estados Unidos en el hemisferio sur, Australia y Nueva Zelanda, además de sus más fieles allegados en el Este asiático, Japón y Corea del Sur, países que necesitan la protección norteamericana frente a las amenazas de China y del lunático régimen norcoreano.
Si esos países tan íntimos de Washington votaron contra el embargo a Cuba, igual que el 99% restante de los países del mundo ¿por qué sería un error el voto que motivó la expulsión de Diana Mondino?
Casi nadie considera al embargo un buen instrumento para combatir dictaduras. El propio Milei busca comerciar y llevarse bien con regímenes autoritarios como el chino y teocracias aliadas de Washington, como la saudí.
Es absurdo pensar que Washington premia el seguidismo servil en esas votaciones. En absoluto. Si no, los británicos y el resto de los europeos que integran la OTAN, además de Canadá, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda no habrían votado de ese modo: contra un embargo que lleva más de 60 años demostrándose inútil para debilitar al castrismo.
* El autor es politólogo y periodista.